« Eres una estrecha. Eres una frĂ­gida. Eres un maricĂ³n, un pichafloja. Eres una guarra, un putĂ³n… » . Todos hemos oĂ­do estas frases hirien...

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«Eres una estrecha. Eres una frĂ­gida. Eres un maricĂ³n, un pichafloja. Eres una guarra, un putĂ³n…». Todos hemos oĂ­do estas frases hirientes miles de veces; a veces nos las han dedicado, otras las hemos lanzado nosotros mismos. Son los insultos o prejuicios sexuales, que nos llevan a emitir un juicio de valor de una persona de acuerdo a su vida sexual, como si su nobleza o personalidad residieran en su entrepierna. Ya supondrĂ©is que no.


 

No es que yo quiera decir, pero tu señora... bueno... 

 

                «Una chica que ya ha tenido varias relaciones, no es para tenerla de pareja»

                ¿Eres un unicornio? Bromas aparte, durante muchos cientos de años, la moral judeocristiana nos ha querido hacer creer que una mujer perdĂ­a valor si perdĂ­a su virginidad. Ya era mercancĂ­a defectuosa, de segunda mano. Esto tenĂ­a su razĂ³n de ser en que, en la antigĂ¼edad, el Ăºnico valor social de la mujer era el de tener hijos, limpiar y cuidar a su marido. No aportaba nada mĂ¡s, ni conversaciĂ³n, ni ganancias monetarias, ni cultura, su vida estaba supeditada al matrimonio y pare de contar. Como en aquel  momento tampoco existĂ­an las pruebas de paternidad, la Ăºnica manera de que el marido tuviese alguna seguridad de que los hijos que criaba serĂ­an propios, era velando celosamente por la virginidad de su costilla. Si una mujer perdĂ­a el virgo antes de casarse, ya era una cualquiera, no se podĂ­a confiar en ella como pareja fiel a su esposo. Hoy dĂ­a, que la mujer es un activo imprescindible (antes tambiĂ©n, pero quiero decir econĂ³micamente) para la sociedad, es un igual al hombre cuya compañía ya no es la de mera sirvienta y paridora de hijos, este modo de pensar ha quedado tan anticuado como la danza de la lluvia. El que una mujer haya tenido varias -o muchas- relaciones antes de conocerte a ti, no implica que no sea adecuada como pareja estable, que no vaya a serte fiel, ni que -atenciĂ³n, burrada- «lo tenga dado de si y no sientas nada cuando estĂ©s con ella». Si realmente quieres una virgen para ti, en primera, buena suerte. En segunda, ¿lo Ăºnico, o lo que mĂ¡s te importa de una persona con la que pasarĂ¡s tu vida, no es su buen corazĂ³n, ni su inteligencia, simpatĂ­a o cultura, sino sĂ³lo que tenga intacta una membrana…? Por favor, preocĂºpate mĂ¡s de la calidad humana de tu posible pareja y menos de los celos retroactivos.

 

                «Un hombre que tiene a una mujer a tiro y no se aprovecha es un maricĂ³n»

                ¿En serio? En primera, ¿tiene algo de malo ser gay, por favor? Porque si piensas que sĂ­, por favor, vuelve cuando te hayas hecho mirar esa homofobia. En segunda, aprovecharse de una mujer (ya sea porque estĂ© bebida o frĂ¡gil emocionalmente) no te hace hombre, te hace cabrĂ³n. SĂ³lo un malnacido -sin perdĂ³n- se aprovecha de alguien dĂ©bil o que no puede decir «no». Si sabes que una mujer lo estĂ¡ pasando mal y busca consuelo en ti, lo que necesita es exactamente eso: amistad, comprensiĂ³n… no que te portes como un animal para demostrar una supuesta hombrĂ­a que en realidad no es mĂ¡s que pensar con la entrepierna. Si ridiculizas a alguien que decide portarse como un ser humano y respetar a una mujer, sĂ³lo contribuyes a que el mundo se llene de hijos de puta.

