A Bobby le gustaba mirarla. No era de su raza, ella era humana, como el resto de la servidumbre de la lujosa casa de Nueva Inglaterra, per...

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A Bobby le gustaba mirarla. No era de su raza, ella era humana, como el resto de la servidumbre de la lujosa casa de Nueva Inglaterra, pero aĂºn asĂ­, era bonita para mirarla. Bobby era el menor de los hermanos, herederos de los terrenos, los negocios, la casa y todo ese renombre, abolengo y lujo asociados al apellido, y sobre todo a la condiciĂ³n. A la raza. SĂ­, los Wolfson pertenecĂ­an a ese tipo de cosas, de seres que… vosotros, los enteramente humanos preferĂ­s ignorar. Esas cosas que decĂ­s a vuestros niños que "no existen", pero que ellos siguen temiendo, porque el temor se hereda, se lleva dentro de la memoria y no se olvida. Es una medida de seguridad de la propia Naturaleza, como el despreciar las cosas que saben amargas porque pueden estar fermentadas y ser venenosas. Bobby Wolfson era un licĂ¡ntropo.

Dentro de las familias de licĂ¡ntropos, donde hasta para hacer la corte una pareja se enfrenta fĂ­sicamente, las cosas no son siempre fĂ¡ciles, en especial cuando eres el menor, y mĂ¡s aĂºn cuando tu temperamento no es tan ardiente como el de otros miembros de tu raza o de tu clan. De hecho, Bobby habĂ­a sido el tercero, pero ahora ya sĂ³lo quedaban dos hermanos, Ă©l y el primogĂ©nito, Allan. El mediano habĂ­a muerto cuando Allan contaba sĂ³lo once años y aquĂ©l diez. Se habĂ­an peleado y el mayor habĂ­a vencido; el mediano se habĂ­a tumbado boca arriba, adoptando la postura de la sĂºplica. Esta postura era poco menos que sagrada, no se hacĂ­a ningĂºn daño a quien la tomaba, aunque fuese un enemigo mortal… Allan habĂ­a tendido la mano a su hermano como si fuese a ayudarle a levantarse, y en lugar de eso, le desgarrĂ³ el vientre y la garganta, separĂ¡ndole la cabeza del cuello. Bobby tenĂ­a sĂ³lo seis años entonces. Su madre habĂ­a llorado. La debilidad entre los licĂ¡ntropos era algo en lo que ni siquiera se pensaba, pero a una hembra le estaba permitido tener un momento dĂ©bil en circunstancias como aquĂ©lla, por mĂ¡s que fuese un orgullo para su padre el que su hijo mayor fuera tan cruel, pero de todos modos, eso no evito que Allan fuese salvajemente castigado por sus progenitores. "Si me he librado de Ă©l, ha merecido la pena" declarĂ³ cuando saliĂ³ del coma. Y en parte tenĂ­a razĂ³n, el hermano mediano habĂ­a caĂ­do en el olvido, su nombre borrado de los registros familiares y todo el mundo se comportaba como si nunca hubiese existido. HabĂ­a sido dĂ©bil, y la familia renegaba de Ă©l por completo.

Bobby sabĂ­a que en su clan se mezclaban la sangre de su padre y su madre, y las ramas de la familia se dividĂ­an entre los mĂ¡s salvajes y los mĂ¡s moderados. Su madre pertenecĂ­a a esta Ăºltima rama, a aquĂ©llos licĂ¡ntropos que defendĂ­an una existencia pacĂ­fica, sin luchas entre clanes, sin abusar de los humanos… Su padre, por el contrario, pertenecĂ­a a la rama mĂ¡s exaltada. Pensaban que cualquier medio era bueno para conseguir un fin, que los humanos eran carne, ganado, y no merecĂ­an consideraciĂ³n alguna, eran simples bestias. Por eso, Allan era el favorito de su padre, y Bobby el de su madre, y bien sabĂ­a Ă©l que eso los abocaba tarde o temprano a una lucha, por mĂ¡s que el mismo primogĂ©nito intentase retrasar ese momento, y no porque tuviera ningĂºn miedo, sino porque, mal que le pesase, querĂ­a a su hermano.

