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     “¡Spiderman debe quitarse la mĂ¡scara! AsĂ­ de tajante se ha mostrado Thomas Grant, el candidato a la alcaldĂ­a, quien opina que en nuestra ciudad no hay sitio para justicieros enmascarados al margen de la ley”. Grant, que apoya fervientemente el Registro de mutantes, tiene asimismo serias dudas sobre la supuesta integridad del hombre araña”, aduciendo que nadie que juegue limpio deberĂ­a taparse el rostro ni actuar fuera de la legalidad. Mi ciudad no es sitio para vengadores ni para personas que crean tener privilegios o estar por encima de las normas vigentes, ha manifestado el candi…” - ¡Me gusta Ă©ste tipo! dijo Jonah, y apretĂ³ el dictĂ¡fono - ¡Señorita Hesse, a mi despacho!
    Rita Hesse, la secretaria del malhumorado permanente J. Jonah Jameson casi brincĂ³ en su asiento y corriĂ³ al despacho llevando su bloc y un sobre de color sepia.
    -Diga, sr. Jameson.
   -¡Busque a Parker! Las fotos de ayer eran una birria, ¡una niña con una cĂ¡mara de Hello Kitty sacarĂ­a algo mejor, quiero fotos donde se vea el cuerpo entero de Spiderman, no un borrĂ³n rojo y azul!
    -Lo sabĂ­a, sr. Jameson, por eso trajo Ă©stas. Rita le tendiĂ³ el sobre con una sonrisa. Jameson lo observĂ³ con expresiĂ³n desagradable; le molestaba enfadarse en balde, y eso le enfadaba mĂ¡s aĂºn. AbriĂ³ el sobre mientras mascaba su puro. Tuvo que reconocer que eran fotos mucho mejores, en una de ellas se veĂ­a a Spiderman atacando a un hombre grande vestido de negro, esa le gustaba. La siguiente, mostraba a Spiderman atĂ¡ndolo con redes a una farola, Ă©sta le gustaba mĂ¡s aĂºn. En la tercera, se veĂ­a a Spiderman devolviendo a una ancianita el bolso que el hombre grande le habĂ­a robado. Esa, no le gustaba nada.
    -Bueno, son mediocres, pero pasarĂ¡n, ¡bĂºsquele de todos modos, esta noche tendrĂ¡ trabajo!
    -¿TendrĂ© tambiĂ©n cobro, sr. Jameson?  - PreguntĂ³ un muy jovial Peter Parker, que asomaba la cabeza en Ă©se momento.
    -¡Dinero, dinero, ¿es que sĂ³lo sois capaces de pensar en el dinero?! ¡MĂ¡s te valdrĂ­a mejorar la calidad, Parker!
    -De eso precisamente querĂ­a hablarle, me han hecho una oferta para trabajar en el Globe, por el doble.
    Jonah se forzĂ³ a sonreĂ­r, mientras casi aplastaba el puro entre sus dedos. Rita se cubriĂ³ discretamente la boca con el bloc, para que su jefe no la viera sonreĂ­r.
   -¡Ah, vamos, que te van a hacer trabajar el doble, quieres decir!
   -No exactamente – sonriĂ³ el joven – Que me van a pagar el doble de que lo que usted paga. Ya que no le gusta mi trabajo, he pensado que me dĂ© el finiquito y
   -¡PĂ¡rate ahĂ­! ¿Es que no sabes comprender la sana motivaciĂ³n? ¡Yo esto te lo digo para que mejores! Jameson no lo admitirĂ­a jamĂ¡s, pero las fotos que Parker sacaba de Spiderman eran inmejorables y la envidia de la competencia, no podĂ­a permitir que se le fuera. Claro que eso, en realidad daba igual que lo dijera o no, porque Parker era el primero que lo sabĂ­a, pero con lo tacaño que era Jonah, el joven tampoco podĂ­a abusar de su situaciĂ³n de poder. Mucho.
    -¿Sabe, sr. Jameson? Si me subiera el sueldo por foto un treinta por ciento, estarĂ­a motivadĂ­simo a mejorar.
    -¿¡Pretendes arruinarme!? – gritĂ³ el director, elevando los puños - …¡Un diez por ciento!
    -Mmmh… quince.
    -¡Doce y medio!
    -¡Acepto! – conseguir mĂ¡s del diez, ya era un triunfo. - ¿Y ese trabajo de Ă©sta noche que decĂ­a…?
    Jonah desdoblĂ³ el periĂ³dico y le puso la cara de Thomas Grant casi en la nariz.
    -Esta noche dan una rueda de prensa los candidatos a la alcaldĂ­a en el Hotel Excelsior, ¡te quiero allĂ­ para sacar fotos! ¡Sobre todo del alcalde Grant!
    -¿Al…? ¿No va un poco deprisa, sr. Jameson? TodavĂ­a es sĂ³lo candidato… - sonriĂ³ Peter.
    -¡Ă‰l ganarĂ¡! Yo voy a votarle, y yo no me equivoco contestĂ³ Jonah tomando otro puro, pues el anterior habĂ­a quedado despedazado tras el regateo monetario.
    -No lo dudosin duda es por eso por lo que no le votarĂ© yo.
    -¡Bah! – Jameson le dedicĂ³ una mirada reprobatoria – Niños… ¡No tenĂ©is las ideas claras, no sĂ© por quĂ© dejan votar antes de los treinta!
    -¡QuĂ© curioso! – replicĂ³ Peter - ¡Yo tambiĂ©n pienso que la edad influye en el votono sĂ© por quĂ© dejan votar despuĂ©s de los cincuenta!
     Jonah pareciĂ³ a punto de lanzarle el cenicero de cristal macizo.
    -¡PARKER! ¡Tienes suerte de ser un fotĂ³grafo mediocre; de redactor no te cogerĂ­an ni en El mundo de Barbie! ¡LĂ¡rgate a hacer fotos, y Ă©sta noche, allĂ­! – Peter abandonĂ³ el despacho a buen paso, emitiendo un sonido que se parecĂ­a mucho a una risa. Rita se esforzĂ³ por permanecer seria; tenĂ­a en cierta estima al joven, pero en ese momento, demostrar la menor simpatĂ­a por Ă©l, serĂ­a cometer suicidio. A veces ese niño, me saca de quiciopufpuf… - Jonah encendiĂ³ el puro y aspirĂ³ – Tiene un poco de talento para apretar el botĂ³n de una cĂ¡mara, y parece figurarse que la ha inventado Ă©l.
     Rita sonriĂ³, y tras comprobar que la puerta estaba bien cerrada, se acercĂ³ a Jonah con una mirada muy distinta a la de una secretaria.
    -Bueno, ya sabes, es joven y tiene talentoPero en el fondo, no le disgusta trabajar para ti, ¿quĂ© es esa rueda de prensa de la que hablabas? – Jonah se sentĂ³ en su silla y Rita hizo lo propio en la mesa, frente a Ă©l, y Ă©ste le mostrĂ³ el diario. – “…  a favor del Registro de Mutantes…” Hum. No me gusta, Jonah.
