No, esto no es infidelidad. Es lo que se llama un sándwich, aunque no hablemos de cocina.                 Mucho se ha hablado esta semana ...

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No, esto no es infidelidad. Es lo que se llama un sándwich, aunque no hablemos de cocina.


                Mucho se ha hablado esta semana de una infidelidad en concreto entre una cantante y un jugador de fútbol. Jardín en el que no pienso meterme a modo particular, pero sí que voy a hacerlo en modo general, a fin de daros unos consejos para escribir acerca de un tema tan espinoso como es la infidelidad. Se trata de algo que debemos tratar con cierta precaución, a fin de no provocar en nuestro lector la antipatía y que abandone la lectura. Vamos a verlo por puntos, como es habitual:

 

                El escritor no está para educar al lector.

                A primera vista, puede parecer que esta afirmación entra en conflicto con lo que acabo de decir, sin embargo vamos a ver que no lo hace. Porque lo que quiero decir es que la infidelidad, sí, es intrínsecamente mala y eso es algo que sabemos todos, por lo tanto no hay necesidad de que nos privemos de escribir sobre ella, edulcorarla o dar terribles castigos moralizantes de orden sobrenatural a quien la comete (algo mucho peor que no escribir sobre ella: puede parecer -y parece- que tomamos por tontito a nuestro lector y tenemos que hacerle entender lo deshonesto del infiel). El adulterio existe lo queramos o no, y tanto si escribimos erótica como cualquier otro género, no podemos esquivarla si nuestra obra nos lo exige o, simplemente, si nos apetece narrar una. El lector ya sabe que está mal, como sabe que está mal robar o matar, nadie puede decirte que tú eres responsable de poner a personajes puros y perfectos a fin de que nadie use lo contrario para justificar unos cuernos. No. Si al autor de novela negra nadie le pide que no narre asesinatos para no validarlos en la vida real, a los autores de erótica tampoco nos pueden exigir esa responsabilidad. Ahora, hay que aclarar que también hay formas y formas de narrar las cosas.

 

                ¿Qué quieres decir?

                Quiero decir que poner a la parte infiel como alguien listo, avispado y ejemplo de algo o a la parte traicionada como alguien puro, sacrificado o que empuja a su pareja a ser infiel por algo que realmente no puede evitar (una enfermedad física o psíquica que le impide o le deja inapetente para el sexo, por ejemplo), puede hacerte acreedor más a las antipatías que a las simpatías de tus lectores. De acuerdo que el efecto «carisma de villano» existe, claro que sí, pero construir un personaje así es muy complejo y lo más fácil es no solo que salga mal, sino que produzca el efecto contrario y todo el mundo le odie. Otra cosa es que pretendas hacerlo estilo cómico, que no se coma una rosca y además acabe mal, estilo Amador de La que se avecina.

                Recuerda: un personaje infiel que vive con una pareja en la que ya no hay amor es fácil que sea visto como un cobarde. Si vive con una pareja en la que sí lo hay, será visto como un canalla. Y esto lo digo habiendo escrito un relato de infidelidad en el que sucedía exactamente eso, relato que leo hoy día y me avergüenza haberlo escrito por lo excesivamente facilón del argumento y la cobardía de su protagonista. Es ficción, soy consciente de que a muchas personas les encanta (a mí me gustó escribirlo en su día), pero también sé que necesitaba otro tratamiento. Claro que a esta conclusión se llega después de mucho escribir, de modo que tampoco puedo renegar de él como escritora; formó parte de mi aprendizaje. 

 

                El tercero en discordia, ¿qué pasa con él?

                Antes de empezar a escribir, piensa: la persona que se acuesta con el infiel, ¿es consciente de la situación de su compañero de juegos? ¿Sabe que está en una relación, quizás incluso que tiene hijos, o es ignorante de todo ello? ¿Se ve impelido por el amor, por una tensión sexual que le supera, o simplemente por un calentón «aquí te pillo-aquí te mato»? ¿Lucha contra la tentación de romper una pareja y quizás hasta una familia, o antes al contrario tienta al protagonista y le empuja a que ambos cedan a su impulso? Todas esas preguntas forjarán el carácter de tu personaje, y aún debemos recordar un par de cosas:

                -Ese tercero en discordia puede tener responsabilidad, JAMÁS CULPA. Que aunque parezca que no, son cosas muy diferentes. Salvo casos muy particulares (es familia o amigo íntimo del traicionado), y suponiendo siempre que no esté en una relación a su vez, él no ha prometido fidelidad a nadie, ni está traicionando a nadie. Puede que su proceder no sea correcto si conoce la situación y le da igual, pero no es él quien está engañando a nadie. No se le puede endilgar una culpa que no es suya.

