-Cristóbal, ya está bien, es la tercera vez que te pasa, ¿qué sucede? - Viola no estaba precisamente de buen humor, y no era pa...

2 Comments





     -Cristóbal, ya está bien, es la tercera vez que te pasa, ¿qué sucede? - Viola no estaba precisamente de buen humor, y no era para menos, pero Tóbal parecía indiferente.





     -Ya te lo he dicho, cariño... no es culpa tuya, sólo es que estoy aburrido, nada más. Es el calor, me pasa siempre en verano. Lo siento...





     -Pero no puede ser que simplemente te... ¡te tires ahí sin más, y que no te apetezca nada, y que cuando me insinúo, parece que me estés haciendo un favor, y encima, te quedas dormido! - Viola, a horcajadas sobre el cuerpo de Cristóbal, desnuda y, hasta hacía pocos minutos, llena de ganas, notaba como esas mismas ganas se morían con rapidez, dejando en su lugar rabia insatisfecha y una especie de vacío en su estómago que nada tenía que ver con el apetito. Cristóbal resopló y pareció cargarse de paciencia, pero ni siquiera cambió de postura en la cama.





     -Viola, cielo... te advertí que pasaría. El calor, y el verano me amodorran muchísimo. No tengo ganas de nada, ni siquiera de esto, pero ya te he dicho que no es culpa tuya, es la estación. Me pone modorro, no le puedo hacer nada... Ahora mismo, me dices que te has traído a tres amigas ninfómanas, y te digo que os montéis la fiesta solas. Estoy... apático.





    -Pero... pero se puede estar apático un día, una temporadita... ¡pero no todo el santo verano, estamos en ayunas desde hace más de un mes! - Cristóbal pareció pensativo.





     -Creo que en el mueble de arriba, en la caja negra, es donde guardamos el vibrador... - sugirió, y Viola le sacudió con la almohada.





     -¡Tómalo a broma!





     -¿Cómo quieres que lo tome, mujer? - ni siquiera protestando parecía enérgico. - Ya te he dicho lo que me pasa, y que no es culpa tuya, y no lo es. - Sonrió. Viola resopló. - Ya sé lo que estás pensando, pero no, no has dejado de gustarme, ni me voy a buscar a otra; deja de pensar a cada momento que te voy a traicionar... Es sólo - bostezó - que el verano, me aburre. Me gusta, pero me aburre; me gusta para ir de viaje, salir de vacaciones, estar de cachondeo... pero cuando estamos en casa, se me caen encima las paredes y no tengo ganas de nada.





     Viola, cabizbaja, se quitó de encima de Cristóbal y se tendió en la cama para dormir. Desde luego que también a ella le gustaría estar por ahí todo el día, pero Tóbal cobraba apenas medio sueldo, no llegaba. Su ex mujer, a pesar de ser independiente y que no habían tenido hijos, había exigido pensión, según ella, por el terrible daño psíquico que le habían ocasionado las continuas “violaciones” (así llamaba ella al sexo que, aproximadamente una vez al año le daba a Cristóbal) y las infidelidades de su marido, y la había conseguido. El abogado de Tóbal había recurrido, pero hasta que llegase el nuevo juicio, aún faltaban meses, y la abogada que el profesor había elegido, no se pagaba sola tampoco; se llamaba Thais Tonada, había estado como pasante de uno de los abogados más famosos de la ciudad, y según la joven decía, Cristóbal no sólo recuperaría su sueldo completo, sino que podrían recurrir contra su ex esposa... de cualquier manera, Cristóbal y Viola estaban viviendo casi por entero con el sueldo de esta, y aunque no era mal sueldo y el alquiler no era excesivo, no era remotamente suficiente para costearse ni un mal fin de semana en la costa. No si querían comer algo que no fueran patatas viudas hasta final de agosto.





     Cristóbal también era consciente de ello, y le fastidiaba. Estando con su mujer, no es que fueran ricos, pero la familia de ella era tirando a acomodada, y en llegando el verano, casi no ponían los pies en casa. Es cierto que de poco le servían las energías entonces, porque su mujer jamás quería nada, detestaba el sexo, y era contraría a las diversiones ruidosas o las fiestas... pero estaban en la playa, era otro ambiente. Y la mayor parte de las noches, apenas su mujer se quedaba dormida, él podía salir por ahí, al bar del hotel, a la discoteca... con frecuencia, sucedía algo o conocía a alguien que hacía que las vacaciones, valieran la pena.





