CLICHÉS QUE NORMALIZAN EL ABUSO.     Estamos leyendo una novela, nos está gustando, lo pasamos bien. De pronto, somos conscientes de...

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CLICHÉS QUE NORMALIZAN EL ABUSO.

 

 

Estamos leyendo una novela, nos está gustando, lo pasamos bien. De pronto, somos conscientes de una situación que nos chirría, y no se trata de un fallo gramatical, sino de una situación que nos produce rechazo. Rechazo que puede abarcar desde una ligera incomodidad que esperamos que el autor resuelva justificando cuanto antes aquello que acabamos de leer, hasta tirar el libro por encima del hombro y coger Caperucita Roja en su lugar. Hemos leído algo que nos ha sacado por completo de contexto y ha conseguido quizá que odiemos una historia que, hasta ese momento, nos gustaba. Un recurso torticero, como un deus ex machina, o el abuso de determinadas palabras pueden producir ese efecto, aunque hoy nos vamos a ocupar de algo mucho más concreto: los clichés que normalizan el abuso sexual, que nos hacen pensar que, en algunas ocasiones, puede tener una razón, estar justificado o incluso que alguien puede llegar a merecerlo.

 

            Lo queramos o no, existe una cierta “cultura de la violación”, un paradigma que hace que ciertas conductas abusivas y delictivas sean vistas como “normales” y eso es algo que se refleja en el arte en general y en la literatura en particular. No digo que un escritor tenga que educar a un lector, estos más bien han de venir educados de casa, ni creo tampoco que nadie deba privarse de narrar según qué escenas o argumentos si los justifica, los cree necesarios o, simplemente, si le apetece hacerlo. Lo que sí digo es que hay determinados clichés que no me importaría no volver a encontrar nunca y que me merecen una opinión muy pobre. Y digo esto entonando el “mea culpa” particular, porque yo misma he usado alguno antes de darme cuenta de la cutrez que era. Pido perdón por ello y juro que seré más original. Vamos a verlos con detalle:

 

"Consentido y con sentido".

 

            “La chica que sale y bebe es la mala. La que se queda en casa estudiando, la buena”.

 

            Vale, que levante la mano aquél que se pasase toda la secundaria sin salir, sin beber, que estudiaba todos los días, trabajaba los veranos y lo más fuerte que se tomó jamás fue un café. Y mejor si me siento, porque si le espero de pie, igual me canso. Sí, desde luego que si queremos dar la impresión de que nuestra protagonista es una persona responsable, debemos hacer que estudie, trabaje o ambas. Pero si queremos presentarla como un personaje real, también hemos de hacer que se divierta. El que un personaje salga, beba, ligue y lo pase bien, no implica que sea malvado, hay muchas maneras de demostrar la villanía de un personaje que mostrándolo como alguien que hace lo mismo que la inmensa mayoría de la gente de su edad. El hacer que después de divertirse le sucedan cosas malas, sólo refuerza un cliché que ya estaba viejo y sobado cuando lo usaba Enyd Blyton (quien, por si no la conocéis, era una señora que escribía un libro más o menos cada vez que hacía pis, ella no escribía libros, le salían de debajo de la alfombra como si fueran setas. Ya supondréis que no tenían mucho contenido y eran bastante predecibles). Si usamos ese cliché, lo queramos o no, tendemos a ver a las chicas que salen de fiesta como “malvadas o que se han portado mal y a las que no importa si les sucede algo malo porque se lo merecen y porque así aprenderán”. De acuerdo, es ficción, la mayor parte de la gente no se lo tomará en serio, pero no se trata de eso. Se trata de que es un tópico barato. Hay formas mucho más originales (y creíbles) de mostrar la bondad o villanía de un personaje.

