Bondage, Dominación, Sadismo y Masoquismo. A eso obedecen las iniciales del tema que hoy vamos a tratar, y con el que hay una gran controv...

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Bondage, Dominación, Sadismo y Masoquismo. A eso obedecen las iniciales del tema que hoy vamos a tratar, y con el que hay una gran controversia. ¿Son prácticas machistas, cosificadoras y humillantes? ¿Degradan a quien se somete a ellas? ¿pueden llevar a relaciones insanas de poder y aún a la muerte? Todo vamos a verlo hoy.

 

Complácete. Compláceme.
Complácete. Compláceme.



                Se conoce como “dominación” toda relación sexual en la que una de las partes se pone a disposición de la otra durante la misma, siendo relegado al papel de esclavo que obedece a la otra parte, que será el amo. Como vemos, la definición no hace la menos alusión al sexo de los componentes de la pareja. No obstante, hay quien ve implícito que el esclavo sea siempre la mujer, y el amo el hombre. Tal concepción no sólo es simplista, también es prejuiciosa y además excluye por completo a las parejas del mismo sexo, como si estas no pudiesen disfrutar de una relación de dominación, de modo que si tenemos ese pensamiento, es hora de desterrarlo. Las relaciones de dominación necesitan un amo y un esclavo, y estos pueden ser indistintamente el hombre o la mujer, de mayor o menor edad (porque también hay quien piensa que el amo ha de ser forzosamente el de más edad, y el esclavo el más joven).

 

¿Qué derechos (y obligaciones) tiene mi amo sobre mí?

                A raíz del alboroto causado por cierta novela, de cuyo nombre no quiero acordarme, se hizo mucha alharaca sobre qué es y qué no es una relación de dominación; que si era machista, que si era humillante… Vamos a ver con detenimiento los derechos que un amo tiene:

                Un amo va a tener derechos sobre nosotros sola y exclusivamente durante el tiempo que dure la sesión (el encuentro sexual). Ni un minuto más. Una vez el encuentro finaliza, el amo ya no es tal. A partir de ese momento, ya es Pepa, o José Antonio, alguien que no tiene derecho a darnos órdenes. Y durante la sesión, nuestro amo podrá someternos sólo porque nosotros le autorizamos a ello, y hasta el punto que nosotros mismos toleremos. Esta idea es crucial: nuestro consentimiento hace que nuestro amo pueda serlo, pero en cualquier momento podemos (y debemos) retirarle esa confianza si no nos complace como amo, si nos pide cosas que no deseamos hacer, o simplemente, si nos aburre el juego.

                Un buen amo no sólo respeta a su esclavo, también conoce sus gustos y sabe hasta dónde puede llegar, o qué diversiones puede ofrecerle para conseguir lo más importante: mantener el interés del esclavo. Ser amo es más difícil de lo que parece, exige una gran imaginación y creatividad, una importante presencia de ánimo y cierta maestría para mantener el juego y que el esclavo disfrute siempre de la intriga, que quiera ser sometido para ver a qué va a jugar con él su amo. El esclavo en cambio, tiene un papel mucho más sencillo: someterse y obedecer.

                Durante la sesión, entramos en un juego de rol. Una aventura en la que cederemos nuestra voluntad a los caprichos de nuestro amo, y éste nos tratará a su antojo. Allí podrá insultarnos, pegarnos, ordenarnos ciertas prácticas y jugar con nosotros como mejor le plazca, pero siempre dentro de unos límites pactados y con una palabra de paro.

 

¿Qué es la palabra de paro?

                La palabra de paro, de detención, o la palabra del pánico, es una expresión que habremos pactado con nuestro amo antes de comenzar el juego, y que significa que queremos que el juego se detenga de inmediato y que nuestro amo está obligado a escuchar y obedecer. Podemos utilizarla porque estemos sintiendo dolor, porque sin querer nos hayan hecho daño, o porque estemos rebasando un límite que no deseemos. Es conveniente utilizar una palabra cuyo uso no sea frecuente (“eclipse”, “uranio”, “célula”, son habituales como palabras de paro por esta razón). De ese modo no hay peligro de confusión, y deja libres todas las súplicas y ruegos que queramos usar, sin que ello signifique que queramos parar, sino sólo dar ambiente al juego.

 

¿Qué puede y no puede hacer mi amo?

                Un buen amo puede y debe hablar con nosotros largo y tendido antes de iniciar una sesión, porque -como siempre digo- la comunicación es clave, y aquí más. Generalmente nos hará sentirnos muy cómodos y confiados con facilidad, porque esa es la base de la dominación: la confianza en el otro. El saber que van a esclavizarnos por un rato, sí, pero no para hacernos nada malo, sino para explorar un nuevo tipo de placer y juegos. Durante esa charla se dejarán sentados los límites de la relación, las prácticas que serán aceptables y las que no. Y todo eso, lo decidirá el esclavo. Una vez comenzada la sesión, perderemos nuestra opinión, y será ya nuestro amo quien lleve la voz cantante en todo momento. Sin salirse de lo pactado, pero será él quien decida si podemos hablar o no, los juegos, la duración de los mismos, el tratamiento que nos da y hasta si podemos llegar al orgasmo o no.

                No obstante, hay cosas que no puede hacer nuestro amo. No puede ordenarnos hacer cosas ilegales, que atenten contra nuestra salud, que nos pongan en peligro, ni puede ponernos normas para nuestra vida privada fuera de las sesiones. Así, no puede ponernos a dieta, ni obligarnos a ayunar, no puede exigirnos que dejemos nuestro trabajo, o que tengamos un hijo suyo si no lo deseamos. La potestad de mando sólo se atañe a los juegos de dominación; fuera de ellos lo único que puede hacer es darnos consejos o sugerencias como cualquier otra persona de nuestro entorno, y nosotros seremos libres de seguirlos o no.

 

¿Es humillante o cosificadora una relación de dominación?

                Respuesta corta: NO. Y ahora vamos a ver porqué. Decíamos más arriba que es el esclavo quien pone los límites de las sesiones y marca hasta dónde está dispuesto a llegar con su amo. Así, si este hace que un esclavo, durante la sesión, permanezca esposado a la cama, o tenga que andar a gatas, o sólo se pueda comunicar ladrando, todo eso ha sido consentido por él. En cualquier momento puede utilizar su palabra de paro si algo le desagrada. Luego todo lo que se hace en un juego de dominación no es humillante ni degradante, porque es consentido, no daña a nadie y proporciona placer a ambas partes. Las relaciones de dominación, son un poco como lamer el helado del plato: hacerlo en la calle sería una falta de educación y una guarrada, pero en la intimidad de nuestra casa, todos lo hacemos y nos encanta.

 

                La dominación es una rama de los juegos sexuales muy atrayente y que, cuando se hace con una pareja fija, es muy satisfactoria y abre las puertas a un nuevo nivel de entrega y confianza. No hay que mirarlo con temor, no se trata de quemarse con cigarrillos ni dejarse ahorcar, sino de entregarse a una persona que sabemos que nos hará disfrutar, y nos usará sin mal usar.

                Y vosotros, ¿habéis experimentado la dominación? ¿Habéis sido amo, o esclavo? ¡Dejádmelo en comentarios!



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