     Ahora sólo le quedaba la rutina de no tener absolutamente nada que hacer en todo el día, y nada por poder hacer, porque todo costaba un dinero que no tenían. Le gustaba estar con Viola, pero el calor y el tedio le mataban. Sentía que se estaba comportando igual de muermo que su esposa, y eso le daba rabia, pero se sentía incapaz de mover un dedo para evitarlo; así estaba, que cuando Viola quería meneo, que era con bastante frecuencia, él no es que no pudiera seguirle el ritmo, es que se limitaba a tenderse debajo. No quería decírselo a Viola, pero apenas sentía nada aparte de calor pegajoso; ya era bastante malo que se quedara frito mientras ella se movía. Le molestaba sentirse así, lo detestaba... pero el calor y el exceso de no tener nada que hacer en todo el día, le podían.





     Debían ser cerca de las once de la mañana, dedujo por la luz, cuando una conversación lejana le sacó de su modorra a la mañana siguiente. Si era así, había dormido algo más de doce horas... nada espantoso, en verano le pasaba a menudo. Ni siquiera había cambiado de postura durante el sueño, pero Viola no estaba a su lado; alzó la cabeza con esfuerzo, estaba en el salón. El piso de la maestra era tan pequeñito que no tenía habitaciones como tales, sólo la cocina y el cuarto de baño, de modo que desde la cama, podía ver el tresillo, la mesita plegable y el ordenador que componían el salón. La joven tenía el teléfono pegado a la oreja y hablaba muy bajito.





   Cristóbal intentó enderezarse, y descubrió con repulsión que tenía la espalda pegada a las sábanas por el sudor, qué asco... necesitaba una ducha, otra más. Si pudiera poner la cama dentro de la ducha, qué feliz sería. El ruido que hizo al despegarse de la cama, alertó a Viola, que se levantó del sofá. Tenía una sonrisita muy rara.





     -¿Te he despertado? - preguntó.





     -...Nah, no te preocupes. - Tobal notaba que aunque quería responder de inmediato, tardaba casi dos segundos en poder hacerlo, y también hablaba con lentitud, Dios, detestaba el calor, era como si su cerebro se volviese sopicaldo... - ¿Con quién hablabas?





    -¿Te apetece salir a cenar?





    -¿Eh?





    -Hablaba con el Café Royal. Lo han ampliado, ahora también dan cenas, y como están de promoción... ¿Quieres que salgamos esta noche a cenar? Acabo de reservar.





     -Vale... ¡sí, vale! - Cristóbal sonrió. Por un lado no le apetecía salir a ninguna parte, sólo vegetar mientras deseaba que llegase Septiembre lo más rápido posible, pero por otro, la idea de romper la rutina era demasiado tentadora. Sólo esperaba que no fuese demasiado caro.





                                                *****************************








     El ambiente del Royal hizo que Tóbal dedicase una mirada de regañina a Viola, pero ésta se limitó a sonreír y hacer un gesto vago de despreocupación. El restaurante distaba mucho de parecer modesto, con sus enormes ventanales, sus mesas de manteles blanquísimos que rozaban el suelo, sus camareros trajeados y el duo de músicos (pianista y violinista) que animaban el ambiente. Uno de los camareros les condujo a la mesa y retiró la silla de Viola para que ésta se sentara.





     -Viola, el sitio me gusta... me encanta, pero...





     -No te preocupes de nada, y menos del dinero - susurró ella rápidamente, pues el camarero volvía con sendas cartas encuadernadas en carpetas de color morado.





    -¿Van a tomar algún aperitivo? ¿Una copa de champán? - sugirió. Cristóbal ya estaba negando, pero Viola asintió con entusiasmo.





    -¡Sí, por favor! ¿No te apetece una copa de champán?





    -Bueno... - Cristóbal parecía apurado.





    -Dos copas de champán, por favor. - El camarero sonrió y fue en busca de la botella mientras ellos miraban la carta.





