No falla: vemos algo sĂºper romĂ¡ntico en una peli, una serie, lo leemos en un libro, y pensamos « ya tengo sorpresa para San Valent...

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        No falla: vemos algo sĂºper romĂ¡ntico en una peli, una serie, lo leemos en un libro, y pensamos «ya tengo sorpresa para San ValentĂ­n-su cumple-el aniversario». Como decĂ­an los de Pantomima Full, «en su cabeza era espectacular». La pega es que esas cosas que quedan tan chulas en el cine, a veces se fastidian un poco a la hora de pasarlas al plano real.

 

¿QuĂ© quieres decir con que no encuentras la llave?

                Dejar la casa a oscuras y llenarlo todo de velitas.

                Eeeh… no. Ya lo sĂ©, yo tambiĂ©n lo he visto en pelĂ­culas y el efecto, como quedar, queda precioso, pero las velas tienen un pequeño inconveniente: que llevan fuego. Y el fuego es caprichoso. Las velas en el suelo y los vestidos con vuelo o abrigos largos son peligrosos, igual que si quedan cerca de cortinas, cojines, alfombras o pueden caerse accidentalmente sobre algo inflamable que, oh contrariedad, resulta que es el 90% de lo que nos rodea. Si eso sucede, lo menos que no podemos llevar, es un susto. Si querĂ©is hacer el amor o tener una velada romĂ¡ntica a la luz de las velas, no llenĂ©is la casa con ellas, usad sĂ³lo dos o tres, colocadlas en sitios muy estables (o sea: lejos de la cama, que en pleno frenesĂ­ no corrĂ¡is el riesgo de tirarlas) y antes de empezar comprobad que pueden estar encendidas con una vigilancia sĂ³lo relativa.  Tened en cuenta que no se trata sĂ³lo de la llama, sino que la propia vela o recipiente que la contenga se pondrĂ¡n muy calientes y pueden chorrear cera o parafina. Os garantizo que no os harĂ¡ gracia ver que el capricho de las velitas ha dejado un cerco requemado en la cĂ³moda o que la cera se ha quedado pegada al cristal de la mesita.

               

                PĂ©talos de rosa o purpurina.

                Esto NUNCA se le ocurre usarlo a la persona encarga de barrer. Igual que antes, dejar un caminito de pĂ©talos de rosa y llenar con ellos la cola hace un efecto estupendo, de foto de Instagram, sĂ­, pero luego es un latazo. Se quedan pegados por todas partes. Si son naturales olerĂ¡n muy bien, pero pueden soltar jugos y manchar la ropa o las sĂ¡banas; si son artificiales picarĂ¡n por todas partes. La purpurina brilla de un modo atractivo y seductor, es un capricho precioso, aunque prepĂ¡rate a que siga saliendo brilli-brilli cinco años mĂ¡s tarde cada vez que barras. Si os apetece, adelante, pero eso sĂ­: id con el Ă¡nimo hecho de que despuĂ©s deberĂ©is ducharos y cambiar las sĂ¡banas sĂ­ o sĂ­.

 

                Sado maso sin tener mucha idea.

                Cuando estallĂ³ la fiebre de las 50 sobras (no, no me he comido ninguna letra) hubo mucha gente que se apuntĂ³ al carro del BDSM pensando en glamour y helicĂ³pteros privados o -mĂ¡s modestamente- en revitalizar su vida sexual, que siempre es algo que estĂ¡ bien. La pega es que este tipo de sexo requiere, al menos, haber leĂ­do un poquito sobre Ă©l, y no me refiero al citado libro, sino a algo escrito por alguien por conociera el tema mejor. Por lo menos-por lo menos, en lo referido a la palabra de detenciĂ³n. El BDSM no consiste en pegar azotes a lo loco ni en que nuestra pareja coma sĂ³lo lo que le ordenemos. Como este no es el lugar ni el momento para definirlo (aparte que ya hice otro artĂ­culo sobre ello que podĂ©is leer aquĂ­), digamos sĂ³lo que si os animĂ¡is a probar el BDSM con vuestra pareja pactĂ©is siempre una palabra de alto para que nadie acabe con un moratĂ³n ni con un cabreo. La dominaciĂ³n es una rama del sexo muy entregada, de una gran confianza mutua, puede ser muy hermoso. Sin embargo, es como el submarinismo: aunque lo puede hacer prĂ¡cticamente cualquiera, es preciso tener una preparaciĂ³n previa.

