"Su insípido hermano, no es mi tipo", había dicho Coral para referirse a él, y no había sido una bravata, la joven era sincera, ...

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"Su insĂ­pido hermano, no es mi tipo", habĂ­a dicho Coral para referirse a Ă©l, y no habĂ­a sido una bravata, la joven era sincera, Bobby lo sabĂ­a. Pero tambiĂ©n sabĂ­a que Ă©l mismo no era un hombre para despreciar, modestamente. Era atractivo, podĂ­a ser elegante. Es cierto que su cerrada barba y sus patillas le daban un aspecto algo desastrado, pero aunado a su fuerza, podĂ­a tomarse por un toque rebelde y algo salvaje, atrayente a fin de cuentas. No le gustaba la idea, pero sabĂ­a que le costarĂ­a poco trabajo engatusarla en caso de que fuese preciso para irritar a su hermano y que Ă©ste se decidiese a enfrentarse a Ă©l. PodĂ­a intentar la provocaciĂ³n directa, pero Allan difĂ­cilmente cederĂ­a a ello, por tempestuoso que pudiera ser. No caerĂ­a en esa trampa, antes que a Ă©l irritarĂ­a a su padre, y eso no le interesaba a Bobby, era contra su hermano con quien querĂ­a enfrentarse.

No querĂ­a tampoco permanecer muchos dĂ­as en la casa, Padre habĂ­a dicho despuĂ©s de cenar que al dĂ­a siguiente hablarĂ­a con ambos sobre el futuro de la familia, y eso sĂ³lo significaba una cosa: que la sucesiĂ³n tendrĂ­a lugar mañana, asĂ­ que sĂ³lo quedaba la posibilidad de conseguir resultados esa misma noche. SabĂ­a que Allan saldrĂ­a de caza, o cuando menos a dar un buen paseo por los terrenos, asĂ­ que si Ă©l estaba con la joven doncella, era posible que los pescara juntos, y eso pretextarĂ­a la pelea que Bobby deseaba. Por lo que le habĂ­an contado, en los Ăºltimos tiempos, su hermano mayor estaba mĂ¡s calmado, menos agresivo… si bien en los primeros años de su ausencia su rabia habĂ­a sido mucho mayor, verdaderamente inaguantable y habĂ­a llegado a matar a antiguos miembros de su partida de caza, despuĂ©s habĂ­a ido volviendo paulatinamente a sus niveles de brutalidad habituales, y mĂ¡s tarde, se habĂ­a ido calmando. SeguĂ­a yendo regularmente de cacerĂ­as, seguĂ­a teniendo mal genio, seguĂ­a siendo temido por cuantos le rodeaban… pero un poco menos. Su padre decĂ­a que estaba alcanzando la madurez y por tanto se harĂ­a mĂ¡s tratable, menos salvaje.

A Bobby no le interesa ver cĂ³mo podrĂ­a ser su hermano siendo mĂ¡s tratable. Para Ă©l, no era mĂ¡s que un animal, y nunca serĂ­a otra cosa. En ese instante, antes de distinguirla, oliĂ³ a Coral, y eso lo sacĂ³ de sus pensamientos. TenĂ­a un extraño olor a reciĂ©n llovido, fresco y agradable. A lo lejos, pudo verla, estaba trabajando en el jardĂ­n a pesar de la avanzada hora nocturna, y sin duda por eso solo llevaba un peto de tela fuerte, bajo el cual aĂºn en la distancia se adivinaban sus pechos, y las toscas botas de trabajo. Algo brillaba en la espalda del peto, pero no se distinguĂ­a quĂ© era, sin duda alguna herramienta. Bobby la observĂ³ durante un rato… era muy hermosa con su cabello oscuro brillante como la seda, y su piel pĂ¡lida siempre frĂ­a. Si realmente Ă©l le parecĂ­a insĂ­pido, ¿por quĂ© le devolvĂ­a las miradas? Estuvo a punto de dar un paso hacia ella, pero se detuvo. El viento habĂ­a cambiado de direcciĂ³n, y le traĂ­a otro olor. El olor de su hermano.

