Fuente inagotable de miedos, deseo, rumores y hasta dueña de su propia mitología, la pérdida de la virginidad es una de las ex...

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            Fuente inagotable de miedos, deseo, rumores y hasta dueña de su propia mitología, la pérdida de la virginidad es una de las experiencias más representativas en la vida de cualquier ser humano, tan importante y significativa como el primer día de escuela, nuestro primer día de trabajo o nuestra primera vez en casa cuidando de nosotros mismos. ¿Qué edad es la más adecuada para esta experiencia? ¿Qué podemos esperar de ella? ¿Es dolorosa? Todo lo vamos a ver hoy.

 

Siempre hay una primera vez para todo.



            Si hay algún hito que marque de forma definitiva el paso de la infancia a la madurez, no es la primera menstruación o la primera erección tanto como la primera vez que permitimos a otra persona llegar a fundirse íntimamente con nosotros y experimentamos el amor físico por vez primera. Hasta ese momento, aún queda en nosotros una pizca de desconocimiento, de ignorancia en el sentido más dulce del término, de inocencia. Da igual cuánto porno hayamos visto o cuánto hayamos explorado nuestro cuerpo o el de otros. Hasta que no vivimos en nuestra piel la intensidad (tanto sentimental como física) de ese momento, no somos realmente consciente de todo lo que encierra y cuán enormes pueden ser la complicidad, el cariño o la intimidad. Es un momento especial que puede llegar a ser muy hermoso y que, de una forma u otra, recordaremos siempre, de modo que es aconsejable cuidarlo. Al menos, en la medida de lo posible.

 

            ¿Qué edad es la más aconsejable para perder la virginidad?

            No hay una «edad perfecta» para la primera vez en el sexo, igual que no la hay para una primera cerveza, o para la primera vez que cocinamos, pero, al igual que en los casos anteriores, para el sexo hemos de presentar un cierto grado de madurez y responsabilidad, una capacidad más que mediana para saber cuidarnos a nosotros mismos. Difícilmente dejaremos sólo ante los fogones a un chico de doce años, y para el sexo es lo mismo.

            Lo que sí debemos tener presente es que el momento ideal, lo pone uno. Aquí no caben las presiones externas, el «todos mis amigos lo han hecho ya», ellos tienen o han tenido otras circunstancias y no puedes juzgarte por lo que hacen ellos. ¿Es mi opinión lo que quieres? Para mí, lo ideal es que esperes a conocer a una persona por la que sientas algo y para quien tú signifiques algo a tu vez. Si lo haces con una persona para quien sólo eres un desahogo en el lavabo de una discoteca, es fácil que sea la decepción y aún el dolor los que coronen tu intento. No digo que tengas que esperar a tu amor verdadero, ni a tener un proyecto de vida en común, pero sí al menos que estés con una persona que te importe y te haga sentir, si no querido, al menos cómodo y a gusto.


            Mi pareja quiere hacerlo, pero yo no, ¿qué he de hacer?

            Nunca, jamás, bajo ningún concepto, te avengas a tener sexo con alguien sin estar completamente seguro de que lo quieres hacer. Seas hombre o mujer, el sexo es cosa de dos; por mucho que quiera tu pareja, si tú tienes dudas, no lo hagas. La primera vez puede impresionar un poco, da algo de miedo, y tus dudas son perfectamente naturales y lógicas. Es posible que tu pareja pretenda hacerte creer que, si no quieres hacerlo, es que no le quieres. Esto es una coacción y no debes permitirlo; si tu pareja te quiere, es ella quien esperará el tiempo que sea preciso sin presionarte ni hacerte sentir culpable por ello.