    -Vamos, no te gusta sĂ³lo porque lo ves desde tu punto de vista. dijo, acariciando el redondo y grueso muslo de su secretaria, como distraĂ­damente.
    -¿De quĂ© otro punto quieres que lo vea, si yo soy mutante?
   -¡Sssssst! – Jameson hubiera preferido admitir en pĂºblico que tenĂ­a un lĂ­o de dominaciĂ³n con su secretaria, antes que se supiera que ella, era mutante. Lo primero aĂºn le hacĂ­a parecer un hombre atractivo y deseable; lo segundo, le hacĂ­a parecer un borrico. No era un secreto para nadie la manĂ­a y la inquina que sentĂ­a Jonah hacia los mutantes, ¿quĂ© se dirĂ­a de Ă©l si llegaba a saberse que tenĂ­a contratado a uno? – TĂº eres una persona decente y seria, haces un uso escaso y absolutamente responsable de tu particularidad.
    -Mi mutaciĂ³n. No es una particularidad, Jonah, no se trata de tener velocidad de lectura, se trata de ser capaz de establecer un enlace mental con casi cualquier ser vivo que se me antoje, comunicarme con Ă©l y duplicarlo.
    -Lo que quiero decir, es que tĂº no tienes por quĂ© temer nada del Registro, es mĂ¡s, serĂ¡ positivo para ti; quienes tienen que temer son seres como Spiderman, ¡y por eso, nos vendrĂ¡ bien el Registro!
    -Y por eso, quieres ir esta noche a esa rueda de prensa, para pelotear a ese tipo y conseguir una entrevista personal con Ă©l antes que nadie, ¿no es eso?
    -¡Rita, te tengo dicho…!
    -Que no te lea el pensamiento, porque no lo soportas acabĂ³ la frase, y Jonah desencajĂ³ los ojos de ira, pero la joven le acariciĂ³ la oreja con gesto conciliador, y se apaciguĂ³. Ligeramente. No lo hago, Jonah… ¡es sĂ³lo que a veces, tu cabeza es de cristal!
    -SĂ­. – y mientras doblaba de nuevo el periĂ³dico, sonriĂ³ dĂ¡ndose aires interesantes. Y como siempre dices que nunca te saco a ningĂºn sitio… He pensado que vengas conmigo. Te invito a cenar y todo, porque allĂ­ darĂ¡n cĂ¡terin y bebidas.
    -¿De veras? – IronizĂ³ Rita – Una rueda de prensa electoral, con cena de canapĂ©s irreconocibles y bebidas en vaso de plĂ¡stico… ¡Es el plan mĂ¡s romĂ¡ntico que se te podĂ­a ocurrir! ¡Nada podrĂ­a gustarme tanto!
    -¡Estaba seguro! A las ocho, saldremos para allĂ¡.
   -¡Por Dios bendito, Jonah! ¿¡Eres incapaz de gastar treinta minutos de tu tiempo en nosotros!? ¡Es cierto que nunca me llevas a ninguna parte, que eres incapaz de compartir conmigo ni un helado, pero al menos, podrĂ­as dedicarme una noche a mĂ­, sĂ³lo a nosotros, sin que estĂ© de por medio Spiderman, la polĂ­tica, o el periĂ³dico!
    -¿Pero quĂ©…? ¡Hace un momento te parecĂ­a bien! ¡Rita, a veces me recuerdas por quĂ© hace años me jurĂ© que nunca intentarĂ­a entender a las mujeres!
   -Haces bien, cariño, palabra de una. A las ocho, tu secretaria, estarĂ¡ preparada. Y ahora, si me disculpa, sr. Jameson
     Rita saliĂ³ del despacho meneando su generoso trasero, pero no pegĂ³ un portazo ni puso gesto de malhumor al salir, era demasiado profesional como para todo eso. QuizĂ¡ ese fuera el fallo, pensĂ³. QuizĂ¡ no dejaba de verla como a su secretaria... Jonah y ella llevaban años liados. Es cierto, no era el hombre mĂ¡s romĂ¡ntico del mundo, ni el mĂ¡s detallista, ni siquiera el mĂ¡s cariñoso, pero era buen amante. Era divertido estar con Ă©l, y de vez en cuando, tenĂ­a arranques de caballerosidad o cariño que la desarmaban. Le gustaba tal y como era, no pedĂ­a que se volviese un prĂ­ncipe azul de la sensibilidad, pero sĂ­ que le gustarĂ­a que, al menos, no la hiciese sentir con tanta frecuencia como la otra. Porque la legĂ­tima, todo el mundo lo sabĂ­a, se llamaba Daily Bugle.
    En su despacho, Jonah mascĂ³ el puro hasta romperlo, escupiĂ³ los pedazos y tomĂ³ otro, ¿quiĂ©n las entendĂ­a? Primero se quejaba de que nunca la llevaba a ningĂºn sitio, y cuando le ofrecĂ­a ir a cenar, tampoco le parecĂ­a bien. ¿No podĂ­a entender que Ă©l no podĂ­a permitir que le viesen por ahĂ­ con una mujer, y mĂ¡s tan joven como ella? De acuerdo, siempre podĂ­a decir que era su secretaria, pero, ¿quiĂ©n saca a cenar a su secretaria…? Alguien que estĂ¡ liado con ella, cosa que Jameson no querĂ­a airear. En cierto modo, era un personaje pĂºblico, director de un periĂ³dico y padre de un oficial de las Fuerzas Armadas, no podĂ­a permitir que se supiese que tenĂ­a una aventura, ni siquiera su propio hijo lo sabĂ­a. Y ademĂ¡s, tambiĂ©n era mĂ¡s divertido asĂ­, manteniendo el secreto.

     AquĂ©lla tarde, a las ocho menos diez, Jonah la llamĂ³ a su despacho, ya casi no quedaban periodistas allĂ­, y al director le chocĂ³ ver que ella sonreĂ­a, y tambiĂ©n que llevaba un trajecito distinto; habĂ­a pedido al botones que se acercara a su edificio y le trajera ropa para cambiarse. Era un traje con minifalda discreta, pero favorecedora, y Jameson entendiĂ³ que querĂ­a hacerse perdonar por su arranque de genio. Visto asĂ­, tambiĂ©n Ă©l se mostrĂ³ razonable y le prometiĂ³ que el sĂ¡bado, podrĂ­an quedar en su casa para hacer horas extras, y pedir allĂ­ cena. Y pedirĂ­an cena cuidada, no pizza. De ese modo, Rita entendiĂ³ que querĂ­a hacerse perdonar por su tacañerĂ­a e intentar dedicarle una cita lo mĂ¡s “normal” posible; visto asĂ­, tambiĂ©n ella se mostrĂ³ razonable y decidiĂ³ olvidar su enfado anterior.