 

                «Si no te corres conmigo, tienes frigidez»

                A ver, Casanova Manuel de mi vida, trabaja un poquito esa autoestima, que el que tu compañero no goce contigo, no implica que te estĂ© insultando ni que te estĂ© pidiendo un diagnĂ³stico, sino sĂ³lo un poquito mĂ¡s de empatĂ­a en la cama. El volverse contra un amante y colocarle la etiqueta de la frigidez cuando te piden que te ocupes de su placer es algo que sĂ³lo denota fragilidad de ego. Nadie te estĂ¡ atacando, no te estĂ¡n diciendo que no sabes follar, sĂ³lo que lo que te sirviĂ³ con tu anterior pareja, puede que no te sirva con esta porque, ¡oh, sorpresa!, las personas somos distintas. En lugar de enfadarte y dejar de respirar, escucha a tu pareja, pide que te guĂ­e, que te diga quĂ© le gusta y cĂ³mo. Piensa que en el sexo, si no escuchas a tu pareja, no se trata sĂ³lo de que no goce, sino de que hasta puedes hacerle daño. Escucha mĂ¡s y verĂ¡s como lo pasĂ¡is mucho mejor que si simplemente tiras del insulto.

                «Si un hombre no quiere tocarme, es un pichafloja»

                Claro, porque tĂº eres Venus Afrodita o Apolo encarnado y todos los hombres del mundo va a caer rendidos a tus pies, porque asĂ­ estĂ¡ hecho el mundo. Bueno, no. No. Por muy hermoso que seas, si un hombre no te desea no implica que sea un pichafloja. Lo mĂ¡s sencillo es que no le gustes, aunque puede ser que le guste otra persona, o que sĂ­ le gustes tĂº pero prefiera ir despacio, sea tĂ­mido, tenga algĂºn problema… En lugar de etiquetar e insultar, intenta averiguar quĂ© sucede, y asume que no todo el mundo se va a sentir atraĂ­do por ti, y eso no es una ofensa. Piensa que a ti no te gustarĂ­a que te insultase nadie porque no te apeteciese estar con una persona determinada, y a Ă©l, tampoco.

                              

                «Pero es que hay libertad de expresiĂ³n y yo tengo derecho a decir…»

                Finalmente llegamos a mi favorito: el comodĂ­n de la libertad de expresiĂ³n. O sea, como existe la libre expresiĂ³n, pues puedo insultar impunemente a aquel que se me antoje y nadie puede quejarse, porque tienen que respetar mi opiniĂ³n y ser tolerantes. Bien, lamento tener que ser yo quien os dĂ© esta desilusiĂ³n (mentira, me alegro muchĂ­simo, soy asĂ­ de sĂ¡dica) pero eso es mentira. La libertad de expresiĂ³n, como todas las libertades, se ejerce dentro de unos lĂ­mites. Es decir:

                —Tienes libertad para decir que tĂº crees en la virginidad hasta el matrimonio, que eso es lo mĂ¡s bonito y romĂ¡ntico, y que tĂº quieres eso para ti.

                —No tienes libertad para decir que la mujer que tiene relaciones sin casarse es una puta asquerosa, no se respeta, no se puede confiar en ella, seduce a los novios/maridos de otras y seguro que acaba de madre soltera.

                ¿Vemos la diferencia? Lo primero es una opiniĂ³n, lo segundo es un insulto. En cuanto al respeto a la opiniĂ³n, ese «derecho» NO EXISTE. Lo que se ha de respetar es a la persona, pero no su opiniĂ³n. Nadie tiene derecho a atacarte a ti, pero tienen perfecto derecho (y aĂºn deber en algunas ocasiones) de atacar tu opiniĂ³n. Precisamente porque es eso: una opiniĂ³n. No siente, no sufre y puede modificarse, asĂ­ es como crece el pensamiento. Y desde luego, que alguien tenga unos hĂ¡bitos sexuales que tĂº no apruebas porque no coinciden con lo que te enseñaron en catequesis, no implica que ese alguien sea malvado, impuro, anti natural, ni menos aĂºn que tĂº tengas derecho de expresarte mediante insultos o burlas hacia Ă©l.

                Como digo siempre: vivamos y dejemos vivir. No usemos el sexo para insultar a nadie, no nos creamos mejores que nadie por tener mucho sexo o muy poco, recordemos que el valor de una persona no reside en su entrepierna.



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