     -Viola, ¿champán? ¿No se suponía que esto, costaba veinte euros?





    -Y lo cuesta. Mira. - abrió su carta y le mostró: “cena degustación: 20 euros”. En la carta se detallaban varios platos, postre, y derecho a aperitivo. Cristóbal suspiró, aliviado. - Tobal, relájate un poco. Es cierto que no andamos muy boyantes de dinero, pero una cenita, podemos permitírnosla.





    El profesor sonrió. Qué cuernos, Viola tenía razón, ¿no era eso lo que él quería, salir un poco y divertirse? ¡Pues a ello! La profesora le sonrió y Tóbal notó una caricia en su pierna derecha. Sonrió. Pero el gesto empezó a vacilarle cuando el pie desnudo de la maestra continuó subiendo. Y subiendo. Y empezó a meterse entre sus muslos.





    -¿Han elegido ya? - preguntó el camarero. Cristóbal respingó, pero Viola sonrió de un modo adorable.





     -Sí. Dos menús degustación, por favor. Yo quiero... la marinada de bacalao con salsa Alicia, y de segundo, el lomo de ciervo en lecho de verduras y compota de castañas.





     -Exquisito. ¿Y el caballero?





     -Eeh... yo... - Cristóbal tenía el pie de Viola acariciando la cara interior de sus muslos, y no era precisamente fácil pensar así, pero logró enfocar la carta - De primero, la ensalada de gambas y frutos de mar, y luego... creo que también el lomo de ciervo.





     -Y de postre, yo quiero... Mmmh.... - Viola dirigió su pie al sexo de Cristóbal, mientras éste intentaba no parpadear. Ya le quedaba claro qué quería de postre. - fiesta de frutas de verano al chantilly.





     -Yo... yo lo mismo. - logró decir el maestro. Bastante tenía con conseguir hablar del tirón, como para andar leyendo nombrecitos metafóricos y descrifrarlos. El camarero tomó las cartas y se marchó, y Cristóbal, con un sonrisa en los labios, pudo hablar con su compañera - Viola... ¿qué estás haciendo?





      -¿Yo? - preguntó ella con expresión de absoluta inocencia - Sólo pretendo que disfrutes de la cena, eso es todo...





     -Viola, se me va a notar... me gusta, pero... para... - decía Tóbal, pero no dejaba de sonreír. El pie de Viola le apretaba la virilidad, y ésta, tan dormida en las últimas semanas, estaba reaccionando poderosamente.





     La profesora sonrió más y se inclinó ligeramente sobre la mesa. Cristóbal hizo lo propio y se besaron discretamente. Apenas se separaron tras el beso, siguieron con las bocas a apenas un centímetro de distancia, mirándose a los ojos, y Viola le dio un refregón fuerte con el pie que hizo temblar a Cristóbal.





     El camarero llegó con los primeros platos. Tóbal pensó que mientras comían, Viola se detendría, pero se equivocaba.





     -Por favor... se me va a notar... - suplicó un muy sonriente y algo colorado Cristóbal, con el tenedor a medio camino de la boca.





       -Aquí no hace tanto calor, ¿verdad? - Bromeó ella, y tenía razón. El aire acondicionado daba un frescor celestial al local, y la ausencia de calor hacía que Tóbal no tuviese escapatoria. Ahora era cuando sentía ganas, y cuando se daba cuenta que llevaba más de un mes sin tener sexo del bueno, y recordaba lo muchísimo que le gustaba. Los pantalones le quedaban pequeños, podría partir la mesa con un golpe de caderas.... - Lo mío está muy rico, ¿qué tal lo tuyo?





     -Delicioso... es... está delicioso. - musitó el maestro, con chispitas en los ojos. Viola tomó una porción de su plato, y se la ofreció, y Cristóbal se arrimó, con los labios entreabiertos. La joven le dio un nuevo apretón con el pie, y un pequeño jadeo se escapó de la boca de su compañero, pero logró tomar el bocado. Estaba riquísimo, y eso que a él no le gustaba el bacalao, pero tenía que admitir que estaba verdaderamente bueno. También él le ofreció un bocadito de su ensalada de gambas, que llevaba rabanitos, cangrejo, otros ingredientes que no estaba para identificar, y una vinagreta deliciosa. Estaba tan buena, que casi le daba un poquito de pena tener todos los sentidos debajo del pantalón y no estarla saboreando como merecía. Casi.