    “Eso es todo lo que su carĂ¡cter puede darte, Rita” pensĂ³ ella mientras salĂ­an discretamente separados del despacho y caminaban casi ignorĂ¡ndose mutuamente hasta el ascensor. Y es algo que ya sabĂ­as y que asumiste en su dĂ­a; casi fue Ă©l mĂ¡s honesto que tĂº, que no le dijiste que eras una mutantePues acĂ©ptalo, aprovĂ©chalo y no le des mĂ¡s vueltas, ¿quĂ© mujer puede decir de su pareja que no le hace prepararle el desayuno, ni lavarle los calzoncillos, ni plancharle las camisas, y encima le paga un sueldo? GozĂ¡is el uno del otro, y no os peleĂ¡is por el mando a distancia. No finjas que no te gusta. Apenas las puertas del ascensor se cerraron, Jonah le lanzĂ³ una elocuente mirada, y la joven se acercĂ³ a Ă©l y le abrazĂ³ por las nalgas. El director sonriĂ³ y los labios de ambos se acariciaron unos segundos antes de juntarse; la lengua de Jonah acariciĂ³ la de Rita y Ă©sta exhalĂ³ un gemido suave, con los ojos cerrados de deleite, mientras sus manos apretaban el culo de su amante y jefe. Éste la abrazĂ³ por los hombros mientras su lengua exploraba la boca, cĂ¡lida y dulce, de su compañera. La lengua de Rita acariciaba tiernamente la suya, en cĂ­rculos y golpecitos, y de vez en cuando abrĂ­a ligeramente los ojos, en blanco por el gusto que sentĂ­a. Jonah sabĂ­a que los abrĂ­a, porque Ă©l no los cerraba. Le costaba, pero los mantenĂ­a abiertos; querĂ­a mirar a Rita y ver la cara de placer que ponĂ­a al saborear su beso.
    El “¡Tin!” del ascensor al llegar al garaje, les sacĂ³ de su momento, y se separaron. Estaban tan acostumbrados a ese tipo de besos, que lo hicieron con perfecta calma, porque sabĂ­an que disponĂ­an de casi cinco segundos largos antes de que el ascensor se detuviera y abriera del todo; Jonah hasta tenĂ­a preparado un pañuelo para fingir que tosĂ­a y asĂ­ limpiarse el carmĂ­n de la boca, ni siquiera tenĂ­an la respiraciĂ³n agitada. Pero ninguno de los dos podĂ­a ocultar la sonrisa.

     Ya a las puertas del Hotel Excelsior, se encontraron de nuevo con Peter Parker, y Jonah le recalcĂ³ de nuevo que sobre todo, querĂ­a fotos del alcalde Grant”. “¡Caray!” pensĂ³ Peter “SĂ³lo le falta decirme que no le valdrĂ¡n si no le saco guapo…”. Lo que Jameson no sabĂ­a, es que, con trabajo o sin Ă©l, Peter pensaba ir de todas maneras a la rueda de prensa; eso del Registro de mutantes le afectaba directamente y no precisamente para bien, de modo que querĂ­a saber mĂ¡s acerca del pluscuamperfecto Grant que Jonah pretendĂ­a subir a los altares. Curiosamente, el resto de la prensa tenĂ­a sus recelos y algunos diarios habĂ­an sacado a relucir que buena parte de su campaña provenĂ­a de empresas privadas, y alguna de ellas, Parker lo sabĂ­a, estaban dirigidas por la larga mano de KingPin, el rey del hampa. Era poco probable que fuese una casualidad, pero de momento, su sentido arĂ¡cnido estaba tranquilo, y los canapĂ©s de la cena tenĂ­an una pinta estupenda
     -Y ahora, señores, si quieren pasar al SalĂ³n de Actos- Jonah no estaba de muy buen humor. Ya iban tres veces que pretendĂ­a coger por banda a Grant y hacerle preguntas, pero el polĂ­tico, con una enorme sonrisa, le esquivaba, o le hacĂ­a hablar con otros periodistas. Apenas habĂ­a probado bocado, y cuando mandĂ³ a Rita a ver si ella, por ser mujer, tenĂ­a mĂ¡s suerte, la joven volviĂ³ con el mismo palmo de narices. Me hablĂ³ durante dos minutos, pero en cuanto supo que soy del Bugle, me dijo lo mucho que lo lamentaba, y se largĂ³. Eso sĂ­, opina que tengo unas preciosas tetas”, dijo.
    -¡No leas el pensamiento a la gente, y menos al alcalde! le reprochĂ³ Jonah.
    -Te guste o no, todavĂ­a no es el alcalde. Y no necesito leerle el pensamiento para eso, casi no mirĂ³ a otra parte mientras estuve frente a Ă©l. – Jonah le mirĂ³ el escote de reojo. Su amante era algo llenita, y al igual que con frecuencia las bragas eran insuficientes para retenerle el culo, tambiĂ©n los escotes que usaba solĂ­an mostrar una vista interesante, no por conocida menos atrayente. ¿DĂ³nde pretendĂ­a ella que mirase ningĂºn hombre que la tuviese delante? TenĂ­a razĂ³n Grant, eran precio- Gracias. – sonriĂ³ ella.
    -¡Señorita Hesse…! – mascullĂ³ Jonah entre dientes. Rita agachĂ³ la cabeza y se forzĂ³ a no sonreĂ­r, pero ella misma se lo habĂ­a dicho antes: en ocasiones, tenĂ­a la frente de cristal. Y en segunda, si le hacĂ­a enfadar”, mĂ¡s tarde Ă©l tendrĂ­a que castigarla
    Pasaron juntos al salĂ³n de actos donde se iban a dar los discursos. A Jonah no le hacĂ­a demasiada ilusiĂ³n, discursos despuĂ©s de una cena y bebida gratis, era lo mĂ¡s indicado para que todo el mundo se quedase frito, por eso Ă©l casi no habĂ­a tomado nada, querĂ­a mantenerse fresco y hacer preguntaspero no ahora, delante de todos los demĂ¡s; conocĂ­a la profesiĂ³n y sabĂ­a que su pregunta serĂ­a tergiversada por unos y copiada por otros, querĂ­a entrevistar a Grant Ă©l solo, pero para eso, no le quedaba otra que esperar. Otro de los candidatos comenzĂ³ su discurso. Hablaba en voz monocorde y aburrida. Rita, sentada junto a Ă©l, empezĂ³ a dar cabezadas sin que pudiera evitarlo. A los pocos minutos, hacĂ­a esfuerzos por mantener los ojos exageradamente abiertos y se pellizcaba las manos, en un intento de no dormirse. A Jonah le dio pena; la pobre llevaba en pie desde las cuatro y media de la mañana sin quejarse, y eran ya cerca de las once. Que Ă©l supiera, apenas habĂ­a comido rĂ¡pidamente un par de sĂ¡ndwiches de mĂ¡quina y una o dos chocolatinas, y ahora los canapĂ©s de la cena; habĂ­a sido un dĂ­a duro y una semana mĂ¡s dura aĂºn, tenĂ­a motivos para estar cansada sin que nadie la pudiera llamar perezosa, y aĂºn asĂ­ intentaba estar atenta a un rollo polĂ­tico que no le iba ni venĂ­a en absoluto para su profesiĂ³n.  La tomĂ³ del brazo y sonriĂ³. Si Ă©l supiera cuĂ¡nto ganaba cuando sonreĂ­a… probablemente, lo harĂ­a menos aĂºn, para que nadie le tomase por un blando.