            Y aquí, quien dice «pareja», dice «amigos», o «grupo social cualquiera». Nadie está capacitado ni tiene potestad para decidir por ti algo tan personal como si estás listo para el sexo o no. E igualmente, es algo que tampoco has de hacer nunca por despecho ni por fastidiar a nadie. Pensamientos como «mis padres piensan que aún soy un bebé, voy a demostrarles que ya no lo soy» o «como mi ex me dejó, voy a darle en los morros haciéndolo con otro», no son buenos consejeros. Sólo hay una persona que puede decidir cuándo estás completamente listo para el sexo y sólo hay un motivo válido para hacerlo: tú mismo y porque eres tú quien quiere.

 

            ¿Duele perder la virginidad?

            En ocasiones, sí. Pero no se trata de ningún dolor insoportable ni nada que pueda hacer que nos muramos. En la vagina de la mujer existe una membrana llamada himen. El himen es una lámina delgada y frágil de tejido ligeramente elástico, que cubre de forma parcial la entrada de la vagina. Tan parcial, que permite el paso del flujo menstrual y no se ve afectada por el uso de tampones durante la misma. Sin embargo, un pene suele ser bastante más ancho que un tampón y rompe el himen al penetrar, lo que produce sangrado y dolor. Esto no podemos evitarlo, pero sí minimizarlo.

            Durante muchos siglos, a las mujeres nos han metido en la cabeza que perder el virgo era algo malísimo. Era pecado, era perder nuestra pureza, nuestra honra, era avergonzar y deshonrar a nuestros padres y convertirnos en putas, en malas mujeres que no se respetaban. El justo castigo era que doliera, porque «la mujer decente» no debía disfrutar del coito. Hoy día esto ya no se piensa de esta manera, pero qué duda cabe que parte de tan macabro paradigma aún persiste y es relativamente común oír a los adolescentes expresar su miedo a ese dolor de la primera vez, como si fueran a morir empaladas, o a matar a sus compañeras durante el acto, o pensando que el sangrado va a ser propio de una película de Tarantino. Tengamos calma.  Pensemos con frialdad que la Humanidad ha sobrevivido y disfrutado del sexo durante muchos milenios; si la pérdida de la virginidad fuera algo tan espantoso, nadie querría pasar por ello. Si hacemos bien las cosas, ni el dolor será nada horrible, ni el sangrado será algo más que testimonial.

            Durante el sexo y los preliminares, la vagina segrega lubricación que facilitará el acto. Lo que debemos hacer es no tener prisa, y hacerlo en un momento y lugar que nos brinden tiempo e intimidad, y dedicar un buen rato a los juegos previos, a fin de que nuestro cuerpo esté lubricado y, lo más importante: relajado. En muchas ocasiones, nuestro propio nerviosismo ante la idea de sentir dolor (y de dejar que alguien nos toque, vea nuestra desnudez, la certeza de lo que va a suceder), nos hace tensarnos y eso sólo nos lo pondrá más difícil. Un cuerpo tenso impide la penetración, un cuerpo relajado la facilita.

            Nunca hay que intentar hacer las cosas «a huevos». Si nuestro cuerpo se cierra y vemos que la penetración es difícil, es mejor dejarlo tranquilamente para otro día antes que insistir. Empujar a la fuerza sólo ocasionará dolor, y es poco probable que tu pareja tenga ganas de volver a estar contigo si le haces daño.

 

            ¿He de protegerme contra ETS y embarazos en mi primera vez?

            Rotundamente SÍ. Los espermatozoides y las enfermedades no entienden de primeras veces; debéis tener mucha higiene y usar métodos de barrera para prevenir sustos o cosas peores. Puede que alguien os diga que la primera vez es imposible que te quedes en estado, o que basta con que lo hagáis de pie o que te laves con CocaCola al terminar: no hagas caso. No hagáis tonterías e invertid un euro en un preservativo. Es el mejor método, y el único que os protegerá a la vez de tener algo que lamentar o que tratar.

 

            ¿Tenéis alguna duda más sobre la primera vez? ¿Queréis contar cómo fue la vuestra? ¡Déjamelo en comentarios!



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