      -Muy rica. Qué bien cocinan aquí, ¿a que sí? - sonrió Viola, moviendo su pie arriba y abajo. Cristóbal se mordió el labio inferior y se desabrochó el primer botón de la camisa. Dios, se estaba derritiendo de gusto...





    Viola no podía dejar de sonreír, ¡qué guapo estaba Tóbal intentando mantener la compostura, estaba para comérselo! Trajeron el segundo plato y aún tuvo entereza para asentir cuando el camarero preguntó si todo estaba a su gusto. Mientras partía el delicioso lomo de ciervo, Viola seguía acariciando el pene de Cristóbal, quien la miraba a los ojos y parecía a la vez suplicar piedad y pedir más caña... la joven podía notar en su pie desnudo el tremendo calor que despedía el bulto. Aquí abajo estaban los testículos... si apretaba con los dedos, Tóbal cerraba los ojos, intentaba no gesticular, pero era indudable que daría saltitos de gusto si pudiera. Más arriba el tronco, que podía recorrer arriba y abajo, y hacer que el profesor respirase profundamente, tomando aire con un poco de dificultad... Y finalmente, arriba del todo, el glande. Cuando Viola apretaba sus dedos ahí, las piernas de Tóbal temblaban y se notaba que hacía esfuerzos terribles por que no se le notase; era donde más gusto le daba. Mejor no cebarse mucho ahí, o se correría enseguida, había que reservarse.





     -Qué delicioso, creo que nunca había comido ciervo. - dijo ligeramente Viola, sin abandonar ni por un momento su traviesa tarea bajo la mesa. - ¿Y tú, alguna vez habías probado lo de hoy...?





     La mirada de Cristóbal se debatía entre las ansias asesinas, y el deseo de tumbarla encima de la mesa y tomarse el desquite de tantos días en blanco. El profesor sólo a duras penas era capaz de acertar con el tenedor en la boca, cada escalofrío de placer le hacía tiritar, tenía la mano izquierda agarrada al mantel y no dejaba de apretujarlo. Con frecuencia miraba hacia los lados, temeroso de que alguien se diese cuenta, pero todo el mundo estaba a lo suyo, nadie les prestaba atención. No es que estuviese caliente, es que dudaba que nunca le hubieran hecho algo tan bueno... había tenido aventuras, había hecho el amor en ascensores, en lavabos públicos, en garajes y coches, en el Instituto donde ambos impartían clases, y hasta en funerales, y no recordaba que nada le hubiera dado tantísimo placer como el pie de Viola acariciándole por debajo de la mesa, con toda calma...





     -¿Todo a su gusto? - preguntó el camarero cuando retiró los platos vacíos.





     -Todo riquísimo, ¿verdad que sí? - contestó Viola, y Tóbal tuvo que contentarse con asentir. - No te haces una idea de lo guapísimo que estás ahora... - susurró la joven apenas se marchó el camarero.





      -Viola... - logró susurrar Cristóbal. - Por favor... ¡no pares! - La joven sonrió tapándose la boca con la mano, y continuó. - Voy a mojarme el pantalón, voy a inundarme los calzoncillos, y cuando lleguemos a casa... qué a casa, en cuanto lleguemos al coche, te voy a hacer gritar... pedirás piedad, me suplicarás que pare... Sigue, por favor... sigue, sigue...





    Viola se reía por lo bajo y Tóbal tuvo que morderse el puño cuando el camarero llegó con sendas copas de helado llenas de moras, sandía e higos en trocitos diminutos, cerezas y melocotón también muy troceados, nadando en zumo de naranja y con un sombrerito de nata montada.





     -Mmmmmmmh.... Dios mío, esto es un pecado, ¡una cosa tan sencilla, y está deliciosa! - dijo Viola al probar el postre - ¿Tú no comes...? - preguntó con toda inocencia. Cristóbal luchaba por contener los respingos de gusto y por no gemir; tenía agarrada la cucharilla de postre con tal fuerza que los nudillos le palidecían. Movió los labios para decir sin hablar: “Termíname... por favor”. Viola sonrió cariñosamente y subió a su glande. Tóbal se mordió el labio, ¡se moría de gusto! La joven empezó a apretar, moviendo rápidamente los dedos, y vio cómo Cristóbal se ponía tenso en un intento de contener los espasmos.