¿QuĂ© hacĂ­a Allan por allĂ­ a esa hora? No lo sabĂ­a, pero era la ocasiĂ³n perfecta para provocarle, sin embargo el olor a sangre que acompañaba a su hermano le hizo saber instintivamente que no era el mejor momento, era preferible esperar… y no cruzarse en su camino justo ahora. De un Ă¡gil salto se subiĂ³ a un Ă¡rbol y trepĂ³ a las ramas mĂ¡s altas, sabiendo que el aroma de las hojas hĂºmedas de rocĂ­o taparĂ­a su propio olor. Por otra parte, conforme su hermano se acercaba al lugar, supo que tal precauciĂ³n era innecesaria: su hermano volvĂ­a de caza, tenĂ­a el olor de la sangre metido en la nariz hasta la garganta, serĂ­a incapaz de oler nada.

Efectivamente, en poco rato lo vio acercarse. Caminaba a cuatro patas, como hacĂ­a cuando acechaba, lentamente. A pesar del olor que desprendĂ­a, estaba limpio, debĂ­a haber metido la cabeza en alguna fuente o charca antes de acercarse. Iba descalzo y sĂ³lo llevaba los viejos pantalones negros que usaba cuando cazaba en los terrenos y no tenĂ­a pensamiento de acercarse despuĂ©s al burdel. Bobby tuvo un mal presentimiento, hubiera querido gritar para alertar a la joven, pero, asombrosamente, Ă©sta soltĂ³ la regadera que tenĂ­a entre las manos y se puso en guardia. No podĂ­a ver a su hermano, no sabĂ­a que estaba cerca de ella, pero de alguna manera, habĂ­a podido notar su presencia.

"Allan estĂ¡ loco… o piensa matarla" se dijo Bobby, mirando desde el Ă¡rbol, dispuesto para saltar si fuera necesario, pero, efectivamente, si su hermano pensaba dejarse ver de ese modo delante de la joven, o habĂ­a perdido el poco juicio que nunca tuvo, o tenĂ­a intenciĂ³n de acabar con ella. Bobby, sin apartar la vista de Coral, empezĂ³ a bajar lentamente del Ă¡rbol.

Allan se acercaba despacio, con una sonrisa maliciosa en la boca hambrienta. La joven agarrĂ³ un rastrillo y lo blandiĂ³, mirando en la direcciĂ³n en que se acercaba el licĂ¡ntropo, intentando alcanzar mĂ¡s lejos en la oscuridad del jardĂ­n. Allan no emitĂ­a el menor ruido, podĂ­a verla desde donde estaba agazapado, acercĂ¡ndose lentamente, preparĂ¡ndose para lanzarse. Coral abriĂ³ la boca y dejĂ³ caer saliva en las pĂºas del rastrillo. Bobby no entendiĂ³ porquĂ©, Allan tampoco, y de repente la hierba crujiĂ³ y un rugido atronĂ³ los campos cuando el primogĂ©nito se abalanzĂ³ sobre la joven. Y un aullido de dolor rasgĂ³ la noche cuando Allan se echĂ³ hacia atrĂ¡s, con la piel del pecho quemada y echando humo. Bobby casi se cayĂ³ del Ă¡rbol al ver aquello.

-Lo sabĂ­a… - murmurĂ³ su hermano, casi triunfal a pesar del dolor – tenemos una renegada en casa. ¿QuĂ© clan va a agradecerme que les lleve tu cabeza?