En una familia de licĂ¡ntropos, la sucesiĂ³n, por defecto, recae en el primogĂ©nito varĂ³n, para Ă©l es todo, nunca se reparte nada, salvo que Ă©ste asĂ­ lo desee, pero puede dejar desposeĂ­dos a sus demĂ¡s hermanos si es su capricho. Por regla general, los licĂ¡ntropos fuertes permiten a sus hermanos vivir y les dejan algo para hacerlo dignamente, porque saben que el instinto de estos les forzarĂ¡ a luchar entre sĂ­, hasta que uno sĂ³lo controle a los demĂ¡s o los destruya y finalmente se enfrente con Ă©l. Estas luchas fratricidas mantienen alerta a los miembros de la familia y proporcionan… sal, a las largas vidas de los licĂ¡ntropos. Los licĂ¡ntropos dĂ©biles suelen ejecutar a los demĂ¡s miembros de su familia porque temen enfrentarse a ellos en el terreno de la astucia. Pero la sucesiĂ³n se complica cuando los padres tienen como favorito a uno que no sea un primogĂ©nito varĂ³n, como es el caso, que cada progenitor tenĂ­a como preferido a uno de sus hijos. Entonces, la sucesiĂ³n se convertĂ­a en un juego de apuestas, en una especie de carrera, en la que los hijos debĂ­an demostrar quiĂ©n de ellos era el mejor.

A Bobby no le cabĂ­a ninguna duda: Ă©l podĂ­a ser mĂ¡s inteligente que su feroz hermano, pero Ă©ste era mucho mĂ¡s fuerte que Ă©l, mĂ¡s astuto e indefiniblemente mĂ¡s cruel. Aquello habĂ­a ocasionado algunos problemas durante su vida, pero una familia rica tiene muchos medios de tapar las cosas. Siendo pequeño, su padre los llevaba de caza, pero muy pronto Allan habĂ­a organizado su propia partida con amigos de su edad, primos suyos en su mayorĂ­a, y los asesinatos y secuestros en el pueblo cercano empezaron a ser abundantes. Su padre fingĂ­a regañarle en pĂºblico por su poco disimulo, pero le exaltaba en privado, enorgullecido de su salvajismo. Bobby detestaba aquĂ©llas partidas de caza, y el olor a sangre y miedo que Allan llevaba impregnado en la piel al volver. Su hermano quiso llevarle muchas veces, pero Ă©l se negaba, decĂ­a que temĂ­a no estar a la altura, y su madre le disculpaba diciendo que era demasiado pequeño aĂºn. Por entonces, Allan tenĂ­a casi diecisiete años, y Bobby apenas doce. "Yo matĂ© por primera vez siendo mĂ¡s joven que tĂº", le decĂ­a su hermano mayor "no son mĂ¡s que excusas, ¿ya tienes erecciones, verdad? Entonces, estĂ¡s preparado, vendrĂ¡s conmigo y te harĂ¡s un hombre de una vez".

El tono no admitĂ­a rĂ©plica, y Bobby lo acompaĂ±Ă³ aquĂ©lla noche. Llevaban escopetas y perros, para disimular, como siempre hacĂ­an, aunque los rastreadores y las armas, eran ellos. Allan le dijo que se quedase a su lado, y Ă©l obedeciĂ³, corriĂ³ a su lado, ambos aĂºn en forma humana, pero conservando las temibles garras y las afiladas fauces de las que ni en su estado homĂ­nido podĂ­an deshacerse. Olfatearon su presa, y un hombre solitario quedĂ³ en el punto de mira. Llevaba una escopeta de dos cañones, era un cazador furtivo.

-¡Es mĂ­o! – rugiĂ³ Allan y pegĂ³ un empujĂ³n a su hermano para que lo siguiera, Bobby se lanzĂ³ a la carrera, ebrio de las sensaciones de persecuciĂ³n y caza; era mucho mejor de lo que se habĂ­a imaginado, era emocionante, divertido… Allan le frenĂ³, a pocos metros. El tipo de la escopeta miraba hacia todas partes, sabĂ­a que habĂ­a algo oculto, pero no sabĂ­a quĂ©. El primogĂ©nito le sonriĂ³ y le hizo un gesto con la cabeza. Le cedĂ­a el primer golpe. Bobby estaba muy nervioso, y ahora, lleno de dudas, pero ya era tarde para echarse atrĂ¡s. Su hermano se señalĂ³ la garganta, ahĂ­ era donde debĂ­a atacar… Bobby supo que no cabĂ­a esperar mĂ¡s, se abalanzĂ³ sobre el hombre, Ă©ste levantĂ³ la escopeta, un trueno pareciĂ³ reventar la noche en mil pedazos y el joven aullĂ³ de dolor, sintiendo que se abrasaba de dentro a fuera, pero se forzĂ³ a continuar su ataque, y sus fauces se cerraron en torno a la garganta del furtivo.