     Rita devolviĂ³ la sonrisa, pero Ă©sta le llegĂ³ a las orejas cuando Jonah le apretĂ³ la mano en el hueco de su brazo, y con un ligero movimiento, le indicĂ³ su hombro para que se recostase en Ă©l. HabĂ­a pocas personas en su fila, y los que no estaban atentos a la conferencia, estaban mirando sus telĂ©fonos o directamente dando tambiĂ©n cabezadas; nadie se darĂ­a cuenta si ella echaba un sueñecito. Rita le dedicĂ³ una mirada de profunda gratitud y le besĂ³ el hombro antes de apoyarse en Ă©l, abrazada a su brazo. Jonah le acariciĂ³ muy ligeramente la mejilla y la vio cerrar los ojos. “QuĂ© mullido es su brazo…” fue lo Ăºltimo que pensĂ³ la joven antes de caer rendida. SĂ³lo cuando pudo asegurar que su respiraciĂ³n era totalmente acompasada y que realmente estaba dormida de verdad, se inclinĂ³ Jonah ligeramente sobre ella y le besĂ³ la frente. Y eso hizo que ya no mirase mĂ¡s al candidato: desde ese Ă¡ngulo, veĂ­a perfectamente todo el escote de Rita y cĂ³mo se le hinchaba al ritmo que respiraba.
     Rita nadaba desnuda en una piscina de agua azul, muy azul. El agua le acariciaba la piel y parecĂ­a abrazarla, y ella se sentĂ­a profundamente feliz, y entonces el agua empezĂ³ a caer por una cascada con gran estrĂ©pito… y se despertĂ³. Estaba dormida en el hombro de Jonah, y el sonido de la cascada, eran aplausos. Grant subĂ­a a hacer su discurso, y era recibido con una ovaciĂ³n. Jonah vio que ya se habĂ­a despertado y le dedicĂ³ una mirada de simpatĂ­a con sus ojos azules.
     -¿QuĂ© tal has descansado? – susurrĂ³ – Llevas dormida veinte minutos largos.
    -Muy, muy bien – suspirĂ³ ella me he quedado nueva. Gracias. Rita hizo ademĂ¡n de besarle, pero Jonah la frenĂ³. MirĂ³ a su alrededor, y vio que todo el mundo estaba atento a Grant. AsintiĂ³, y Rita le dio un besito en la mejilla. Jonah pareciĂ³ algo decepcionado, pero no dijo nada, se limitĂ³ a prestar atenciĂ³n a Grant. Éste empezĂ³ a hacer su discurso reaccionario y pro-registro, preguntando al pĂºblico si querĂ­an que sus hijos estudiasen con personas que eran capaces de manejar elementos tan peligrosos como el fuego, o el clima; si querĂ­an que existiesen delincuentes prĂ¡cticamente invulnerables o capaces de controlar armas, o mĂ¡quinas o hasta mentes humanas… Jonah asentĂ­a vigorosamente y muchas de las afirmaciones de Grant eran recibidas con los mismos aplausos que habĂ­a motivado su simple apariciĂ³n, pero Rita no acababa de verlo claro. No estaba diciendo nada, en realidad. SĂ³lo estaba manejando el miedo, pero su discurso estaba vacĂ­o como una cĂ¡scara de huevo rota, ¿eso era todo lo que iba a hacer? ¿Obligar a los mutantes a mostrarse? ¿Y quĂ© pasaba con la sanidad, la educaciĂ³n, los impuestos, la limpieza de las calles…? ¿Todo eso era secundario, o es que pensaba que registrando a los mutantes se arreglarĂ­a de golpe todo lo demĂ¡s? IntentĂ³ leer el pensamiento de Grant, pero Ă©ste tenĂ­a la mente ocupada en su discurso y en las inyecciones de autoestima que recibĂ­a con cada afirmaciĂ³n que soltaba; no era posible leer nada. Jonah le apretĂ³ la mano. Pero no la miraba, sĂ³lo estaba contento con lo que veĂ­a ante sĂ­.
     -Jonah, este hombre es un cantamañanas… - susurrĂ³.
    -¡Bobadas…! – afirmĂ³ Ă©l, tambiĂ©n en voz baja Sabe muy bien lo que se dice, tiene mucha razĂ³n.
     -Pero… ¿no te das cuenta que si logra hacer su maldito registro, todo el mundo sabrĂ¡s que tienes bajo tu nĂ³mina a al menos una mutante? Jonah perdiĂ³ la sonrisa de golpe. No habĂ­a pensado en aquello. IntentĂ³ volver a sonreĂ­r.
    -No te apures, mujer, estarĂ¡s registrada como mutante y como trabajadora mĂ­a, pero serĂ¡n datos privados, nadie podrĂ¡ acceder a ellos.
    -¡Que te crees tĂº eso! El registro lo que pretende, es todo lo contrario. Pretende que cualquiera pueda acceder a Ă©l; empresas pĂºblicas, privadas, gente de la callepara que todos puedan saber si su vecino es mutante o no. ¿CuĂ¡nto crees que tardarĂ¡ cualquier periĂ³dico de tu misma lĂ­nea editorial en sacar a relucir que una mutante trabaja para el director mĂ¡s contrario a ellos? ¿Y cuĂ¡l serĂ¡ la inevitable conclusiĂ³n de que alguien que odia a los mutantes dĂ© trabajo a UNA…? – el director se quedĂ³ pensativo. Jonah, no es sĂ³lo mi privacidad, ¡es tambiĂ©n la tuya!
   Jonah pareciĂ³ fastidiado. No contestĂ³ nada, pero al menos permaneciĂ³ pensativo y y ya no aplaudiĂ³ mĂ¡s; en su mente, no dejaba de chocar la idea de que la gente como Spiderman era una amenaza, y debĂ­a saberse su identidad por interĂ©s pĂºblico, y la idea de que Ă©l y Rita no hacĂ­an daño a nadie acostĂ¡ndose, y nadie tenĂ­a por quĂ© enterarse. Rita sabĂ­a que Jonah jamĂ¡s admitirĂ­a un fallo, en su mundo particular Ă©l siempre tenĂ­a razĂ³n, no se equivocaba nunca. Que simplemente permaneciese callado, ya era un gesto, y ella sabĂ­a apreciarlo. Se arrimĂ³ a Ă©l y permaneciĂ³ agarrada a su brazo con una sola mano, mientras con la otra le acariciĂ³ la cara. Jameson le besĂ³ los dedos, y la joven le abrazĂ³ por el pecho, mientras el director miraba hacia todas partes, pero no habĂ­a peligro, todos los asistentes estaban embobados mirando a Grant; si Rita querĂ­a abrazarle, podĂ­a hacerlo. Si querĂ­a acariciarle el pecho, no habĂ­a razĂ³n para que se privase. Si querĂ­a… ¿a dĂ³nde iba esa mano?