-El mismo que me admitirĂ¡ a mĂ­ cuando les lleve la tuya – Coral echĂ³ mano a la espalda y sacĂ³ dos afilados estiletes tan largos como sus antebrazos, eso era lo que brillaba, se dijo Bobby. ParecĂ­an hechos de plata, y probablemente asĂ­ era. Si no le cortaba la cabeza a Allan con ellos, tanto darĂ­a que fuesen de hojalata, pero desde luego, le dolerĂ­an muchĂ­simo mĂ¡s. En los pomos, podĂ­a verse un lĂ­quido verdoso moverse dentro de ellos, pero Allan no se dejĂ³ arredrar, lanzĂ³ un zarpazo, atacando desde el suelo, buscĂ¡ndole el vientre, pero Coral era asombrosamente rĂ¡pida, se deslizaba sobre el suelo como si no tuviera pies, como si fuera… A Bobby la respuesta le pegĂ³ en la cabeza como un mazazo, Coral no era una licĂ¡ntropo normal, no era una loba… pertenecĂ­a a otra familia de animales, animales veloces y venenosos; era una serpiente.

Allan tambiĂ©n se habĂ­a dado cuenta, y viendo que los ataque flanqueados no servĂ­an de nada, atacĂ³ de frente, embistiĂ©ndola. Coral sonriĂ³, dejando ver sus relucientes colmillos por primera vez, y le clavĂ³ en los hombros hasta la empuñadora los dos estiletes, apretando los pomos. El veneno se vaciĂ³ dentro del cuerpo de Allan, y Ă©ste gritĂ³ de dolor, sintiendo que se quemaba por dentro, era mucho mĂ¡s doloroso que un tiro o un navajazo, y en su rabia, hundiĂ³ sus garras en el pecho de la joven. Coral dejĂ³ escapar un grito agudo, Allan apretĂ³, pero ella se revolviĂ³ y le mordiĂ³ en la mano. El licĂ¡ntropo tuvo que retirarse lleno de odio, el dolor cuando su piel empezĂ³ a desprenderse por el Ă¡cido veneno fue superior a su resistencia.

Se miraron retadoramente, jadeantes. Sus profundas heridas sangraban. Allan se lanzĂ³ de nuevo, intentando arrebatarle los estiletes, pero la joven se defendĂ­a como una experta, saltando hasta por encima de Ă©l, chupando los pomos en cada ocasiĂ³n, para volver a llenar los depĂ³sitos de veneno. Allan la golpeaba incansablemente, pero a cada golpe dado, recibĂ­a dos, uno de la mano contraria, y el otro de la que habĂ­a logrado coger cuando se retiraba. Cada vez mĂ¡s rabioso, la pateĂ³ el pecho y logrĂ³ hacerla retroceder, pero aĂºn asĂ­ ella, en su caĂ­da, logrĂ³ rajarle en la pierna tan certeramente que su sangre manĂ³ de una arteria; de no haber sido por su extraordinaria cicatrizaciĂ³n, allĂ­ se hubiera acabado la suerte de Allan. Sangraba por mĂºltiples cortes que tardaban mĂ¡s en curar debido al veneno. IntentĂ³ cogerla por ambos brazos a la vez y desgarrarla el cuello a mordiscos, y casi lo logrĂ³, pero Coral se debatiĂ³ una vez mĂ¡s, mordiĂ©ndole el hombro e inyectĂ¡ndole fuego, y Allan tuvo de nuevo que soltar su presa, muy a su pesar. El dolor era enloquecedor, no podĂ­a soportarlo. De nuevo se lanzĂ³ a por ella, impulsĂ¡ndose con todo el cuerpo, la tumbĂ³ en el suelo e intentĂ³ inmovilizarla los brazos, y ella contestĂ³ pateĂ¡ndole la entrepierna con las rodillas juntas. Allan se doblĂ³ de dolor, agarrĂ¡ndose la dolorida hombrĂ­a, y cayĂ³ de lado. Su adversaria le hincĂ³ de nuevo ambos estiletes en el estĂ³mago y los vaciĂ³, luego se levantĂ³ Ă¡gilmente de un salto, caminando a su alrededor mientras guardaba a su espalda los estiletes con una floritura.

-No te levantes. – advirtiĂ³, pero Allan se puso de rodillas, intentando vencerse a sĂ­ mismo. – ¡He dicho que no te levantes!