Un sabor salvaje, salado y abrasador inundĂ³ su boca cuando la carne y las venas estallaron entre sus colmillos afilados, y entonces una orgĂ­a de aullidos resonĂ³ a su alrededor, mientras el furtivo daba los Ăºltimos estertores, con los ojos desorbitados y las manos convulsas en torno a la inĂºtil escopeta. Su hermano le revolviĂ³ el cabello negro mirĂ¡ndole con orgullo. El escopetazo del vientre aĂºn le dolĂ­a, pero ya no sangraba, en poco rato habrĂ­a cicatrizado… los licĂ¡ntropos son difĂ­ciles de matar, su cuerpo se cura con mucha mayor rapidez, por eso se mantienen jĂ³venes durante mucho mĂ¡s tiempo y viven a lo largo de los siglos.

-Ya eres un licĂ¡ntropo completo, hermanito. – bromeĂ³ Allan – has dejado de ser un niño. – Una parte de Bobby le decĂ­a que aquello era espantoso, que matar seres humanos por deporte, aunque se tratase de uno que hubiera infringido la ley, era una aberraciĂ³n… pero esa parte quedĂ³ ahogada por la sensaciĂ³n de salvaje triunfo, de inconmensurable orgullo. Alguno de los amigos de Allan intentĂ³ dar un bocado a la pieza, pero Ă©ste rugiĂ³ y los ahuyentĂ³ brutalmente, llegando a morder a un par de ellos, que se retiraron asustados, respetando la jerarquĂ­a. Allan desgarrĂ³ con sus garras el vientre del furtivo y las entrañas se desparramaron. Bobby se tragĂ³ la emociĂ³n que sentĂ­a y hundiĂ³ la cara en las vĂ­sceras, comiendo a grandes bocados. Estaban tiernas y calientes, jugosas y sabĂ­an a protagonismo, a victoria, a crecimiento. El joven sabĂ­a que lo que su hermano acababa de hacer era algo muy valioso. No sĂ³lo le cedĂ­a el primer bocado, sino tambiĂ©n el mejor, el mĂ¡s blando y carente de huesos. No era ninguna tonterĂ­a, Allan le estaba diciendo lo mucho que le querĂ­a y lo orgulloso que se sentĂ­a de Ă©l. AquĂ©lla noche, Bobby volviĂ³ a casa ebrio de sangre por primera vez, con la promesa de que en la prĂ³xima cacerĂ­a, Allan lo llevarĂ­a despuĂ©s al burdel para que se desvirgara tambiĂ©n en el aspecto sexual. Y cumpliĂ³.

Aquello representĂ³ para Bobby el descubrimiento de algo desconocido, lleno de placeres, riesgos, y tambiĂ©n enterarse de ciertos extremos atinentes a su hermano mayor. Las chicas de la casa pĂºblica literalmente temĂ­an y odiaban a Allan, y al joven le tomĂ³ poco tiempo saber la razĂ³n. Su brutalidad era casi mĂ­tica, es cierto que su tamaño, como era hereditario en su familia y al propio Bobby le habĂ­a sido adjudicado tambiĂ©n, era bastante apreciable, pero eso no era lo peor; las chicas eran profesionales, se habĂ­an hecho cargo de miembros tan grandes como el suyo y hasta verdaderamente grotescos y deformes, sin excesiva dificultad… lo peor, era su salvajismo. La chica que eligiese Allan sabĂ­a que aquĂ©l serĂ­a su Ăºltimo cliente de la noche, y que, con suerte, no podrĂ­a trabajar en las dos o tres prĂ³ximas, quedarĂ­a dolorida y marcada de mordiscos, moratones y zarpazos de la cabeza a los pies. No era extraño que ninguna chica quisiera irse con Ă©l y que tan pronto como veĂ­an llegar a la partida de caza mĂ¡s de una se escondiera.