    Jonah mirĂ³ a los ojos a Rita y negĂ³ con la cabeza, pero ella sonriĂ³, traviesa, y pudo notar su voz, dulce y juguetona, dentro de su oĂ­do, aunque ella no despegĂ³ los labios nadie nos ve, sr. Jameson… ¿va a ser malo y obligarme a complacerle?. Era la vocecita de niña buena que solĂ­a usar cuando estaban a solas y ella adoptaba su rol de secretaria sumisa abusada por jefe mandĂ³n”, y los dos sabĂ­an que era uno de los puntos vulnerables de Jonah. Con presteza, el director puso en vertical la cartera de mano que habĂ­a colocado en el asiento de al lado, y encima de Ă©sta, su gabardina, para intentar ocultar lo que sucedĂ­a mĂ¡s abajo del reposabrazos, y era que Rita habĂ­a bajado la mano a su entrepierna y empezado a acariciarla suavemente. Al director se le cerraron los ojos cuando notĂ³ su miembro empezar a alzarse, y la joven siguiĂ³ frotando con toda calma, apretando el bulto y cambiando de vez en cuando a la cara interior de los muslos, haciendo cosquillas allĂ­. Jonah se agarrĂ³ al reposabrazos con una mano, la otra la seguĂ­a teniendo abrazada por su secretaria, notaba la presiĂ³n de las tetas de Rita contra su brazo, calientes y blanditas, tan acogedoras… Él y Rita se conocĂ­an bien, y aunque a Jonah le molestase un poco al principio reconocer que tenĂ­a un cuerpo tan traidor, lo cierto es que habĂ­a muchos puntos dĂ©biles en su piel, y con el paso del tiempo, Rita los habĂ­a descubierto todos, y no precisamente gracias al enlace mental. SabĂ­a lo mucho que le gustaban sus tetas, cualquier presiĂ³n contra ellas le encantaba. SabĂ­a que la zona justo debajo del ombligo, allĂ­ donde empezaba ya el vello pĂºbico, era terrible para Ă©l, unos besitos ahĂ­, unas cosquillas, y casi hubiera suplicado por penetrarla. Los dedos de los pies tambiĂ©n eran muy dĂ©biles, y apenas le rozaba, le subĂ­an escalofrĂ­os por la espalda que se cebaban en las corvas, detrĂ¡s de las rodillas, otro punto traidory la zona interior de los muslos, ahĂ­ donde justo ahora ella estaba acariciando, era asimismo espantosa en su sensibilidad. Toda la mitad inferior de su cuerpo era agua tibia, salvo un punto muy concreto que estaba tieso como un mĂ¡stil.
    Las caricias le estaban haciendo empezar a hacer sudar por el esfuerzo de contener los saltitos de gusto que se le escapaban, y estuvo a punto de dejar escapar un grito ahogado cuando su secretaria cambiĂ³ de capĂ­tulo; en un principio, Ă©l habĂ­a pensado que sĂ³lo querĂ­a tocarle un poco, ponerle contento, pero ahora acaba de echar mano al cierre del pantalĂ³n, ¡pretendĂ­a hacĂ©rsela allĂ­ mismo! ¿Estaba loca o quĂ©? “Oh, sĂ­, sr. Jameson, loca por usted…” gimiĂ³ la joven dentro de su oĂ­do, y Jonah tuvo que abrir la boca para tomar aire cuando ella le soltĂ³ el pantalĂ³n y hurgĂ³ en el calzoncillo hasta sacarle el miembro fuera de las ropas, ¡quĂ© caliente tenĂ­a la mano! ¡QuĂ© caliente y suave…! Jonah no resistiĂ³ mĂ¡s: Ă©l mismo le tomĂ³ la mano y le hizo apretarle la polla. Le llevĂ³ la mano a la punta y la dirigiĂ³ segĂºn el ritmo que deseaba, que no era precisamente lento.
     “¡QuĂ© malo y guarro es usted! AquĂ­, en medio de la rueda de la prensa, y me hace cascĂ¡rsela… Por favor, pare, que me da mucha vergĂ¼enza…” Jonah podĂ­a realmente oĂ­r la voz de niña buena que ella ponĂ­a, y eso le daba aĂºn mayor placer. De pronto, todo el mundo se levantĂ³ para aplaudir, y el director aprovechĂ³ la ocasiĂ³n; tomĂ³ a Rita de la nuca y la besĂ³ con furia, le metiĂ³ la lengua en la boca y ella respondiĂ³ con entusiasmo, frotando su lengua contra la de Ă©l, dejĂ¡ndole explorar su boca y acariciar su paladar y sus mejillas. La mano de Jonah, bajĂ³ con presteza de su nuca a su pecho y le apretĂ³ las tetas. Rita ahogĂ³ un gemido. La gente empezĂ³ a sentarse y se separaron rĂ¡pidamente. La joven estaba colorada y con los ojos brillantes de deseo, preciosa, y no dejaba de mover su mano sobre el miembro ansioso de su jefe.
     Jonah estaba gozando como un loco, ¿alguna vez le habĂ­an hecho algo asĂ­ en pĂºblico? AquĂ©lla vez siendo adolescente, con su primera novia en el cine, no contaba; ella no habĂ­a llegado a sacĂ¡rsela de la ropa y estaban en un coche, no habĂ­a peligro alguno. Mmmmh, quĂ© bien frotaba, sus dedos restregaban justo la punta, donde le daba mĂ¡s gusto, si tan sĂ³lo pudiera… sonriĂ³. SacĂ³ la cigarrera del bolsillo de la chaqueta y la dejĂ³ caer.
     “Huy” sonriĂ³ ella “Sr. Jameson… ¿No pretenderĂ¡ que me agache para alcanzĂ¡rsela y aprovechar para…?” Jonah asintiĂ³. A Rita le faltĂ³ batir palmas, de inmediato se arrodillĂ³ y se colocĂ³ entre las piernas del director; Ă©l le acariciĂ³ la cara y ella le mirĂ³ a los ojos mientras se metĂ­a de golpe en la boca la virilidad de Jameson.