Coral lanzĂ³ una patada al estĂ³mago de su contrincante, y Ă©ste tosiĂ³ sangre, pero no cayĂ³. Hasta Bobby estaba asombrado de aquello, pero no entendĂ­a por quĂ© ella no lo mataba ya, lo tenĂ­a vencido…

-EstĂ¡s agotado, no te tienes en pie – la joven le sacudiĂ³ otra patada, mĂ¡s suave, en un brazo, y su hermano cayĂ³ de bruces, pero de nuevo intentĂ³ ponerse de rodillas – Has perdido. Te he derrotado. Suplica. – exigiĂ³. Allan la mirĂ³, pero contrariamente a lo que Bobby pensaba, no habĂ­a odio en aquĂ©lla mirada, sino una extraña expectaciĂ³n, una malicia traviesa, una curiosidad pĂ­cara… y entonces entendiĂ³. Aquello podĂ­a haber empezado como una pelea a muerte, pero se habĂ­a transformado en otra cosa. Su hermano y aquĂ©lla joven se estaban haciendo mutuamente la corte. Coral lanzĂ³ otra patada al estĂ³mago de Allan, que casi le levantĂ³ del suelo y de nuevo le tumbĂ³ – Has demostrado todo lo que tenĂ­a que demostrar, te he ganado limpiamente, y me ha costado, otra vez me ganarĂ¡s tĂº, ya no tienes que aparentar nada… Suplica. – El licĂ¡ntropo hizo un nuevo intento de arrodillarse, y la joven hizo ademĂ¡n de sacar nuevamente uno de los estiletes.

-Basta. – Bobby no creyĂ³ que Ă©l fuese a vivir lo suficiente como para oĂ­r a su hermano decir, y menos aĂºn, jadear aquĂ©lla palabra, pero incluso la repitiĂ³, alzando ligeramente una mano – Basta.

-Suplica. – repitiĂ³ ella. Con una sensaciĂ³n de triunfo verdaderamente arrebatadora, Bobby vio como su hermano, de no muy buena gana, se dejaba caer de lado y despuĂ©s se ponĂ­a boca arriba, brazos y piernas encogidos, dejando el vientre expuesto… la postura de sĂºplica que adoptaba por primera vez en su vida. Se ponĂ­a en manos de Coral, si ella quisiera, podrĂ­a matarle ahora, indefenso y agotado… o podĂ­a hacerle suyo. Y a juzgar por la mirada, la primera opciĂ³n quedaba casi completamente descartada.

La joven le mirĂ³ de arriba abajo mientras se descalzaba, y apoyĂ³ un pie sobre su estĂ³mago, manchado de sangre seca. Allan se estremeciĂ³ contra su voluntad. La piel frĂ­a de Coral, y sobre todo, el sentirse vencido por primera vez, le proporcionaban sensaciones a las que no estaba acostumbrado.
-Allan, eres un hombre atractivo. – manifestĂ³ ella, con voz algo mĂ¡s baja de lo normal cuando hubo acabado de mirarle. – Muy atractivo, dirĂ­a incluso. Pero lo eres mucho mĂ¡s cuando eres un salvaje, una bestia… no quiero un esclavo. Si lo quisiera, hubiera ido tras tu hermano, Ă©l tiene madera de dejarse dominar, y probablemente no me hubiera hecho falta ni luchar. Quiero un igual. IncorpĂ³rate.

Con algo de esfuerzo, con todo su cuerpo dolorido quejĂ¡ndose amargamente, pero se incorporĂ³ hasta sentarse en el suelo, y ella se arrodillĂ³ a su lado.

-SĂ© que quieres hacerme preguntas. Hazlas. – Allan sonriĂ³. TenĂ­a muchas preguntas en la cabeza, acerca de quiĂ©n era, su pasado, su familia… pero ahora mismo, no querĂ­a pensar en esas cosas.

-Me has vertido tu veneno casi en todas partes, menos en la boca, ¿me quemarĂ­a tambiĂ©n la boca? – preguntĂ³, sin ocultar el deseo que habĂ­a tras la curiosidad.

