¿Quince minutos o cuatro horas? ¿Toda la noche? ¿Dos minutitos? Cada persona tiene su tiempo para alcanzar el goce sexual, y si bien «...

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¿Quince minutos o cuatro horas? ¿Toda la noche? ¿Dos minutitos? Cada persona tiene su tiempo para alcanzar el goce sexual, y si bien «un poco» puede ser muy poco, no siempre más es mejor. Vamos a hablar un poco sobre la duración perfecta de una relación íntima.


Cuando se exagera, hasta un sueño puede ser una pesadilla. 


            El cine (y no hablo del X) nos ha hecho creer que una relación sexual es una especie de ballet absolutamente coordinado donde todo el mundo tiene ropas fáciles de quitar y que se deslizan sutilmente por la piel, jamás hay un gatillazo, todas estamos siempre húmedas al instante, el orgasmo siempre es simultáneo y, por supuesto, todo sucede en el tiempo de una canción de Barry White. Espero no hacerle a nadie un spoiler si digo que nada de eso es verdad.
            Durante el sexo, con frecuencia nos deshacemos el peinado al quitarnos una camiseta, se nos resiste un botón, nunca hay un pudoroso fundido en negro y la duración del encuentro siempre será variable.
           
            ¿Cuál es la duración habitual?
            Aunque la duración de un encuentro sexual es muy diversa, lo más común es que, al principio de una relación de pareja, los primeros encuentros sean rápidos y de menor duración sólo por el hecho de que los «jugadores» suelen estar excitados con la novedad, y la excitación es hermana de la rapidez y prima de la satisfacción. Conforme la relación de pareja se estabiliza, la duración de sus ratos de ocio sexual suele aumentar, porque ambos compañeros ya no buscan sólo la consumación, sino más bien el conocimiento, el descubrimiento y la exploración del cuerpo y de los puntos débiles de su pareja.
            Cuando dos personas tienen ya mucho tiempo de conocerse y han trabajo una relación sólida, la duración de sus encuentros fluctuará; tienen la suficiente confianza y conocimiento para disfrutar del polvo rápido y, a la vez, saben dedicarse tiempo mutuo cuando pueden y lo desean, se animan a probar cosas nuevas, etcétera.

¿Qué es mejor, un hombre que dure poco o mucho?
            Ni calvo, ni con tres pelucas. Tan malo es un hombre que a los dos minutos termina, cree que ha terminado todo el mundo y se duerme, como el que se toma por una máquina sexual por estar cuarenta minutos de penetración y deja a su pareja escocida.
            Tanto en un caso como en el otro, lo que se precisa es lo que recomiendo siempre: comunicación. El que un hombre (o una mujer) haya alcanzado su orgasmo, no implica que el resto de participantes lo hayan hecho, y así debemos hacerlo saber a nuestro compañero. Si nuestro sexo está dormido o en exceso sensible después de terminar, podemos -y aún debemos- usar el resto de nuestro cuerpo para complacer a nuestra pareja. No importa llegar los dos a la vez, pero sí importa llegar los dos.
            En el caso contrario, tampoco debemos callarnos y dejar que nuestro compañero se reafirme en una creencia falsa («cuanto más dure, mejor»), sino decirle que precisamos calidad y no cantidad. Con frecuencia, unos breves minutos de caricias en el clítoris (o en cualquier otro punto detonador) serán más efectivas que una hora y cuarto de saca-mete. En ese caso, el verdadero placer que sentimos es que nuestra pareja termine de una vez. No debemos olvidar que la lubricación vaginal, ni aún la de los geles, es eterna. Llega un momento que se termina y el restregón comienza a ser molesto y a doler.

            ¿Qué debo hacer para adecuarme a mi pareja?
Hablar. Hablar y jugar, probar y ensayar, pero sobre todo hablar. Aunque llamemos «relación sexual» al coito en sí, lo cierto es que su alcance es mucho más amplio, y todo lo que sea hablar de ello, planearlo, saborearlo de antemano, preguntar a nuestro compañero y tomar nota de sus gustos, puede considerarse que forma parte del sexo, en tanto que nos ayudará a aumentar nuestro goce erótico y provocar el de nuestra pareja.
            No partas del prejuicio de que un puñado de minutos es demasiado poco; a veces, un corto cómico de seis minutos puede darnos mucha mayor satisfacción que un episodio de una hora de un culebrón en el que no ocurre nada y, justo cuando parece que empieza lo interesante, se acaba la emisión. Si os conocéis bien mutuamente, si sabéis excitaros (a vosotros mismos y a vuestra pareja) y disfrutar, podéis gozar igual con «una rosquilla rellena de jalea» (un rápido de dos peniques. Ronda de noche, Terry Pratchett) que con una larga sesión en la que disfrutéis de un extenso rato de seducción mutua y todo tipo de juegos.

            ¿Cuánto os gusta que os dure vuestra sesión de sexo? ¿Alguna vez habéis tenido algún encuentro particularmente largo o corto? ¿Cómo os hizo sentir? ¡Déjamelo en comentarios!



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