    Rita sintiĂ³ que Ă©l la abrazaba con las piernas, pero no lo hacĂ­a de forma completamente voluntaria, habĂ­a dado una convulsiĂ³n de placer. La joven empezĂ³ a lamerle hacia arriba, hasta sacarla de su boca, y le mirĂ³ de nuevo a la cara mientras le lamĂ­a el miembro para humedecerlo bien. Su amante intentaba por todos los medios mantenerse sereno, pero ella no se lo ponĂ­a fĂ¡cil. Jonah se agarrĂ³ de nuevo a los reposabrazos e intentĂ³ recordarse que no debĂ­a gesticular ni poner caras raras, o se le notarĂ­a. La saliva caliente de Rita le resbalaba suavemente por el miembro, en regueros de cosquillas cĂ¡lidas. Su lengua se movĂ­a por todo el tronco, lamĂ­a desde los testĂ­culos al glande, se detenĂ­a en el frenillo, le daba besos al glande y se lo metĂ­a en la boca lo mĂ¡s profundo que podĂ­a, ¡ah, quĂ© placer! “Es tan agradable….” logrĂ³ pensar, y Rita lo oyĂ³ “Sigue asĂ­… sigue haciendo esooo…” La joven sonriĂ³. Con una mano le empezĂ³ a acariciar los testĂ­culos, y Jonah cerrĂ³ los ojos sin poder evitarlo. Con la otra mano, se puso a acariciarle el bajo vientre, esa zona tan sensible donde tenĂ­a tantas cosquillas, y el director tensĂ³ las piernas intentando por todos los medios parar quieto y no empezar a moverse a golpes de un lado a otro. Con la boca, empezĂ³ a subir y bajar con despiadada lentitud, dando vueltas a su lengua, saboreando la polla de Jonah como si fuera un gran caramelo.
      “No… no aguanto mĂ¡s…” Rita levantĂ³ los ojos. Su jefe tenĂ­a los nudillos blancos de agarrar los resposabrazos, la mandĂ­bula apretada, los ojos fijos en el vacĂ­o, y una gota de sudor deslizĂ¡ndose por su sien. AcelerĂ³. NotĂ³ que las caderas de Jonah daban golpecitos. Éste podĂ­a sentir el picor, el rabioso picor que se cebaba en su bajo vientre y en sus pelotas, podĂ­a sentirlo crecer en un placer que iba a estallar, y al fin lo hizo, en un borbotĂ³n de esperma que pareciĂ³ salirle del centro del alma, mientras Ă©l se esforzaba por permanecer quieto, ¡Dios, quĂ© gusto! ¡Era inmenso…! Rita tragĂ³, y notĂ³ las manos de Jonah en su cara. La tensiĂ³n de sus piernas desapareciĂ³, dieron un pequeño temblor y se relajĂ³. SintiĂ³ su respiraciĂ³n tomando aire profundamente, y aĂºn le dedicĂ³ algunas lamidas mĂ¡s al miembro de Jonah antes de sacarlo definitivamente de su boca. Cuando levantĂ³ la mirada, vio a su jefe con una esplendorosa sonrisa en la cara. Cualquiera que le mirase, podrĂ­a pensar que estaba enamorado de Grant.
      Rita se sentĂ³ de nuevo y le dio a Jonah su cigarrera con una sonrisa. El director le dio las gracias, pero no por alcanzarle el estuche de puros. “Supongo que sabes que esto, no termina aquĂ­” pensĂ³ Jonah y Rita pareciĂ³ sorprendida de manera genuina. “Sr. Jameson, no pensarĂ¡…” pero antes de que pudiera acabar la frase, la mano de Jonah estaba ya en su muslo, subiĂ©ndole la falda “Oh, no… ¡no, no! Por favor, pare… pare, que me da vergĂ¼enza, no… no me haga cosas aquĂ­, no se meta entre mis piernas…” decĂ­a, pero no dejaba de sonreĂ­r. Jonah acariciĂ³ sus bragas, y sintiĂ³ la humedad a travĂ©s de ellas.
     “SĂ­, ya veo la vergĂ¼enza que te da, estĂ¡s empapada… eres una viciosa que va de santita y le gusta que le metan mano en pĂºblico.” pensĂ³ para ella mientras apartaba la tela empapada y empezaba a acariciar. Él tambiĂ©n sabĂ­a dĂ³nde tocar y cĂ³mo hacerlo; se mojĂ³ los dedos y enseguida subiĂ³ al clĂ­toris, ya erecto y deseoso de que jugasen con Ă©l. “Aaah… no, ahĂ­ no… no me toque ahĂ­, por favor, sr. Jameson… por favor, no siga,… ¡mmmmh, quĂ© gustito…!” Rita se reĂ­a por lo bajo sin poder evitarlo, y no era la Ăºnica, Jonah movĂ­a su dedo en cĂ­rculos sobre su clĂ­toris resbaladizo y hĂºmedo, y cada caricia era una tortura de placer cosquilleante que le daba unas ganas inmensas de ser penetrada. El director no aguantĂ³ mĂ¡s; se arrodillĂ³ en el suelo frente a ella y hundiĂ³ la cara bajo su falda. Rita respingĂ³, ¡no se lo esperaba! No es que Jonah fuese egoĂ­sta en el sexo, pero… sĂ­ que era… digamos, un poco olvidadizo: una vez gozaba Ă©l, estaba dispuesto a dar placer, pero lo mĂ¡s rĂ¡pido posible, no solĂ­a “devolver” las cosas una vez que habĂ­a terminado de disfrutarlas. “Oh, sr. Jameson… quĂ© vergĂ¼enza, no me bese ahĂ­ aba…haaaaaaaah….” Rita temblĂ³ como un flan de gelatina, Jonah le estaba acariciando el clĂ­toris con la lengua, y al mismo tiempo coqueteaba en la entrada de su vagina con la punta de los dedos.
      “No, eso no, ¡no me meta los dedos!” Era todo lo que Jonah necesitaba oĂ­r para meterle el dedo Ă­ndice hasta el fondo y empezar a doblarlo. Rita fingiĂ³ toser para disfrazar un gemido fugado, y se dejĂ³ recostar un poco mĂ¡s en el asiento. “Hmmm, ¿no decĂ­as que no siguiera, que no te lo hiciera…?” PensĂ³ Jonah “Mira cĂ³mo te deslizas para que te toque mejor el coñito y te meta bien los dedos… quĂ© niña tan mala…”. Rita le mirĂ³. Jonah dejĂ³ de acariciarle el clĂ­toris con la lengua, y se frotĂ³ contra Ă©l. La joven temblĂ³ y sus muslos apresaron la cara del director. “¡El bigoteee…. El bigote no, el bigotitoo… el bigote noooo…!” intentĂ³ protestar, mientras Jonah le rascaba el clĂ­toris con el pelo del bigote, como si lo cepillase, en una tortura de cosquillas irresistible. El director empezĂ³ a meter y sacar su dedo, y sintiĂ³ que ella le apretaba entre sus piernas. Rita notĂ³ unas ganas tremendas de orinar, de gritar de placer, saltar en la silla y apretar la cabeza de Jonah contra su punto mĂ¡gico, ¡iba a correrse en su mismo bigote y no podĂ­a ni siquiera moverse! Se llevĂ³ la mano a la boca y se mordiĂ³ el dedo Ă­ndice mientras el placer crecĂ­a en su clĂ­toris y su pared vaginal a la vez. El cosquilleo elĂ©ctrico le hacĂ­a dar pequeñas sacudidas por mĂ¡s que quisiera contenerse, y una dulce sensaciĂ³n de rascar un picor rabioso aumentaba, y aumentaba, y aumentaba, hasta que al fin estallĂ³ dentro de ella y la hizo temblar, ponerse tensa y relajarse, tensarse de nuevo y elevar las caderas, y al fin dejarse caer de nuevo sobre el asiento, mientras sus mĂºsculos daban tirones y su vagina se contraĂ­a de gozo, apresando el dedo de Jonah dentro de ella.
