Pornografía, ¿buena o mala?   « La pornografía es la culpable de los divorcios. La pornografía tiene la culpa de que los niños tengan ...

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Pornografía, ¿buena o mala?

 

«La pornografía es la culpable de los divorcios. La pornografía tiene la culpa de que los niños tengan un despertar sexual temprano. La pornografía tiene la culpa de los embarazos adolescentes, de la violencia hacia la mujer, de las violaciones…». ¿Cuántas veces hemos escuchado algo así? Muchas, ¿verdad? Es un mantra tan repetido como el que nos dice que la culpa de la violencia juvenil la tienen los videojuegos. Y, por si no lo habéis deducido ya, es igual de falso. Vamos a verlo con detalle.

 


«La pornografía hace que el cerebro se acostumbre a ver sexo, y eso hace que uno tarde más en excitarse y busque contenidos cada vez más fuertes».

            Esta premisa, en principio, es cierta. En principio. Es verdad que el cerebro se acostumbra a las escenas sexuales -igual que a las violentas- con relativa facilidad, por eso el terremoto de excitación que nos puso las orejas coloradas y hasta nos hizo temblar de pies a cabeza aquella vez vimos unos minutos de peli porno del Plus sin decodificar, ya no se repetirá. Pero esto tampoco significa que lleguemos a ser incapaces de sentir excitación. Basta con que suprimamos los contenidos X durante un par de días para que nuestras hormonas vuelvan al ataque y nos proporcionen una respuesta potente la próxima vez que los veamos. También podemos variar de contenidos y dedicarnos al cómic erótico, a las novelas sugerentes… La variedad hace que nuestro cerebro tarde más en acostumbrarse al estímulo y también nos ofrezca experiencias diferentes.

            Lo que no debemos hacer nunca es obsesionarnos. En la adolescencia, el placer del erotismo y el sexo tienen todo el encanto de la novedad y, debido a nuestros instintos reproductivos, usan unos mecanismos de recompensa muy fuertes destinados a hacer que ese comportamiento se repita. Es preciso no dejarse llevar por ellos hasta el extremo de saturarnos y que pierdan el interés. Recordemos que, en exceso, TODO es malo. Ya sea hacer deporte, trabajar, estudiar, o tener sexo en cualquiera de sus formas. Si compruebas que realmente no puedes dejar de ver pornografía, que necesitas verla para funcionar (sexual o personalmente), que si no ves porno o no te masturbas varias veces al día estás irritable o te cuesta concentrarte, tienes un problema, y debes pedir ayuda. Sí, da vergüenza. Sí, será duro. Pese a todo, debes hacerlo, igual que debe hacerlo un alcohólico o un drogadicto. Tiene solución.

            No, en este caso, la pornografía no es culpable de haber producido adicción en un individuo, igual que la cerveza no es culpable del alcoholismo, ni el póker lo es de la ludopatía. Estamos hablando de enfermedades. Al igual que nadie tiene la culpa de sufrirlas, los elementos relacionados con ellas (productores de dopamina asociados al placer), tampoco son responsables de que una mínima parte de la población las sufra, y no se pueden demonizar ni prohibir en modo alguno.

 

«Pillé a mi pareja viendo porno y me sentó mal. No quiero ni que me toque, creo que cuando está conmigo, piensa en las personas del vídeo».

            Un dato importante del que debemos ser conscientes es que nunca, nunca, vamos a ser completamente dueños de la otra persona. Y está bien que sea así, es correcto que sea así. Cada uno debe tener su parcelita de independencia; igual que tú sales con tus amistades y eso no significa que salgas a ligar, o igual que practicas hobbies o estudios con los que tu pareja no comulga, esto también se extiende al mundo de las fantasías eróticas y el porno, y eso no significa que te esté siendo infiel, ni que piense en serlo.

            Por muy buen sexo que tengáis, por muy frecuente y espectacular que sea, hemos de asumir que es muy probable -o hasta seguro- que nuestra pareja se va a masturbar de vez en cuando. Porque es agradable, porque a veces apetece sólo eso, porque se aburre… porque es su cuerpo, y tiene perfecto derecho a ello, como lo tiene a hacerse un tatuaje o a hacer deporte. Si se masturba viendo porno, no significa que tú no le excites, significa que le apetecía ver ese vídeo, igual que si habla con otras personas no implica que tu conversación le aburra, sino sólo que le apetecía hablar con otra persona.

            Tomar actitudes de revancha, celos, decirle cosas como «si quieres sexo, hazlo con el guarro ese/con la guarra esa del vídeo», castigarle sin sexo o cosas semejantes, sólo produce culpa -que no arrepentimiento-, malestar y pérdida de confianza. Ten en cuenta que tu pareja es un adulto: no va a cambiar un hábito que no daña a nadie sólo porque tú no seas capaz de entender que su fantasía es un terreno privado. Lo que es más fácil que haga en su lugar es ocultártelo, disimular y mentir.

 

            Si es a ti a quien han pillado, recuerda que no hacías nada malo. No te dejes convencer de lo contrario, salvo que:

            -te masturbes todos los días o con mucha frecuencia, pero si tu pareja te pide intimidad, a ti nunca te apetece.