-Eso depende… - susurrĂ³ ella. – Yo puedo regular mi veneno igual que tĂº puedes decidir si dar una caricia o un zarpazo con tus garras. ¿Te gustarĂ­a probarlo? – Allan asintiĂ³. – Cierra los ojos.

El licĂ¡ntropo obedeciĂ³. Pudo sentir que ella, de rodillas en el suelo, se paseaba en torno a Ă©l, sigilosamente, deslizĂ¡ndose como si no precisase apoyos, como si el aire y el suelo fueran agua. El tener los ojos cerrados le hacĂ­a sentir sin ver, muy cerca de su piel, la respiraciĂ³n, la presencia de ella. Bobby no podĂ­a verlo desde donde estaba, pero a su hermano se le puso la piel de gallina. Muy lentamente, se detuvo a su lado y se acercĂ³ a la boca de Allan. Éste separĂ³ ligeramente los labios al sentirla tan cerca, y ella acariciĂ³ mĂ¡s que besĂ³ los labios de su compañero con los suyos. Él dejĂ³ escapar un involuntario suspiro. Mientras Bobby bajaba definitivamente del Ă¡rbol, pudo ver cĂ³mo el pantalĂ³n de su hermano se abultaba considerablemente.

Coral deslizĂ³ su boca por la cara de Allan, por las mejillas redondas y velludas, dejando un rastro de veneno hĂºmedo sobre la piel y el pelo, pero esta vez el ardor no era irritante, sino delicioso… en una piel humana normal hubiera podido despellejar, en la de Allan era de una calidez terriblemente excitante. La licĂ¡ntropo se deslizĂ³ hasta el cuello y abrazĂ¡ndolo con una mano, mordiĂ³ la carne tibia, inyectando allĂ­ su veneno. Su compañero abriĂ³ desmesuradamente los ojos y ahogĂ³ un grito ante la sensaciĂ³n, todo su cuerpo temblĂ³ y sus manos crispadas se dirigieron a abrazar a Coral sin que Ă©l mismo se diese cuenta de ello.

-…no pares… No pares… - gimiĂ³ mientras ella lo apresaba entre sus brazos. Allan no entendĂ­a ni quĂ© le pasaba, sĂ³lo sabĂ­a que la corriente de fuego que atravesaba sus venas era lo mĂ¡s asombroso y placentero que habĂ­a sentido en su vida. Siempre habĂ­a inspirado miedo en todo el mundo, aĂºn entre sus semejantes, jamĂ¡s habĂ­a sido vencido. Nunca habĂ­a visto nada aparte de temor en los ojos de los demĂ¡s, incluyendo a su propio hermano, a quien no habĂ­a sido capaz de matar, y ahora… ahora se encontraba con alguien que no le temĂ­a, que habĂ­a sido capaz de vencerle y que tenĂ­a armas, como poco, tan poderosas como las suyas. El torrente dulcemente abrasador se extendĂ­a por su cuerpo y le hacĂ­a estremecer de gusto como ningĂºn tipo de sexo lo habĂ­a hecho hasta la fecha. Coral apretaba los colmillos en su cuello, clavados tan certeramente que ni una gota de sangre manaba de la herida en la que inoculaba su enloquecedor veneno. Allan se sentĂ­a derrotado, temblando de gusto como la primera vez que se introdujo en una mujer, el placer le nublaba la vista, sus caderas se movĂ­an solas y finalmente su cuerpo no fue capaz de resistir aquĂ©l maravilloso calor por mĂ¡s tiempo... Su miembro explotĂ³ de placer y su pantalĂ³n quedĂ³ empapado. Bobby alcanzĂ³ a ver algunas gotas blancas y brillantes traspasar la tela y derramarse por fuera, y echĂ³ a correr sin mirar para atrĂ¡s. No querĂ­a admitirlo, pero sentĂ­a celos, unos celos devoradores de su hermano mayor.

