Como ya vimos la semana pasada, es muy común que las ideas que parecen chulísimas en la tele o en nuestra imaginación, se estropeen misera...

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Como ya vimos la semana pasada, es muy común que las ideas que parecen chulísimas en la tele o en nuestra imaginación, se estropeen miserablemente en este lado de la realidad. Para estar prevenidos y no llevarnos un chasco demasiado grande, vamos a repasar otras ideas típicas que ya os anticipo que no van a dar buenos resultados al mezclarlas con sexo. Quizá no para que las desterremos por completo, pero sí para tomar, al menos, precauciones.


Luego vas a fregar tú el suelo, lumbreras. A ver la gracia que te hace.


 

                Sexo con comida.

                Sí, en Nueve semanas y media quedaba increíble, yo también lo sé, y la idea en sí no está mal, pero no es algo para hacer a lo loco. Al menos, es preciso que tengamos en cuenta lo siguiente:

A)      No lo hagáis en la cama, o las sábanas quedarán hechas un Cristo. Y digan lo que digan en los anuncios, el chocolate reseco NO SALE.

B)      No os durmáis sin ducharos antes, o la depilación a la cera os parecerá un paseíto por comparación.

Si usáis cualquier tipo de dulce, poned un poquito, una gotita, y fuera de zonas que tengan vello corporal. Ni resulta apetitoso, ni excitante. Todo el dulce se seca más deprisa (y con iguales efectos) que el super-glue. Si usáis fruta, recordad que el jugo, en las mucosas (es decir, los ojos, pero también la vulva o la uretra), escuece. Muchísimo. En definitiva, se trata de una práctica que tiene demasiados inconvenientes.

 

Sexo en el agua.

¿Qué guay, verdad? En un jacuzzi, en una piscina, o en una playa solitaria… dicho así, suena delicioso, hasta yo lo he usado en más de una ocasión en alguno de mis relatos, sé que queda muy bien y que son escenarios con una carga erótica importante. La pega es que cuando he hablado de ello, he obviado -por conveniencia, claro está- un pequeño detalle: el agua y la lubricación genital se llevan fatal, fatal.

Me explico: el agua lava la humedad que nuestros sexos producen para que el juego resulte suave y agradable. Podría parecer que hacerlo bajo el agua debería ser mucho más húmedo, sin embargo, no es así. Es horriblemente reseco, incluso puede doler. O usáis un lubricante artificial hidrófobo (que no se vaya con el agua, sino que necesite jabón para desaparecer), o deberéis limitar el sexo a jueguecitos de poca enjundia (besos, caricias…) y terminar la función en otra parte. Si lo hacéis en la orilla de la playa no uséis una simple toalla, sino una tumbona alta y elegid para ello un día sin viento. De lo contrario, la arena se unirá a la fiesta y podéis creerme: si molesta la arena en la piel o los ojos, allí donde estáis pensando es muchísimo peor.


Juguetes que no lo eran.

El clásico pepino, las salchichas o cualquier otro tipo de objeto de forma vagamente fálica puede ser una tentación cuando deseamos poner un poco más de picante en nuestra vida sexual sin pasar por la vergüencita de comprar un juguete o esconderlo en casa. No es que sea de por sí mala idea, pero hay cosas que hemos de tener en cuenta y es que:

-No se pueden usar a lo loco. Primero es preciso lavar el objeto, sea el que fuere, y segundo usar lubricante (y preferiblemente un preservativo. Que nunca sabremos con seguridad si el frutero tuvo quizá la misma idea que nosotros).

-Las hortalizas aguantan algo más, pero las salchichas se rompen con mucha facilidad. No es una buena idea usarlas, pero si os sucede algo así, recordad que la vagina tiene músculos para expulsar un bebé: aprieta y saldrá.

-Nunca, jamás, uséis una botella: se haría el vacío y no podríais sacarla.

-Por definición, cualquier objeto de cristal o cerámica, cuanto más lejos de los genitales de uno, mejor.

-Los músculos anales y vaginales tienen un límite. No pretendas forzarlos y nunca, nunca, nunca hundas algo sin tope. Asegúrate de que tenga un extremo, un cordel… algo que te permita manejarlo y sacarlo en todo momento.

En definitiva: que mejor os gastáis treinta euritos en un juguete como Afrodita manda y, si hace falta, una cajita con candado para esconderlo. Ambas cosas pueden pedirse por internet, que llegan en discretitas cajas marrones y os dejáis de líos.

 

Sexo drogado o bebidos.

Voy a admitir públicamente que a la primera que le gusta un buen fumeo, es a mí. Y sí, hacer el amor con un pequeño globo, además de mucha risa, da mayor placer. Sin embargo, no deja de ser una práctica arriesgada que puede acabar desde en un pequeño chasco, hasta en un disgusto.

Cuando uno va bebido o drogado, su toma de decisiones no es precisamente sensata (la libido ya nos puede llevar a hacer cositas de las que nos arrepentimos al día siguiente, imagina multiplicarlo por dos). Puedes acabar cediendo a prácticas que no aceptarías de ir sereno y, si tu pareja está en la misma situación porque así habéis quedado en hacerlo, tampoco le puedes pedir cuentas. El dejar de usar preservativo, lanzarse al sexo anal por primera vez, hacerlo en la terraza para que os vean los vecinos… pueden pareceros ideas cojonudas con el subidón del tóxico. Por eso, el tema sexo en condiciones que mermen nuestras facultades mentales es algo que sólo recomiendo con una pareja de MUCHA confianza y que al menos uno de los dos esté sereno. O por lo menos, un poco más consciente que el otro.

Corolario: el uso de sustancias intoxicantes con carácter lúdico no debe tomarse en broma. A corto plazo puede ocasionar falta de erección o sueño y que se os vaya la noche al traste; a largo plazo puede desencadenar adicción y problemas más graves. Una vez más, la idea, en teoría, es divertidísima, pero llevada a la práctica hace aguas por todas partes. No os lo aconsejo. Si finalmente lo hacéis, no vayáis diciendo que yo no os avisé.


Y esto sería lo más relevante en cuestión a malas ideas a la hora de follar. Si queréis seguirme en Twitter, recordad que tengo los dm abiertos, y allí podréis sugerirme temas a tratar en entregas futuras. Hasta entonces, follad pero seguros.



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