Cuando Bobby llegĂ³ allĂ­ la primera noche, lo cegĂ³ el humo del tabaco y las risas, la mĂºsica ensordecedora… OyĂ³ a Allan gritar a la Madame que lo tratase bien, que era su estreno, y vio que la mujer, ya entrada en años pero aĂºn atractiva, besaba las mejillas, por entonces ya peludas a pesar de no tener ni la veintena, de su hermano, y luego se quedaba mirĂ¡ndolo a Ă©l.

-¿QuĂ© quieres para Ă©l, Allan? – Bobby se sorprendiĂ³ de que una humana tratase a su hermano con tanta familiaridad, pero Ă©ste se lo permitĂ­a… era indudable que algo debĂ­an haber tenido - ¿Una chica madura, con experiencia, o alguien mĂ¡s joven, como de su edad? Puedo incluso darle una virgen, pero si me dices que Ă©l tambiĂ©n es inexperto, no creo que sea lo mejor…

-Una chica joven, alguien muy cariñoso. Bobby siempre ha sido un cachorrillo sensible – Allan se carcajeĂ³, y en seguida le abandonĂ³ para ir a buscarse una, mientras una jovencita, apenas unos años mayor que Ă©l, era llamada por la Madame. Se llamaba Dolly. Bobby estaba nerviosĂ­simo y lleno de miedo, ¿lo harĂ­a bien? ¿Y si le hacĂ­a daño? ¿QuĂ© sentirĂ­a exactamente? Él, como adolescente, habĂ­a jugado consigo mismo, se habĂ­a acariciado hasta que le parecĂ­a que estallaba y se morĂ­a dulcemente y habĂ­a empapado las sĂ¡banas, pero ¿serĂ­a lo mismo que estar dentro de una mujer? Apenas ella se colocĂ³ sobre Ă©l y se sintiĂ³ deslizar al interior de su vientre en medio de dulces caricias y besos, llegĂ³ a la conclusiĂ³n de que no, no era lo mismo ni remotamente. El frenesĂ­ habĂ­a crecido con rapidez, a pasos tan agigantados como la carrera en pos de la presa, y cuando finalmente el placer le lacerĂ³ el cuerpo haciĂ©ndole tiritar y tensarse, un poderoso aullido le rasgĂ³ el pecho. Su hermano, que estaba en ese momento penetrando analmente a una de las chicas, correspondiĂ³ a la llamada al tiempo que tiraba salvajemente del pelo de su montura y acabĂ³ sin poder contenerse. A pesar de que Allan la quitĂ³ despuĂ©s de un feroz empujĂ³n y le hizo limpiarle el miembro con la boca, la chica podĂ­a darse por satisfecha. No habĂ­a durado mucho.

Durante un tiempo, Bobby siempre quiso estar con Dolly cuando iban al burdel, y su hermano le regaĂ±Ă³ por ello. "No hagas ninguna estupidez, Bobby" le habĂ­a dicho, acariciĂ¡ndose los guantes que llevaban para ocultar las garras "TĂº eres licĂ¡ntropo, ella no. TĂº eres de sangre noble, ella una puta. PĂ¡gale mĂ¡s si quieres, sĂ© generoso, tenla como favorita entre las chicas… pero no hagas una idiotez. Si ensucias el nombre de la familia, yo mismo le darĂ© caza. A ella, y a lo que pueda llevar en el vientre". Bobby intentĂ³ por primera vez enfrentarse a su hermano, pero Ă©l le agarrĂ³ de las manos y se las retorciĂ³ sin ningĂºn esfuerzo "piensa con la cabeza, estĂºpido, ¿preferirĂ­as que fuese Padre el que se encargase de tu error?". El mĂ¡s joven no querĂ­a reconocer que su hermano tenĂ­a razĂ³n, pero ahĂ­ estaba acertado. Si llegaba a oĂ­dos de Padre que Ă©l tenĂ­a una amante humana, no esperarĂ­a a la posibilidad. Con el tiempo, su obsesiĂ³n por la joven prostituta fue decreciendo y acostĂ¡ndose con otras. Si aquello hiriĂ³ o no los sentimientos de ella, nunca se supo ni Bobby hizo por averiguarlo. Se sentĂ­a mal por ello, pero entre llevar en su conciencia un abandono o una muerte, preferĂ­a lo primero.