    El director emergiĂ³, con una gran sonrisa en la boca y el bigote hĂºmedo. Rita estaba medio desmadejada en el asiento, incapaz de moverse; cada vez que lo intentaba, su sexo le mandaba una nueva corriente de placer cĂ¡lido que acariciaba todo su cuerpo. Jonah le recolocĂ³ la falda acariciĂ¡ndole los muslos. De nuevo sonaron fuertes aplausos y Rita aprovechĂ³ para soltar un gemido largo y ronroneante, ¡quĂ© dulcĂ­simo habĂ­a sido! Al fin logrĂ³ recomponerse en su asiento y recuperar el aliento, y le ofreciĂ³ a Jonah un pañuelo de papel para limpiarse un poco la cara. La gente se levantĂ³ y empezĂ³ a salir de la sala, era indudable que los discursos habĂ­an acabado. Se hicieron los remolones para quedarse los Ăºltimos, y una vez a solas, Jonah la abrazĂ³ fuertemente y la besĂ³, estrechĂ¡ndola contra si. Rita devolviĂ³ el beso luchando por mantener los ojos abiertos para mirar a los de Jonah, azules y llenos de vicio, pero tambiĂ©n cariñosos. El director detestaba ponerse tierno; ya era viudo, habĂ­a tenido suficiente con perder a una esposa, insistĂ­a que la relaciĂ³n entre Ă©l y Rita era sĂ³lo de amistad con derechos, y la propia Rita lo querĂ­a asĂ­. Le querĂ­a, y como amante era estupendo, pero como pareja 24/7 serĂ­a insoportable… pero algunas veces, de vez en cuando, a los dos se les escapaba la ternura.

     -SĂ­, en la planta 26, vengan… - Grant dedicaba su mejor sonrisa a los periodistas mientras les hacĂ­a pasar al ascensor. En la planta 26ª del edificio pensaba ofrecer un pequeño refrigerio y contestar a preguntas, segĂºn Ă©l para hablar directamente con los electores por medio de la prensa, y no contestar sĂ³lo a las preguntas que querĂ­an sus rivales. Rita estaba en el lavabo y Jonah se quedĂ³ atrĂ¡s a propĂ³sito; querĂ­a entrevistar a Grant Ă©l solo.
     -Señor Grant, he de hacerle unas preguntas. - susurrĂ³ Jameson - sĂ³lo serĂ¡n unos segundos, usted y yo, sin mediaciĂ³n de curiosos ni de esos sensacionalistas.
     -CĂ³mo no, suba con los demĂ¡s y…
     -SĂ­, sĂ­, pero serĂ¡ sĂ³lo un momento, querrĂ­a saber su opiniĂ³n exacta sobre…
     -Desde luego - insistiĂ³ Grant, forzando la sonrisa - Sea tan amable de subir con los demĂ¡s, y cuando estĂ©n allĂ­, podrĂ©… - Jonah casi tenĂ­a un pie en el ascensor cuando Rita gritĂ³.
    -¡No suban! - y la puerta se cerrĂ³. Rita corriĂ³, pero el ascensor habĂ­a empezado a subir. Jonah la mirĂ³. Estaba pĂ¡lida de terror mientras miraba a Grant - Usted… ¡asesino! ¡PolicĂ­as! ¡DetĂ©ngale, ha puesto una bomba en el ascensor!
    Los agentes de seguridad de servicio se acercaron, ¿quĂ© decĂ­a aquĂ©lla mujer? Jonah no podĂ­a dar crĂ©dito a lo que oĂ­a, pero Rita podĂ­a leer mentes, ¿era posible…?
     -¿QuĂ© sucede? - dijo uno de los guardias.
     -¡Esta mujer estĂ¡ loca! - afirmĂ³ Grant.
    -¡No es cierto! ¡Tiene un cĂ³mplice en el baño que le avisĂ³ que la bomba del ascensor estaba colocada! ¡Yo estaba en el baño y lo oĂ­ todo! - al candidato le cambiĂ³ la cara en un segundo - ¡Va a estallar en segundos, tienen que hacer algo!
    -¿Desde el baño de mujeres oyĂ³…? - pero la detonaciĂ³n interrumpiĂ³ al policĂ­a. Rita dejĂ³ escapar un chillido de miedo y se tapĂ³ las orejas, ¡debĂ­a estarle llegando toda la angustia de esa pobre gente! Grant echĂ³ a correr, uno de los policĂ­as saliĂ³ tras Ă©l, el otro empezĂ³ a llamar por su telĂ©fono, y entonces, sonĂ³ un portazo del lavabo de caballeros, y Spiderman saliĂ³ con un hombre atado en telaraña pegajosa, y lanzĂ³ un tiro de la misma hacia las piernas de Grant
     - ¡El ascensor estĂ¡ asegurado! - dijo - Lo sujetĂ© con redes; aguantarĂ¡, pero serĂ¡ mejor que saquen cuanto antes a esa gente… - se quedĂ³ mirando a Jameson - Que conste que sĂ³lo lo he hecho porque no ibas tĂº, Jameson; llegas a estar en ese ascensor, y lo hubiera dejado caer, ¡harĂ­amos un mundo mejor!
     El sonido de una ambulancia empezĂ³ a acercarse, y Spiderman se marchĂ³ mientras los policĂ­as le aplaudĂ­an, para disgusto de Jonah. El director tomĂ³ de la mano a Rita y la apremiĂ³:
     -¿DĂ³nde se ha parado el ascensor, en quĂ© piso?
     -A… a la altura del quinto o sexto, mĂ¡s o menos. EstĂ¡n casi en mi lĂ­mite, ¿porquĂ©?
Jonah tirĂ³ de ella y echĂ³ a correr hacia las escaleras.
     -¡Ven, corre! - dijo mientras trotaba. - ¡Si van a sacarlos ahora mismo, el Bugle estarĂ¡ allĂ­ el primero para verlo… y para que nos expliquen cĂ³mo es posible que Spiderman llegase milagrosamente tan a tiempo!
     Rita corriĂ³ junto a Ă©l. Jonah era director precisamente porque era periodista, y era una profesiĂ³n que amaba; cuando olĂ­a una noticia, o cuando olĂ­a la posibilidad de algo interesante, no le frenaba nadie.
     -¡AquĂ­, es aquĂ­! - dijo Rita, en efecto, en el quinto piso. - Salieron por la puerta de las escaleras, y ya en el pasillo oyeron a la gente, aĂºn encerrada pidiendo que les sacaran de allĂ­. Al segundo llegaron los socorros por el otro ascensor, forzaron la puerta y la gente empezĂ³ a salir; la cabina se habĂ­a detenido en un sitio muy bueno, sĂ³lo quedaba un pequeño escalĂ³n, de modo que no fue preciso aupar a nadie.