                -Nadie puede robarte a una persona salvo que esa persona se deje robar. Sí. Vale ya del mito de «es que soy débil y me tentaron, es que la culpa es de quien me provocó», CA-CA. Salvo que hablemos de una violación, a nadie le ponen un arma en una nuca para que tenga sexo con alguien a espaldas de su pareja legítima, lo hace porque le da la gana. Es preciso responsabilizar a quien lo merece de las acciones que comete y no querer disculpar a nadie haciéndoles parecer flojitos, tirando de un tópico que no sólo ya no se cree nadie, sino que insulta la inteligencia de nuestro lector.

                -La pareja traicionada también ha de ser tenida en cuenta. Tenida en cuenta desde todos los puntos de su personalidad, porque ninguno somos perfectos. Por más que sea la parte perjudicada, no se puede obviar que existen personas malas en el mundo, que no por ello merecen este trato, aunque pueden propiciar que se dé a pesar de todo.

                -Un sexo no puede ser siempre el bueno, ni el otro el malo. «¡Qué malas son las mujeres, siempre dispuestas a abandonar a su pareja o a seducir a otro sólo porque tiene dinero! ¡Qué malos son los hombres, capaces de tirar por la borda toda una relación o seducir a otra sólo por unas tetas más grandes!» (Dita suspira juntando los dedos bajo la nariz, negando pensativa con la cabeza). Desde luego que los tópicos han sobrevivido hasta hoy porque son efectivos, pero cada relato de infidelidad ha de tener su complejidad, su trasfondo y sus razones, que pueden ir desde el «llevo años intentando arreglar nuestra relación sin conseguirlo, no dejo a mi pareja porque aún siento amor, pero conozco a otra persona y mi corazón da un vuelco que no me esperaba ya» al puro y simple calentón, pero en cada caso hay una razón que tiene que ir más allá del «es que todos los de este sexo son malos e infieles por naturaleza». Al menos, si quieres que tu lector siga leyendo más allá del segundo párrafo. Desde luego, si nosotros mismos o un ser muy querido hemos sufrido unos cuernos, es muy tentador hacer un relato-venganza. Puede ser hasta saludable psíquicamente, pero siempre sin perder de vista que nos ha hecho daño UNA persona, no la mitad de la población humana. Cuando llevas tres relatos en los que el infiel siempre es el hombre y muere entre atroces sufrimientos mientras la dulce esposa engañada rehace su vida con un millonario levantador de pesas, tómate un descansito, porque te estás encasillando.

 

 

                ¿Es mi opinión lo que quieres?

                Para mí, la infidelidad es la peor traición de tu pareja, algo -quizá lo único- que no puedo perdonar. Si me dices que te has enamorado de otra persona, siempre pensaré mejor de ti si tienes el valor de decírmelo en cara antes de encamarte con ella, no cuando llevas tres meses haciéndome capricornio, pero aún así, eso me parecerá mejor que si me dices que ha sido sólo sexo, porque en ese supuesto habrás traicionado mi confianza por nada. Por unas simples contracciones musculares que podías haber conseguido con un ratito de internet. Sin embargo, pese a todo esto, he escrito relatos de infidelidad y soy consciente de que mis personajes han pecado de egoísmo, de hipocresía y más cosas aún. Pero era algo preciso para la historia, cuadraba con el carácter de mi personaje y no hablamos de lo que haría yo o de lo que opine yo, sino de lo que hizo y opinó mi personaje. Mi consejo es que hagas lo mismo: no debes adoctrinar a tus personajes, sino dejar que sean ellos mismos, aunque sean despreciables. No debes pensar en una supuesta carga para con la educación de tu lector, porque las cargas sólo provocan que no podamos volar con ellas. Sólo debes pensar en agradarte a ti mismo y, quizá, en entretener a tu lector, en ofrecerte y ofrecerle un relato sólido y de calidad. Las consideraciones morales, las dejamos para la clase de Ética y Debate.



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4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Vaya, vaya. Qué típico de echar la culpa fuera: "Es que soy hombre y me sedujo. Es que él no me satisfacía". Cuánta cobardía.


    Buen artículo como siempre :3

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  3. Salamandra.mb@gmail.com12 de febrero de 2023, 22:11

    Hola, Dita,

    Hacía tiempo que no sabía nada de ti. Qué tal todo, en qué andas liada ahora.? Gran artículo, como siempre. Me ha gustado saber tu opinión personal sobre la infidelidad, leyendo algunos relatos tuyos parecía que la defendías o al menos la disculpabas. Entiendo mejor ahora algunos personajes tuyos, los "malos" tienen que ser coherentes y tirar de cinismo para auto justificarse y mirarse al espejo por las mañanas.

    Por cierto, cuál es ese relato ese del que comentas que te avergonzó? No recuerdo ninguno tuyo que sea tan malo como para eso y creo que te he leído prácticamente todo.

    A ver si hablamos

    Un besote 😘😘

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    1. ¡Hola, Salamandra! Perdóname, no vi tu comentario.

      Justo, yo no defiendo la infidelidad, pero hay personajes míos que sí lo hacen, y ellos sí tienen que justificarse :D

      El relato al que me refiero era Traición marital cruzada. Creo que aún está en Todorelatos. Sí, aquí está: https://todorelatos.com/relato/101205/

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