El tiempo transcurrĂ­a, Bobby llegĂ³ a la veintena con espesas patillas y barba en su cara, cuerpo cincelado y abundante cabello negro, igual que su hermano mayor, si bien Ă©ste llevaba el cabello mĂ¡s corto. Allan tenĂ­a ya casi veintisĂ©is años y Bobby veintiuno, se acercaba el momento de pensar en formar su propia familia, y por ende, la hora de pensar en quiĂ©n serĂ­a el definitivo sucesor, pero la pareja de hermanos parecĂ­a no querer pensar en aquello. Al menos, por entonces.

"Ahora es distinto" Se decĂ­a Bobby mirando a la doncella, que le devolvĂ­a la mirada con ternura mientras podaba los rosales. Sin duda por estar mirĂ¡ndole, no vio las espinas de la planta y se pinchĂ³ con ellas, pero no fue nada serio, la herida apenas sangrĂ³. "Quiero seguir pensando que Allan me quiere, pero yo no estoy seguro de hacerlo ya. Realmente, quiero matar a mi hermano. Lo harĂ­a gustoso, sĂ³lo quiero que me dĂ© la oportunidad. No me importa si me mata Ă©l a mĂ­, en la pelea pienso hacerle todo el daño posible, se acordarĂ¡ toda su vida… y quizĂ¡ logre matarlo yo".

Bobby se recordaba a sĂ­ mismo como el chiquillo fuerte, pero menos corpulento que su hermano, mĂ¡s delicado que Ă©l, mĂ¡s amable, mĂ¡s considerado… y no se reconocĂ­a en cĂ³mo era ahora. Su corazĂ³n se habĂ­a enfriado desde esa noche horrible. DespuĂ©s de una de las cacerĂ­as. Allan parecĂ­a desbocado aquĂ©lla noche, era como si su sed de sangre no pudiera saciarse jamĂ¡s, varias vĂ­ctimas habĂ­an caĂ­do ya bajo sus garras, y aĂºn asĂ­ querĂ­a mĂ¡s, pero finalmente el agotamiento, que no la satisfacciĂ³n, lo acabĂ³ venciendo y decidieron ir al burdel para terminar la fiesta, como solĂ­an hacer. Su hermano mayor estaba ebrio no sĂ³lo de sangre, sino tambiĂ©n de alcohol, y en aquĂ©l estado podĂ­a ser peligroso. Bobby hablĂ³ con la Madame para que le procurara varias chicas y no sĂ³lo una, era algo que solĂ­an hacer cuando Allan se encontraba asĂ­; entre varias, el daño era menor porque no se lo llevaba una sola, y la excitaciĂ³n de estar con varias le hacĂ­a terminar antes. AsĂ­, le dejĂ³ con tres chicas y Ă©l se marchĂ³ con la suya. No contĂ³ con que Allan podrĂ­a querer repetir.

Cuando acabĂ³ con las tres las despidiĂ³ a patadas y saliĂ³ del cuarto, desnudo como estaba, a por otra. AgarrĂ³ a la joven con un solo brazo y la llevĂ³ en volandas a la habitaciĂ³n, la chica temblaba de miedo, conocĂ­a bien la fama del mayor de los Wolfson e intentĂ³ resistirse. Ése fue su error. En los parĂ¡metros de Allan, el que una chica humana intentase resistirse a sus deseos, era como si una escopeta se negase a disparar o una pluma a escribir, era algo impensable, asĂ­ que la forzĂ³. La joven chillĂ³ y le araĂ±Ă³ la cara, pero la piel de Allan apenas sangrĂ³, sĂ³lo consiguiĂ³ despertar su furia. Los atroces alaridos de la joven desgarraron la casa. Bobby saltĂ³ de la cama, y poniĂ©ndose apresuradamente los pantalones, se dirigiĂ³ al cuarto que usaba su hermano.