     -¡Grant pretendĂ­a matarnos! - dijo alguien - se hubiera librado de la prensa y hubiera hecho creer que el objetivo del atentado era Ă©l. ¡Spiderman detuvo el ascensor, abriĂ³ la trampilla del techo para comprobar que todos estĂ¡bamos bien!
     -Jameson, su querido candidato, al que llevaba semanas peloteando, le querĂ­a tan muerto como a nosotros, ¡cuando hubiera caĂ­do el ascensor, tendrĂ­a las elecciones ganadas! - le echĂ³ en cara un periodista de un informativo de lĂ­nea editorial muy diferente a la suya.
     -¿De veras? - contestĂ³ Jonah, encendiendo un puro - ¿Y eso quiĂ©n lo dice? ¿CĂ³mo sabemos que esto no ha sido orquestado precisamente por Spiderman?
     -¿EstĂ¡ de broma, Jameson? ¡Spiderman nos ha salvado!
     -Claro, quĂ© casualidad que apareciera JUSTO en el momento preciso, como siempre. Cualquiera dirĂ­a que sabĂ­a exactamente quĂ© iba a suceder.
     -¿CĂ³mo puede estar tan ciego? La campaña de Grant ha recibido fondos de empresas cuya mano final es la de Kingpin, ¡esto ha sido una maniobra suya para hacerse con el control de la ciudad, desde la polĂ­tica!
     -¿Y quiĂ©n nos asegura que no lo ha hecho el propio Spiderman para ganar por la mano a Kingpin y hacerse Ă©l con el control de la ciudad? ¿No ven que el tener de su parte a la opiniĂ³n pĂºblica le granjea la tranquilidad de delinquir sin que nadie sospeche de Ă©l? ¿Podemos estar seguros de que no se ha tratado simplemente de una comedia? - Jonah mirĂ³ el ascensor - Estoy seguro que no ha sido mĂ¡s que pirotecnia. Ha podido limitarse a montar un dispositivo que hiciese el ruido de una explosiĂ³n; la vibraciĂ³n del sonido activarĂ­a el sistema de seguridad del ascensor y harĂ­a que Ă©ste se detuviese, y podrĂ­a aparecer como el salvador.
     -No, sr. Jameson… le garantizo que la bomba era autĂ©ntica - intervino Rita, ella lo habĂ­a todo y lo sabĂ­a con certeza.
     -No digo que la bomba no fuese autĂ©ntica. - rebatiĂ³ Ă©l - Digo que no estaba hecha para tirar el ascensor, sino sĂ³lo para hacer ruido. ¿Por quĂ© no hacer directamente que el ascensor estallara en lugar de simplemente caerse? Van a ver.
    -¡Sr. Jameson, NO, por Dios! - gritĂ³ Rita, pero Jonah ya se habĂ­a metido en el ascensor. SaltĂ³. SaltĂ³ con fuerza. No pasĂ³ nada. - Sr. Jameson… - Rita tenĂ­a los ojos desencajados de miedo, pero Jonah sonreĂ­a. Todo el mundo le miraba con asombro, algunos con fastidio, otros con una cierta admiraciĂ³n.
     -¿Lo ven? Sujetar un ascensor con redes… El ascensor estĂ¡ bien sujeto con sus cables de acero, ese tipo ha hecho lo que hace siempre, hacer un poco de teatro, ¡les digo que Ă©l es la verdadera amenaza! - saliĂ³ del ascensor y dio una larga calada al puro - AhĂ­ dentro, nunca hubo el menor peligro. - TirĂ³ el puro al suelo de la cabina. Y el ascensor cayĂ³. Jonah saltĂ³ hacia atrĂ¡s como un gato, cinco pisos mĂ¡s abajo se oyĂ³ un gran estrĂ©pito cuando la cabina cayĂ³ al suelo y se destrozĂ³ como si fuera de papel. Rita le mirĂ³. Pero no osĂ³ decirle nada, igual que nadie se vio con Ă¡nimo de decĂ­rselo; Jonah, sudado y con la mandĂ­bula apretada, estaba del mismo color que la leche. La joven secretaria le abrazĂ³ con fuerza, y al hacerlo, notĂ³ que el pobrecito hasta temblaba.
     -¡Mire aquĂ­, sr. Jameson! - Jonah se volviĂ³. Y quiso gritar “¡No!”, pero ya era tarde, Parker habĂ­a apretado el botĂ³n.

     “Atentado frustrado” DecĂ­a el titular, y contaba cĂ³mo el Bugle habĂ­a colaborado activamente en la detenciĂ³n del sospechoso Grant y en el rescate de los atrapados en el ascensor, y Spiderman habĂ­a salvado las vidas de muchos periodistas (jĂºzguese que no decĂ­a “personas inocentes”), ademĂ¡s de detener a Grant y a su cĂ³mplice experto en explosivos. Una gran foto de Spiderman junto a Grant ya esposado ilustraba la primera pĂ¡gina, pero a Jonah no le hacĂ­a ninguna gracia la foto que acompañaba al reportaje completo, en las pĂ¡ginas interiores.
     -Mi reputaciĂ³n… - se lamentaba aquĂ©lla mañana, con Rita sentada en su mesa, que miraba la foto con una arrobada sonrisa - Un hombre tan serio como yo haciendo el papel de pañito de lĂ¡grimas… ¿quĂ© serĂ¡ lo prĂ³ximo que haga ese niñato? ¿Retratarme bajando a un gatito de un Ă¡rbol?
     -Vamos, Jonah, no exageres, ¡es una foto preciosa! - su secretaria se la mostrĂ³ una vez mĂ¡s. En la foto aparecĂ­a Jameson abrazado a ella; como habĂ­a sido hecha justo cuando Jonah veĂ­a las intenciones de Parker, aparecĂ­a con gesto furioso y no asustado, furia que podĂ­a atribuirse al intento de atentado que habĂ­an sufrido. Rita por su parte, aparecĂ­a tapĂ¡ndose la sonrisa con la mano, pero como no se le veĂ­a la expresiĂ³n, podĂ­a pasar porque estaba asustada o aguantando el llanto - Y gracias al tino del chico, el pie de foto resulta creĂ­ble: “El director del Daily Bugle reconforta a una de las vĂ­ctimas”. Piensa que podrĂ­a haber sido peor… PodrĂ­a haber hecho la foto alguien de otro periĂ³dico y contar la verdad, que era yo quien te reconfortaba. Bueno, de hecho, te sostenĂ­a.
     -“SostenĂ­as”…. ¡Pues ve a sostenerme un cafĂ© doble! ¡Y busca a Parker! ¡Quiero el archivo digital de esa foto; si la veo en cualquier otro medio, lo pagarĂ¡ caro! ¡En Ă©ste condenado periĂ³dico nadie piensa en trabajar, sĂ³lo en dinero y en salir cuanto antes! ¡Maldita sea, tenĂ©is todos suerte de que tenga un corazĂ³n de oro…!
    







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