            -compares a tu pareja con los protagonistas de los vídeos y salga malparada, la humilles dentro de tu mente o pienses que, si estás con él o ella, es sólo porque no puedes aspirar a algo más apetecible.

            -Eres incapaz de excitarte con tu pareja, sólo lo haces con los vídeos.

            Si se da el caso de uno o varios de los supuestos citados, por favor, no hagas sufrir a una persona haciéndole vivir una mentira. Está claro que no quieres y no deseas a tu pareja. Habla sinceramente con ella y decidid si vais juntos a terapia (porque la necesitas) o si es preferible que rompáis la relación, pero nunca, nunca ates a una persona, ni te ates tú mismo, a una relación junto a alguien por quien ya no sientes nada, sólo por el temor a la soledad. Es algo que, a la larga, lleva al mismo sitio, y que solamente genera dolor y frustración.

            Si tu caso no pasa por ninguno de los citados, puedes estar tranquilo. Lo que haces es normal y hasta saludable. Habla con tu pareja, recuérdale que es la persona que has elegido y le amas. Sugiérele que también explore su cuerpo y mente, fantasee y se toque si es que no lo hace. Recordad que ver porno o masturbarse en pareja es una diversión estupenda y deliciosamente perversa.

 

«La pornografía muestra a mujeres humilladas y violentadas a las que les gusta ser violadas, y eso fomenta la violencia hacia la mujer».

            Existe el porno brutal y humillante, en el que una mujer es sometida, insultada, ensuciada, maltratada y ridiculizada de varias maneras por hombres y/o mujeres y, como son actrices, fingen pasarlo muy bien y disfrutar mucho con ello. Ya os digo que no se trata de mi género favorito. Así que no lo veo. Sin embargo, también hay porno, mucho, en el que un hombre es igualmente sometido, insultado, maltratado, etc., por mujeres y/o hombres. Hasta la fecha, no he visto a ningún hombre quejarse de que ese tipo de pornografía les cosifica y fomenta la violencia hacia el varón.

    
       
Cualquier persona mentalmente sana y equilibrada puede ver ese tipo de contenidos si le resultan excitantes y disfrutar con ello durante el tiempo que dure el vídeo. Cuando cierre el navegador, os garantizo que esa persona no va a convertirse en Mr. Hyde, ni va a salir a pegar y violar a mujeres convencido de que van a gozar con ese ataque. Una persona perturbada sí lo hará, de acuerdo, no obstante, una persona perturbada puede ver Hello Kitty y lanzarse a violar gatitos. ¿Es culpa de Hello Kitty? ¿Debemos prohibir todos los dibujos animados de animales antropomórficos? Claro que no. Una persona que sufre una enfermedad, ni es responsable de sus actos, ni puede responsabilizar a entes inanimados (llámese el porno o Hello Kitty) de ellos.

            Dentro del porno existen muchos miles de géneros y subgéneros. Y el porno de violaciones o maltrato (que yo suelo llamar «porno revanchista», porque tengo la sensación de que lo ven aquellas personas que no tienen ningún éxito en sus relaciones y se desahogan viendo cómo alguien humilla y maltrata a aquellos o aquellas que no les hacen casito), es sólo uno de ellos. Hace mucho ruido, sí. Pero igual que existe ese género, también hay otro ocupado sólo del orgasmo femenino. O el porno paródico. O el porno romántico. O… hay miles de géneros, y sólo en uno vemos abusos que, no lo olvidemos, son actuados, y la actriz o el actor al que vemos en la pantalla ha accedido a ese sometimiento a través de un contrato legal y a cambio de una abultada suma de dinero. El porno, pues, no es ni puede ser culpable de que una persona tenga unas ideas rancias y machistas, o de que esté enfermo y maltrate mujeres. Y si vais a decirme que no es lo mismo una mente adulta que una en formación, aquí va el último apartado.

 

«Los niños de hoy están picardeados desde la guardería, ¡la culpa la tiene el fácil acceso al porno!»

          

"¿Y por qué todo ese porno no estaba ahí cuando era joven yo? ¡Jo!"

      Qué cómodo es que haya algo a lo que podamos echarle la culpa y así eludir nuestra responsabilidad. Y no. Queridos padres, profesores, tutores y Maude Flanders preocupados por los niños en general: la culpa NO es de la pornografía ni de su accesibilidad.

            Permitan que me ponga un poco en plan Abuelo Cebolleta. Cuando yo era pequeña, mi calle estaba llena de videoclubs que, entre las joyas del Séptimo Arte como Desaparecido en combate o …Y si no, nos enfadamos, había también cintas porno, de carátulas muy explícitas. Los kioscos estaban llenos de revistas para adultos expuestas al público, desde la Kiss Comix al Penthouse. En Telecinco estaban las Chicas Chin-Chín, que salían con tan poca ropa que Tarzán a su lado parecía un esquimal, y en revistas aparentemente inofensivas como la Fotogramas o el TelePrograma, raro era el número que no traía una o dos páginas con anuncios de películas X para comprar por correo. Todo eso no tenían que buscarlo en un móvil o un ordenador, estaba por la calle. Y como la mujer del kiosco te viese echando una mirada donde no debías, tiempo le iba a faltar para contárselo a tu madre, a aquella no había manera de borrarle el historial. Por aquel entonces, también había numerosos padres bienintencionados que decían que los niños ya no teníamos inocencia y creceríamos como depravados sexuales, porque teníamos erotismo por todas partes.