Allan le dirigiĂ³ una mirada maliciosa, inclinado sobre el cuerpo de la joven con las entrañas abiertas, mientras comĂ­a de ella, empapado en sangre hasta el pecho. La chica tenĂ­a la cabeza en un Ă¡ngulo imposible, el pelo revuelto y apelmazado por su propia sangre, la boca entreabierta en un grito mudo, y los ojos vacĂ­os y vidriosos, mirando sin ver. Era Dolly. Durante un espantoso momento, el propio Bobby tuvo que controlarse, porque aquello llamaba a su naturaleza mĂ¡s primitiva, de modo que Ă©l no veĂ­a una escena dantesca ni un crimen horrendo, sino tan solo a su hermano alimentĂ¡ndose, pero apenas fue un segundo; a continuaciĂ³n se abalanzĂ³ sobre Allan, con las lĂ¡grimas cegĂ¡ndole los ojos y dispuesto a matarlo allĂ­ mismo… pero en lugar de eso, le hizo recoger su ropa y le sacĂ³ de allĂ­ por la ventana. Echaron la culpa a uno de los perros de caza de la partida. Nunca se supo nada. SĂ³lo Bobby lo sabĂ­a todo y odiaba a su hermano desde entonces.

Allan no tratĂ³ de explicarse, ni menos aĂºn de disculparse. Aquello no tenĂ­a importancia, la chica era humana y una ramera, para Ă©l, para toda la familia, su vida no valĂ­a nada. Cualquier perro de caza, cualquier Ă¡rbol ornamental, tenĂ­a mĂ¡s valor que esa muchacha… pero para Bobby, no. Dolly habĂ­a sido su primer amor, aunque hubiera sido un amor casi totalmente sexual, un amor adolescente, pero habĂ­a significado algo para Ă©l que le habĂ­an arrancado brutalmente. Dos dĂ­as mĂ¡s tarde se marchĂ³ de allĂ­. Allan fue a buscarle, no necesitaba preguntar, le bastaba con seguir el rastro, era su hermano, podĂ­a dar con Ă©l desde la otra punta del mundo. Pero Bobby se negĂ³ a volver y se enfrentaron abiertamente. "No seas niño, Bobby" le advirtiĂ³ su hermano "No quiero hacerte daño". Pero al joven no le importaba en absoluto lo que su hermano quisiera o dejara de querer, y le provocĂ³. Allan correspondiĂ³ y por primera vez en su vida, lucharon fĂ­sicamente y sin piedad.

Tuvo que ser Allan quien diese por terminada la pelea, porque su hermano pequeño, agotado, y sangrando por mĂºltiples heridas querĂ­a continuar. Hubiera preferido que Allan lo matara entonces, pero el mayor de los Wolfson lo aplastĂ³ contra un Ă¡rbol con tanta fuerza que se oyĂ³ claramente el chasquido de las costillas al partirse. "Puedes quedarte, o puedes irte" – le dijo, apresĂ¡ndole el cuello con el antebrazo – "pero esto se ha terminado aquĂ­. Una zorra no merece que yo mate por ella a mi hermano". Luego le dejĂ³ caer y se marchĂ³. Bobby tambiĂ©n lo hizo cuando horas despuĂ©s, pudo volver a moverse. Pero por su lado.

HabĂ­an pasado mĂ¡s de veinte años desde entonces. Bobby se habĂ­a hecho mucho mĂ¡s fuerte y duro, despiadado. HabĂ­a tenido aventuras, pero no se habĂ­a casado, y habĂ­a procurado no establecer relaciones demasiado fuertes con ninguna; sabĂ­a que su corazĂ³n seguĂ­a demasiado inclinado al amor, y ese era un lujo que un licĂ¡ntropo no podĂ­a permitirse, y menos con una humana. Por lo demĂ¡s, fĂ­sicamente apenas habĂ­a cambiado. QuizĂ¡ habĂ­a mayor dureza en los rasgos de su rostro, causada por el sufrimiento, pero nada mĂ¡s. Tampoco su hermano mayor habĂ­a cambiado en absoluto, Allan tampoco habĂ­a tomado aĂºn esposa. Cuando Bobby volviĂ³ a verlo, enfundando en su elegante levita negra, le pareciĂ³ mĂ¡s dĂ©spota, mĂ¡s orgulloso que antes. Allan y Ă©l se miraron casi retadoramente, como calculando las fuerzas del otro. Bobby se sintiĂ³ confiado. Antes, era joven e inexperto, su hermano contaba con la ventaja de la edad, de un desarrollo fĂ­sico completo… ahora en ese aspecto estaban empatados y el menor habĂ­a combatido en la Ăºltima guerra, se habĂ­a hecho alguien, como poco, con tanta fuerza como su hermano. Los dos sabĂ­an que cuando volviesen a enfrentarse, el resultado no estarĂ­a tan claro como veinte años atrĂ¡s.