 

 

            “Violar a un personaje femenino para hacerlo fuerte”

           

            He visto zapatillas de bolera menos sobadas que este cliché. En serio, hay MILES de maneras de fortalecer a un personaje femenino que no el “la violaron. Violaron a su hermana. Violaron a su madre. Violaron a su gata”. Por favor, vale ya. No todo es violar, ¿verdad que a los personajes masculinos no los violan con esa frecuencia y no por ello dejan de ser fuertes? A ver, que hay hasta todo un género cinematográfico  (el “rape and revenge”) dedicado a este cliché que no sólo está manoseado, es que a veces hace ver a la víctima como alguien que ha tenido “suerte” de que la violaran, porque eso, oh, la hizo fuerte, se vengó de sus atacantes, les robó todas sus posesiones y terminó millonaria. NO. Aquí  no hay una forma de “mirarlo por el lado positivo, de sacar algo bueno de ello”, no. Una violación es un hecho traumático, espantoso, vale ya de “romantizarlo” poniéndolo como algo que endurece y templa a la protagonista. También puede hacerse fuerte por trabajar de sol a sol para mantener a su padre, por luchar en una guerra, por defender a otros, por sobrevivir sola en las calles… sin necesidad de que la viole nadie.

 

 

            “La violación como castigo por rechazar al protagonista”.

           

            Pongamos la situación: el protagonista, que es un chico estudioso, trabajador, tierno, educado… vamos, una joya de chico, le entra a una chica y esta no sólo le rechaza, sino que lo hace con crueldad, se ríe de él, le sacude o le tira comida a la cara delante de todo el mundo, ¡qué mala eeeees…! Diez minutos más tarde (o medio capítulo después), la chica es sorprendida y violada por tres tíos. Y si eso solo de por sí ya es bastante cutre, imaginad encima que el narrador lo remate con una frase tipo: “lo que tan cruelmente rechazó ofrecer a Zachary por su propia voluntad, ellos lo tomaron por la fuerza”. (Delapluma suspira con impotencia). A ver… no. No. Por favor, no. No convirtamos una violación, un ataque sexual, en un “merecido” de orden sobrenatural. Nadie, ni la peor persona del mundo, se merece que lo violen, pero desde luego luego menos aún lo merece porque –oh, dolor-, se ha atrevido a rechazar al protagonista o a ser cruel con él. Una violación es algo horroroso, algo cuyo recuerdo, en mayor o menor medida, se arrastra toda la vida, no  lo banalicemos ni tratemos de hacer creer que la víctima se lo merece, o que si alguien osa no corresponder a los sentimientos de otro alguien, es una mala persona que merece que la violen. Cada vez que me encuentro con este cliché, no puedo dejar de pensar que, por mucho que le sacase su ex mujer al guionista, siempre habrá sido poco.

 

 

            Poner el abuso sexual como algo gracioso.

           

            Levantar una falda, apretar un pecho, desnudar a una persona o tocarla sin su permiso aprovechando que todo está oscuro, o que la susodicha persona está dormida o inconsciente, o por una apuesta o mil estúpidas razones más, ha sido tratado como algo “divertido” en muchas ocasiones en la literatura o el cine. Claro, luego algún Cromagnon intentó llevarlo al terreno real, se llevó un bofetón que le hizo olvidar hasta las señas de su casa, y el sieso y el que no sabía aguantar una broma, todavía era el agredido. No. No es una broma, no tiene gracia, es un abuso sexual, dejemos de ponerlo como gag, y menos aún de hacer que a la persona agredida le guste esa violencia, porque no es así. Que a uno le soben en el transporte público, le bajen los pantalones o le suban la falda delante de todo el mundo, no tiene nada de divertido. Ya sé que es ficción como decía más arriba, que no hay que tomarlo en serio, pero, de verdad, que hay millones de gags que podemos crear, o millones de maneras de justificarlo de forma coherente para no caer en algo de tan poco gusto, para evitar que nuestra obra sea una cinta de Esteso y Pajares (cine que voy a reconocer públicamente que me hace reír un montón, pero también que está ya más caduco que un yogur de Chambourcy*, ¿de verdad no somos capaces de idear chistes nuevos?)

 

 

            Y de momento, aquí lo dejamos por hoy. Iba a incluir un apartado más acerca de otro cliché, uno particularmente detestable, pero ese lo dejo para otro artículo, porque es tan enfermizo, que merece uno para él solo. Hasta que llegue, escribid, pero seguros.

 

 

*Por si sois muy jóvenes para reconocerlo o de otro lado del mundo: Chambourcy era una marca de yogures, filial de Nestlé, que acabó desbancada por Danone y que ya no existe. No fabrican desde hace unos treinta años, así que figuráos si un yogur suyo puede ya estar caducado.



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