"Todo para Ă©l, siempre todo para Ă©l" pensaba, corriendo hacia la casa "La primogenitura, y con ella, la herencia. El favorito de Padre, el mĂ¡s precoz de la familia matando a un rival, yendo de caza y… hasta follando. El mĂ¡s fuerte, el mĂ¡s cruel… el mĂ¡s lobo. Madre muere, con lo que cualquier apoyo para mĂ­ en la herencia queda descartado, sĂ³lo me queda obedecer o renegar, y ahora esto. No es justo…"

Pero cualquier sentimiento de Bobby, sus celos y su malestar no eran asunto que pudiese importar a Allan. Ahora mismo, ninguno de sus propios privilegios o favoritismos importaba a Allan. Apenas unos segundos despuĂ©s de la eyaculaciĂ³n, Coral habĂ­a soltado su presa, y mirĂ³ divertida cĂ³mo las pequeñas heridas de sus colmillos se cerraban lentamente al abandonar la carne. Su compañero tomĂ³ aire y la mirĂ³ con ferocidad maliciosa. RugiĂ³ y la tumbĂ³ de un empujĂ³n, pero Coral se riĂ³, complacida y se estremeciĂ³ de deseo cuando Ă©l desgarrĂ³ el peto que llevaba con sus garras, dĂ¡ndole zarpazos en la piel. Se despojĂ³ de los pantalones hĂºmedos y agarrĂ³ a Coral de las caderas, colocĂ¡ndola de espaldas a Ă©l, arrastrĂ¡ndola brutalmente por el suelo de tierra; su compañera chillĂ³ agudamente, pero en su grito no habĂ­a dolor ni temor, sĂ³lo ansia.

La joven jugĂ³ a resistirse y Allan la golpeĂ³ contra el suelo, rugiendo sus carcajadas lascivas, obligĂ¡ndola a levantar las nalgas para que pudiese penetrarla. La embistiĂ³ como el animal que era, haciĂ©ndola gritar de dolor y placer al atravesar su carne. El licĂ¡ntropo se doblĂ³ de gusto al profanar aquĂ©lla intimidad abrasadora y apretada, que quemaba su miembro y le hacĂ­a sentir escalofrĂ­os de placer y regaba todo su cuerpo de calor… Coral tambiĂ©n segregaba veneno a travĂ©s de sus flujos sexuales "violar a Ă©sta chica serĂ­a imposible, ni yo podrĂ­a soportarlo, te achicharrarĂ­a literalmente", pensĂ³, aferrando las caderas de su compañera con tal fuerza que le clavaba las garras hasta hacerla sangrar.

La propia Coral empezĂ³ a moverse, jadeando, y Allan la correspondiĂ³, embistiĂ©ndola con tal fuerza que en ocasiones la desplazaba sobre el suelo. La joven se quejaba y se reĂ­a, mirĂ¡ndole por encima de su hombro, mostrĂ¡ndole sus colmillos blancos y brillantes, afilados como agujas. Allan la estaba partiendo en dos, pero eso la encantaba, eso era lo que ella querĂ­a. Entre licĂ¡ntropos no se da demasiado la delicadeza, pero Ă©l era salvaje hasta para los parĂ¡metros de su propia raza,… igual que ella.

Allan se sentĂ­a estallar de gusto, no iba a poder resistir mucho mĂ¡s, pero a pesar de que no tendrĂ­a problema en recuperar la erecciĂ³n en pocos segundos, no querĂ­a detenerse sin que ella hubiera acabado. Sin dejar de bombear, separĂ³ las garras un segundo, y apretĂ³ de nuevo, clavĂ¡ndoselas en los costados. Coral chillĂ³ y le saltaron lĂ¡grimas de los ojos, pero la risa coronĂ³ su grito y se estremeciĂ³ violentamente, sudando, notando su sangre fluir y gotear por su cintura y sus muslos hasta el suelo. Allan pudo sentir cĂ³mo ella se convulsionaba, echĂ¡ndose hacia atrĂ¡s sobre el miembro poderoso de su compañero, tiritando de placer, jadeando bestialmente, poniĂ©ndose colorada del inmenso placer que la embargaba, tensĂ¡ndose y gritando… y finalmente, cayĂ³ relajada, con los ojos en blanco y una dulce sonrisa de gusto en la cara.