Bobby no habĂ­a vuelto por su propio gusto. Su madre habĂ­a fallecido prematuramente. Entre la familia, la transformaciĂ³n animal completa casi no se llevaba ya, pero su madre amaba esa libertad, el anonimato absoluto que ofrecĂ­a esa forma y de vez en cuando, le gustaba salir a cazar como loba. Unos furtivos la habĂ­an abatido. Unos cuantos tiros no iban a matar a una licĂ¡ntropo, sĂ³lo estaba inconsciente, pero la desgorjaron antes que tuviera tiempo de despertarse. Mucho se temĂ­a Allan que no habĂ­a sido una caza accidental, que quien lo hubiese hecho sabĂ­a que estaba matando a la señora de la casa y librĂ¡ndose de un licĂ¡ntropo, pero eso no tenĂ­a remedio ya. Lo que contaba era dar sepultura a los pobres restos de su madre… y vengarla, encontrando cuanto antes a los causantes.

No obstante, Bobby sabĂ­a que aquello implicaba otro asunto: la sucesiĂ³n. Era poco probable que, tras la muerte de su madre, su padre quisiera seguir llevando sĂ³lo el clan, era mĂ¡s factible que decidiera pasĂ¡rselo a alguno de sus hijos y retirarse, bien a guardar luto por su esposa, bien a buscar una nueva compañera. Allan serĂ­a el nuevo jefe de la familia y tendrĂ­a que decidir la suerte de Bobby, y Ă©l tendrĂ­a dos alternativas: obedecer y plegarse a la voluntad de su hermano… o desobedecer y convertirse en un renegado. Un renegado era alguien sin nombre, sin estatus social, alguien despreciado por sus propios congĂ©neres y cuya cabeza habĂ­a sido puesta a precio. No podĂ­a vivir entre los licĂ¡ntropos, ningĂºn clan querrĂ­a aceptarle, salvo que hiciese servicios muy valiosos o despuĂ©s de un servicio de largos años, tras los cuales podrĂ­an aceptarle o no. Ninguna hembra querrĂ­a tenerle de compañero, ni siquiera por una noche, y su vida estarĂ­a en constante peligro, pues cualquiera que quisiera congraciarse con el clan Wolfson intentarĂ­a matarle para poner su cabeza a los pies de su hermano… o llevarle vivo.

No era un gran pronĂ³stico, pero Bobby confiaba no tener que condenarse a una existencia tan miserable. PodĂ­a provocar lo suficiente a su hermano para contar con una pelea, en la cual uno de los dos morirĂ­a a manos del otro. Problema resuelto. Y sabĂ­a bien quĂ© motivarĂ­a la ira de su hermano contra Ă©l… la joven doncella.

Se llamaba Coral. TenĂ­a el cabello negro y los ojos de color azul claro, hermosos y frĂ­os como el hielo, la piel muy pĂ¡lida y los labios rojos. Se contoneaba sensualmente al andar, ella misma no parecĂ­a darse cuenta de ello, pero lo hacĂ­a. Se movĂ­a como si estuviera nadando, parecĂ­a deslizarse sobre el suelo en lugar de caminar, era asombrosamente Ă¡gil y tenĂ­a reflejos de gato. Que Bobby supiera, llevaba mĂ¡s de un año trabajando para la familia. La suya habĂ­a sido casi la Ăºnica cara amable que habĂ­a visto en su regreso. A Allan, efectivamente, aquello no le hacĂ­a gracia. No le gustaba el modo en que su hermano pequeño miraba a la doncella, pero le gustaba menos aĂºn que ella le devolviese las miraditas.

