Morbo y placer, discreción y escándalo. Existe una cierta fascinación por hacer cosas que sabemos prohibidas, y el experimentar ...

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            Morbo y placer, discreción y escándalo. Existe una cierta fascinación por hacer cosas que sabemos prohibidas, y el experimentar placer sensual en sitios públicos es una de las más comunes. Hay una manera de hacerlo sin molestar a los demás, que nadie sospeche de nosotros y a la vez sin perder una pizca de intensidad: los vibradores ocultos.

 

Buenas vibraciones.


                El componente del morbo siempre ha sido importante en las relaciones sexuales, para enriquecerlas y evitar las fatales rutinas; desde la lencería pícara hasta el uso de parafernalia bondage, todo lo que encierre un aura de “pecado” hace deliciosamente atrayente la relación o el juego. El mantener relaciones sexuales o gozar en un lugar público no es una excepción y no son pocas las parejas que disfrutan enormemente teniendo pequeños desahogos en las calles oscuras poco transitadas, o en el interior de un coche. Claro está, existe un pequeño inconveniente llamado “delito de escándalo público”, y el horror a ser descubiertos en muchas ocasiones nos puede frenar, ¿cómo podemos hacer para aprovechar el morbo sin incurrir en delito ni perder privacidad? Con los vibradores de bolsillo u ocultos.

                No hablo -claro está- de los dildos con capacidad vibratoria, sino de los pequeños dispositivos que pueden ocultarse fácilmente en el interior de la mano y que en muchas ocasiones están camuflados como barras de labios u otros pequeños objetos. Este tipo de vibradores pueden introducirse en la vagina o el ano o dejarlos apoyados contra el clítoris, sujetándolos con las bragas. También pueden aplicarse al glande, aunque debemos tener presente que eso producirá erecciones que pueden notarse bajo la ropa. Aunque hace años este tipo de vibradores llevaban un cable que los conectaba al mando que los hacía operativos, hoy día la mayoría son inalámbricos y el mando a distancia no sólo es discreto, sino que dispone de varias velocidades. Es más, gracias a las aplicaciones para móviles, existen incluso modelos que ya no precisan mando, sino que se manejan a través de nuestro teléfono, pudiendo controlarlo no sólo con mayor discreción, sino también con mucha mayor sensibilidad.

                Este tipo de vibradores ofrecen una divertida variedad de juguetes adecuados a las zonas de placer que nos resulten más interesantes: clitorianas, vaginales, anales y algunos hasta combinación de ambas. Como sucede siempre, si nos tiramos a precios altos, podemos gastarnos hasta cien euros o más, pero podemos encontrar modelos muy cumplidores en torno a los diez euros. Estos juguetes no fueron concebidos con un único propósito, así que podemos disfrutarlos en el interior o exterior de nuestro domicilio y también en pareja o en la libertad de nuestra soledad, aunque el mayor morbo lo encontraremos fuera, y jugando con el placer de nuestra pareja. Como veíamos la semana pasada con el orgasmo denegado, buena parte de la diversión reside en ceder el control de nuestro placer y dejar que sea nuestra pareja quien decida cuándo regalarnos con mayor o menor estimulación.

 

                ¿Habéis probado los vibradores en público? ¿Qué opinión os merecen? ¡Dejádmelo en comentarios!




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