            Por más que se diga aquello de «tan mal, no hemos salido», la verdad es que, como siempre, había niños que con nueve años ya se merecían una orden de alejamiento y niños que como a los trece se enteraron de que, lo que tenían entre las piernas, no sólo servía para hacer pis. ¿Cuál era la diferencia? ¿Acaso los segundos habían sido criados en una isla remota a la que no llegaba ni el Pulgarcito? Nada de eso. El secreto era que nuestros padres habían velado por nosotros en lugar de quejarse y decir que «había demasiado erotismo, demasiada libertad, y había que cortarles las alas a la televisión y la prensa». Hoy día, sucede lo mismo.

            Es cierto que nuestros hijos piden teléfonos con acceso a internet desde muy temprano, y ordenador en su cuarto apenas saben hablar. Pero porque lo pidan, no significa que se lo tengamos que dar. Un niño que aún no pone dos cifras en su edad no necesita un smartphone, ni menos aún necesita llevarlo al colegio. Tampoco es preciso que tenga el ordenador en su cuarto y que lo use a solas y con la puerta cerrada. Hay herramientas tecnológicas de sobra para impedir el acceso a determinados contenidos o páginas web, pero es preciso que, como padres y educadores, nos tomemos la molestia de buscarlos y tenerlos actualizados, que supervisemos los dispositivos y las amistades de nuestros hijos o menores a cargo. Igualmente, es preciso ponerse delante de ellos, escucharlos y hablarles. Darles una educación sexual sana y sincera, no frasecitas tipo «te trajo la cigüeña… a tu edad tú tienes que pensar en estudiar y no en tener pareja… hacer eso produce ceguera, y luego te sale pelo en las manos, no creces y te mueres», sino establecer con ellos un clima de confianza que les haga saber que pueden acudir a nosotros en todo momento, y no que deben ocultarnos todo lo que hacen y acudir a nosotros ya sólo como último recurso.

            Qué duda cabe que esto da vergüencita. Sin embargo, es el único modo. La pornografía está ahí, va a seguir ahí y debemos recordar que, controvertida o no, es un entretenimiento más, tan válido como el cine de acción o de terror. El porno no tiene la culpa de caer en manos de un adicto, un enfermo o un niño. Debemos ser nosotros mismos quienes pongamos las barreras para que, cuando nuestros menores encuentren el cine X, lo hagan lo más tarde posible, con una actitud madura y una cabeza bien amueblada. Y en eso, la responsabilidad nunca será del Estado o del propio porno. Será nuestra por entero.

 

 

 

           



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2 comentarios:

  1. Estoy en acuerdo contigo Dita. Y me permito compartir un fragmento de la reseña que hizo Hilario Topete Lara; miembro de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, INAH, sobre: Pornocultura, ensayo de Naief Yehya.

    "La pornografía no es una cosa sino una política, es una estrategia de un grupo con poder destinada a limitar el acceso de una parte de la población a determinadas formas de expresión. El porno es sólo otra denominación de la censura, es un género de naturaleza contestataria que únicamente tiene sentido por su antagonismo con lo aceptable. De allí que el contenido de la pornografía no importe tanto como los mecanismos que la prohíben [Yehya, 2013: 304]."
    --En esta acepción el porno no es para el autor la simple exhibición de humanos copulando o en práctica sexual alguna, y tampoco es, como suele sostenerse, una expresión de odio o cosificación sobre el cuerpo; es, sí, "sólo otra denominación de la censura, es un género de naturaleza contestataria que sólo tiene sentido por su antagonismo con lo aceptable" [p. 304]. Así, al cambiarle la acepción, lo presentado/ representado matiza la vieja idea de que lo pornográfico no es la imagen, sino lo que se tiene en la mente (el material explícitamente sexual no es ni bueno ni malo; ni pecaminoso ni ofensivo... simplemente, es) para proveerlo de un contenido adicional, el que le dan la transgresión, el control y su manejo: lo pornográfico es, además de ese material destinado a la producción de placer, la restricción para el acceso al mismo; por eso mismo el porno abarca algo más que sexualidades.--

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    1. ¡Gracias por leer y comentar!

      Justo. No deja de ser una manera que querer controlar el pensamiento, de pretender taparnos los ojos como si fuéramos aún menores de edad y decirnos "noooo, no veas esto que es malo, deja que sea Papá Estado-Mamá Religión quien te diga lo que debes ver, que tú eres bobito y no lo sabes". Y no. Una sociedad que tiene libre acceso a contenidos eróticos o pornográficos para mayores de edad, es más difícil que sufra otro tipo de censuras políticas o ideológicas. Sin embargo, en el momento en que se permite la restricción para este tipo de contenidos, todos los demás le van detrás.

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