Su padre no se daba cuenta de esto, perdido como estaba en los recuerdos del pasado. No vertiĂ³ una sola lĂ¡grima por su esposa, al menos que sus hijos supieran, pero en las Ăºltimas semanas habĂ­an muerto seis mujeres, todas esposas de cazadores furtivos. Pero su hijo mayor sĂ­ se daba cuenta del juego de la doncella. De cĂ³mo le sonreĂ­a con los ojitos bajos. De cĂ³mo le rozaba accidentalmente al pasar junto a Ă©l. De cĂ³mo se inclinaba sobre su plato al servirle… Allan estuvo a punto de hablar con su hermano, pero supo que Bobby no le harĂ­a el menor caso y aprovecharĂ­a la ocasiĂ³n para provocarle, el necio de su hermano estaba buscando la bala apropiada, no podĂ­a contar con Ă©l, de modo que hablĂ³ con ella.

-Deja en paz a mi hermano – dijo solo cuando se hallĂ³ a solas con ella, en un pasillo.

-¿A quĂ© se refiere el señor…? – preguntĂ³ inocentemente la muchacha.

-Lo sabes perfectamente. – sonriĂ³, dejando ver sus afilados colmillos, pero Coral no dio señales de temor – SĂ© bien lo que pretendes, pero no vas a conseguirlo. No vas a entrar en Ă©sta familia por mucho que te tires a mi hermano, si lo haces, me encargarĂ© de que si te mete algo en el vientre, te lo saquen. Y que, preferiblemente, no sobrevivas a ello.

-El señorito me adula – contestĂ³ la joven, sosteniĂ©ndole la mirada. Era la primera vez que a Allan le sucedĂ­a, y le estaban dando ganas de abofetearla – Tiene demasiada buena opiniĂ³n de mĂ­, pensando que su hermano pueda volverse loco por las faldas de una humilde doncella. Y por otra parte, dais por sentado que a mĂ­ me interese tal cosa. Pierda cuidado el señorito, su insĂ­pido hermano no es mi tipo.

Allan lanzĂ³ el puño hacia delante para agarrarla del cuello, pero sĂ³lo agarrĂ³ aire. Coral se habĂ­a hecho atrĂ¡s con una rapidez impensable, tanto que el licĂ¡ntropo quedĂ³ sorprendido unos segundos.

-Tengo que ayudar en la cocina. – dijo ella con orgullo, masticando las palabras como si estuviese aguantando las mismas ganas que él – Espero que el señorito sepa disculparme si le dejo solo.

Allan permaneciĂ³ pensativo en el pasillo y finalmente se marchĂ³. Lo que querĂ­a, lo habĂ­a obtenido, eso era lo Ăºnico que importaba. Lo que no sabĂ­a es que en lo alto de la escalera, oculto por el inicio del tabique, su hermano pequeño habĂ­a presenciado aquĂ©lla escena.





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1 comentario:

  1. Bueno a mi parecer es algo confusa la historia,(y la relei!) mas allĂ¡, sacando el hecho de que la doncella no es lo que parece y el hermano menor no es tan buenito inocenton como da en apariencia, la historia parece enfocarse en cosas que no son. A propia opiniĂ³n, prefiero los antiheroes, son menos ambiguos y mas claros. Asique es obviar que dentro de los personajes a destacar Allan me es simpĂ¡tico. Me es mas practico en descripciĂ³n ya que si vamos a lo redundante el un hombre lobo, ser bestial e instintivo. Considero que a ley natural no tendrĂ­a que existir dichos "tĂ©rminos de paz" entre humanos y licantropos. Ambos se destruirĂ­a mutuamente. Por otro lado me gustarĂ­a ver desde la perspectiva de "el malo de la pelĂ­cula", Ă³sea Allan, que en ilustraciĂ³n fue descrito como "el malo" por el menor, que para mi no es mas que la visiĂ³n de un ser cobarde y envidioso. Como decĂ­a anteriormente la historia parece llevar el rumbo de rivalidad entre hermanos que no solo luchan por el liderazgo u privilegio, sino q se podrĂ­a sumar tambiĂ©n porque no, la lucha por una mujer. Solo tiro ideas :)

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