     “Me derrito... qué dulce, me derrito...” logró pensar Tóbal, con la mirada fija en la copa del postre, sintiendo cómo la excitación subía más y más. Cada movimiento de los dedos de Viola sobre su glande le producía una deliciosa sensación cosquilleante que se extendía por todo su cuerpo y pedía que se moviera, que embistiera con las caderas para darse aún más placer, que dejase ver en su rostro el inmenso gusto que sentía, ¡pero no podía hacerlo, tenía que fingir! El calorcito aumentaba con rapidez, no podría seguir resistiendo mucho más, al fin le llegaba, ay, qué bien... qué rico... Un poquito más, sólo un poquito más... Tóbal se contrajo en su silla sin poder contenerse, al tiempo que al contacto con el pie de Viola, su pene se dejaba vencer dulcemente y parecía llorar de felicidad... notó cómo su esperma se salía y le empapaba el calzoncillo, mientras Viola seguía acariciando, y debía haber mojado también el pantalón, porque ella aminoró el ritmo... haaaaah, qué placeeer... qué bien se había quedado, qué gustazo. Logró levantar la mirada, ya recobrando la respiración. Viola se le comía con los ojos, mientras saboreaba el postre. Cristóbal pudo por fin meter cucharada en el suyo, y aprovechó el sabor del mismo para soltar un gemido sin contenerse. Realmente delicioso. Todo.








                                                                *******************








     -¡Tóbal... por... por favor, vámonos a casa... haaaaah... aquí nooo...!





     -¡Sólo uno, venga... uno nada más! - En el asiento trasero del coche, aparcado en una calle lateral, Cristóbal no dejaba de acariciar bajo la falda de Viola. Era casi medianoche y había refrescado, y al salir del restaurante, antes de volver a casa, Tóbal había querido... “jugar un poco”, lo había llamado él, pero tras un par de besos, había ido a atacar directamente bajo la falda y sus dedos se habían colado por el lateral de las bragas de su compañera, húmedas debido a lo sucedido en el restaurante. La joven no cesaba de pedirle que lo hicieran en casa, pero no sólo no le frenaba, sino que se recostó en el asiento, fingiendo que resbalaba en el tapizado. - Mmmmh... qué mojada estás...





     Viola sonreía y se besaron casi con furia, disfrutando de las caricias. Cristóbal le acariciaba el clítoris de arriba abajo, haciéndola reír de cosquillas lujuriosas, mientras ella intentaba desatarle el cinturón, y por eso lo notó.





     -Te vibra la cintura... - musitó,  le sacó el móvil del bolsillo y le mostró la pantalla, ¿qué hacía llamando a esas horas, y en Agosto, Nazario el jefe de estudios...? La última vez que llamó a horas tan intempestivas y en vacaciones, fue para meterles de culo en una obra de teatro navideña. Cristóbal le arrebató el móvil y lo tiró al asiento delantero.





     -¡Que se joda! - masculló y se bajó la cremallera, para dejarse caer sobre Viola casi a la vez.





   


                                               **********************************








     -Detesto hablar con los contestadores - dijo Nazario en su casa, al teléfono. - Y máxime cuando sé positivamente que podéis cogerlo, he pasado por el restaurante y os he visto dentro. En fin, dado que no contestáis la llamada para decir que no podéis, asumo que SÍ podéis. Haber contestado. Necesito que preparéis para pasado mañana el siguiente equipo, tomad nota: saco de dormir, brújula, kit de primeros auxilios, dos chandal... yo os aconsejaría uno de pantalones cortos y camiseta, y otro más abrigado, por si acaso. Dos mantas, un juego de sábanas cada uno, cantimplora....


You may also like

2 comentarios:

  1. ¿El apellido de Thais es Tonada? le queda bien xD.

    ResponderEliminar
  2. Hala, por graciosos y mosquear a Nazario... Al frente ruso.

    Buena historia. Éso es ponerse las botas en un restaurante y lo demás son tonterías.

    ResponderEliminar