 

                Hacerlo en sitios pĂºblicos.

                De acuerdo, da mucho morbo, es un juego muy travieso que, aunque dĂ© un poco de miedo en el momento, luego siempre es grato para recordarlo. Todos nos hemos dado el lote en un coche, en el cine o en un parque y hemos hecho en pĂºblico cosas que harĂ­an que nuestra abuelita nos hubiese frito la nuca a collejas. Claro que una cosa es darse el filete -con perdĂ³n- y otra muy distinta tomarse el menĂº completo. Con lo primero puede que nos llamen la atenciĂ³n, con lo segundo podemos estar cometiendo un delito (escĂ¡ndalo pĂºblico), en especial si tenemos la mala suerte de ser vistos por menores de edad. Por lo demĂ¡s, es algo incĂ³modo, que exige casi siempre hacerlo de pie, deprisa y mal, amĂ©n de que es una prĂ¡ctica en la que es muy difĂ­cil relajarse o disfrutar, porque es inevitable el temor a acabar en un recĂ³ndito rincĂ³n de Pornhub y que doce millones de personas nos vean el culete. Si tenĂ©is el capricho de hacerlo en un sitio pĂºblico, al menos hacedlo en el campo y dentro del coche. Mal de males, estarĂ©is menos incĂ³modos y reducirĂ©is el riesgo de que os vean.

 

                Grabarse o sacar fotos.

                Otro clĂ¡sico del morbo que suele terminar en decepciĂ³n. Nos imaginamos que va a ser como en el cine, y obviamos que en el estudio hay maquilladores, peluqueros, luces especiales, cuatro cĂ¡maras, un director y que cada segundo se repetirĂ¡ catorce veces. Naturalmente, lo nuestro es una chapucilla entrañable en la que es muy probable que:

A)      Nos veamos gordos, feos, bajitos…

B)   Perdamos de vista el sexo, el pasar un rato agradable de verdad con nuestra pareja, para preocuparnos sĂ³lo de quedar bien en un vĂ­deo que nadie mĂ¡s verĂ¡ nunca. 

Y todo eso, rezando siempre porque el vĂ­deo-fotos nunca acaben accidentalmente en manos de los niños, de los padres o que las pasemos por whatssap a un nĂºmero que no sea el nuestro. Y aquĂ­ he de hacer un inciso importante: nunca, jamĂ¡s, bajo ningĂºn concepto, se ha de compartir ese material audiovisual con terceros SIN EL CONSENTIMIENTO EXPRESO de nuestra pareja. Esas fotos o vĂ­deos (sean en pareja o en solitario) te han sido dadas A TI Y SOLO A TI, has de guardarlas celosamente y jamĂ¡s deben llegar a los ojos de otra persona, salvo que los dos estĂ©is plenamente de acuerdo en ello. Como vemos, son muchos inconvenientes y, a poco que tengamos la autoestima un poco frĂ¡gil, puede resultar incluso hiriente. Es algo que es conveniente pensar antes de animarse a hacer; para cumplir la fantasĂ­a del modelo erĂ³tico basta con usar una mĂ¡quina sin carrete.

Hay otras malas ideas en el sexo, como hacerlo en el agua, hacerlo con comida, usar como juguetes objetos que no estĂ¡n pensados para ello… pero lo veremos la semana que viene. Hasta entonces no olvidĂ©is seguirme en Twitter y follad, pero seguros.



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