Allan aminorĂ³ el ritmo durante unos segundos, notando las maravillosas contracciones de su vagina en torno a Ă©l. Nunca antes lo habĂ­a sentido, ninguna mujer habĂ­a gozado con Ă©l y a Ă©l no le habĂ­a importado. Pero ahora sentĂ­a que aquello era inmensamente mĂ¡s satisfactorio que gozar a solas, que preocuparse sĂ³lo de sĂ­ mismo… pero tambiĂ©n Coral no era humana, era su igual, ella tenĂ­a derecho a disfrutar, y se lo habĂ­a ganado al vencerle y mostrarse tan receptiva. En las escasas ocasiones en que Ă©l habĂ­a estado con hembras de su misma especie, ninguna habĂ­a sido capaz de vencerle, apenas de plantarle cara, y todas le habĂ­an tenido miedo. Muchas de ellas eran fuertes, tanto como su propia madre… pero todas le tenĂ­an demasiado miedo para enfrentarse a Ă©l, temĂ­an el dolor, temĂ­an ser forzadas, temĂ­an la fama de bestialidad, elevada hasta para ellas. Ninguna se habĂ­a ganado nada, porque tampoco ninguna habĂ­a ofrecido nada, sĂ³lo habĂ­an sido compañeras para un desahogo, con la intenciĂ³n de que Ă©l acabase cuanto antes el suplicio, y poder presumir a la mañana siguiente que habĂ­an estado con el macho mĂ¡s salvaje de cuantos se conocĂ­an.

Apenas ella se repuso un poco de su placer, Allan empujĂ³ nuevamente con la misma ferocidad de antes, y ella riĂ³ y gritĂ³ de placer. Se volviĂ³ para mirarle, y vio que le faltaba muy poco para llegar. TensĂ³ los mĂºsculos de su vagina y de algĂºn modo, Allan sintiĂ³ que no sĂ³lo la presiĂ³n, sino tambiĂ©n el calor se hacĂ­a mĂ¡s intenso, mĂ¡s devorador, iba a acabar, no aguantaba mĂ¡s, se sentĂ­a aspirado, no podĂ­a mĂ¡s… Coral echĂ³ hacia atrĂ¡s la cabeza, moviendo sus negros cabellos incitadoramente, y su compañero entendiĂ³, los agarrĂ³ y tirĂ³ de ellos como si quisiera arrancĂ¡rselos de cuajo.

Un poderoso aullido de placer rasgĂ³ la noche cuando Allan se derramĂ³ en el interior de Coral y las feroces contracciones del orgasmo le estremecieron de los hombros a los pies, haciendo que sus testĂ­culos se elevaran ligeramente y que sus nalgas se acalambraran… El licĂ¡ntropo apretĂ³ mĂ¡s, guiado por su propio instinto, por una naturaleza que hasta entonces, no habĂ­a conocido. Se inclinĂ³ sobre Coral y Ă©sta hizo lo propio, elevando sus nalgas para facilitarle el camino, jadeando en parte de placer y en parte de dolor, sintiendo cĂ³mo el miembro de Ă©l se hinchaba dentro de su cuerpo hasta que quedaron trabados. Esto a Allan nunca le habĂ­a pasado, tal suceso es algo que los licĂ¡ntropos controlan porque de otro harĂ­a imposible el sexo con humanos, pero ahora su cuerpo estaba pensando por Ă©l, pero desde luego, no iba a poner objeciones. DolĂ­a un poco, y mĂ¡s debĂ­a dolerle a Coral, pero Ă©sta aguantaba con los dientes apretados mientras su cuerpo se acostumbraba a lo que exigĂ­a de Ă©l. Su vagina temblaba, abrasadora y tensa. Lentamente, Ă©sta se fue acostumbrando al tiempo que Allan se derramaba dentro de ella, llenĂ¡ndole el Ăºtero con su semen en tal cantidad que ningĂºn otro macho pudiera tener una oportunidad de fecundarla si se juntaba con ella. Su cuerpo la habĂ­a elegido oficialmente como compañera, y Ă©l, estaba de acuerdo.

Pasado un rato, Allan, agotado, notĂ³ que su miembro por fin volvĂ­a lentamente a su estado normal, y se sorprendiĂ³ al descubrirse a sĂ­ mismo lamiendo los hombros de Coral para intentar consolarla. La joven no se habĂ­a quejado lo mĂ¡s mĂ­nimo, y eso que tenĂ­a que haberle dolido mucho. Su compañera sonreĂ­a. Estaba colorada y los ojos le lloraban, pero se sentĂ­a plenamente feliz. EntreabriĂ³ los labios y Allan la besĂ³, jugueteando con sus lenguas, notando en su boca el calor dulce y acogedor, tierno y agradable, de su delicioso veneno. Era el primer beso que a Allan le concedĂ­an abiertamente. Hasta la fecha, siempre los habĂ­a robado con violencia, y aunque sentĂ­a que era un tanto irĂ³nico que su primer beso como pareja fuese despuĂ©s de follar hasta quedar trabados, no por eso dejĂ³ de disfrutarlo y saborearlo como se merecĂ­a.

Por fin, lentamente, se deslizĂ³ fuera de ella, y sĂ³lo entonces se permitiĂ³ Coral emitir un gemido de alivio. Allan se inclinĂ³ tras ella y le lamiĂ³ el sexo dolorido, notando el sabor del veneno picante y de su amargo semen. Nunca antes habĂ­a sido cariñoso, ni atento, pero una vez mĂ¡s, pensĂ³ que Coral se merecĂ­a que la tratasen asĂ­, dado que ella tambiĂ©n le habĂ­a tratado a Ă©l como deseaba. Cuando parĂ³ de lamer, ella se dio la vuelta y decidiĂ³ corresponder a sus atenciones lamiĂ©ndole a Ă©l a su vez. Esto de ser un poco cariñoso, daba buenos frutos…


******


-Allan, no puedes estar hablando en serio… estĂ¡s loco.

-Lo siento, Padre, pero es la verdad. Bobby es ahora el heredero, pues yo renuncio a todo. Tal derecho me asiste como primogénito, puedo renunciar siempre que exista otro hijo. He elegido a mi compañera, ella es una renegada y no me dejarías quedarme con ella siendo tu heredero, así que dejo mis derechos en pro de mi hermano.

Bobby no habĂ­a querido exactamente aquello, pero no podĂ­a negar que se sentĂ­a afortunado. Padre estaba rabioso, lo Ăºltimo que podĂ­a esperarse de su hijo favorito era aquello… pero la decisiĂ³n de Allan estaba tomada, y, tal como solĂ­a hacer, no espero argumentos de su padre ni de nadie, simplemente saliĂ³ de la estancia agarrĂ¡ndome de la cintura y salimos de allĂ­. SabĂ­amos que su familia no le dejarĂ­a escapar asĂ­ como asĂ­, no es lo mismo ser un renegado por desobediencia a un jefe de clan que por voluntad propia, pero aquello no tenĂ­a demasiada importancia para nosotros. Hemos tenido que defendernos y ocultarnos de nuestra propia raza durante mĂ¡s de ciento sesenta años, pero los dos sabemos que somos capaces de seguir adelante donde muchos se rendirĂ­an o no se atreverĂ­an a seguir. Por separado Ă©ramos fuertes. Juntos, somos invencibles.



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3 comentarios:

  1. Fantastico! Exijo mas!!!! Realmente muy exitante y entretenida!!!

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  2. Y espera a conocer a los hijos de estos lobos

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  3. ¡Gracias por leerlo y comentarlo! Jejeje, me alegra que os haya gustado, y Partner tiene razĂ³n, ya verĂ¡s cuando vayas conociendo a la "segunda generaciĂ³n".... ;)

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