Igual que en el género negro, el terror o la fantasía, el erotismo siempre ha estado presente en la literatura de un modo u otro, ya ...

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    Igual que en el género negro, el terror o la fantasía, el erotismo siempre ha estado presente en la literatura de un modo u otro, ya sea como un simple pasaje en la novela policíaca, de forma más o menos velada en las vivencias de un personaje, o como un componente de temperamento sin el cual la novela no funciona, pero siempre ahí. Naturalmente, en algunas épocas y en algunos contextos ha estado mejor tolerado en otros. Los escritores de erótica siempre hemos sufrido cierto estigma y los lectores más aún. Hoy vamos a ver cómo tratar las objeciones de algunos «listos» y haters que nos critican cuando sale a relucir nuestro oficio o afición. Además de con una patada en el culo, que es lo que se merecerían muchos.

 

Sólo un capítulo más... 

                «Escribes erotismo porque es lo fácil, verdulerías para cuatro pajilleros»

                A ver, Alfonso José de mi vida, en primera, ¿tú has leído algo de lo que escribo? No, padre. Ya sé, me vas a decir que no necesitas leerlo, que sabes que es malo, que no necesitas probar la caca para saber que no es buena… me es igual: cuando leas lo que escribo y veas el currazo que los escritores de erótica nos pegamos para hacer una historia creíble, unos personajes sólidos, amén de unas escenas sensuales que a la par que excitantes sean reales y no resulten ridículas, hablas. Si te quedan ganas, claro. ¿Sabes qué es fácil-fácil de verdad? PREJUZGAR. Eso sí que es facilísimo. Escribir erótica no se limita a contar escenas sexuales ni novelizar una secuencia porno. El trabajo es el mismo que el de cualquier escritor: investigar, imaginar, construir, escribir, reescribir, corregir… Es preciso montar una historia completa con personajes, trama y, ADEMÁS DE ESO, añadir la escena o escenas eróticas. Desde luego que el lector sabe que va a haber sexo y nos lee, en parte, engolosinado por esa idea, pero eso no es lo único que le podemos dar. Entre otras cosas porque eso quizá nos dé lecturas, pero no lectores. Y todo escritor precisa que le lean más de una vez, eso es lo que le hace único.

 

                «No leo erotismo porque es flojo, es porno para mamás, ¡Sade sí que era erotismo!»

                No será la norma, claro que no, aunque, qué maldita casualidad, que aquellos que me han mencionado a Sade en realidad sólo lo conocían de oídas por las clases de Filosofía del Instituto, aunque jamás lo habían leído. Por otra parte, Sade tenía una forma de escribir y expresarse que en buena parte consistía en atacar la moral pacata de una sociedad caduca que anhelaba todo lo que prohibía, que encasillaba en «vicio perverso» todo lo que se salía de una normalidad rígida y estrecha, pero que justificaba esos mismos vicios si quien los cometía podía pagarlos. Él era él y yo soy yo. Su época no es la mía, y el erotismo de MariCruz, de Felipe o de Teresita García de la Santa Paciencia no son el mío. Cada autor escribe guiado por sus motivaciones, lo que le excita, las sensaciones que le atraen o que busca evocar en el lector… prejuzgar TODA la literatura erótica como «floja, porno para mamás, para señoras que se escandalizan si ven una teta en la tele», sólo porque has leído una obra que no te gustó (o peor aún: por NO leerla y hacer caso al típico humorista que te dice lo que debes opinar de ella para ir de graciosito con tus colegas), es como decir que no te gusta ningún tipo de cine porque una vez viste una peli y te aburrió.

 

                «No leo erótica porque eso no es literatura de verdad»

                Veréis: en cierta ocasión, currando de teleoperadora, un cliente se puso farruco conmigo y me dijo «que me buscase un trabajo de verdad». Le solté que a mí me pagaban un sueldo, que contribuía a la Seguridad Social y, sobre todo, que estaba haciendo cuanto podía por ayudarle; si no lo consideraba un trabajo de verdad, podía pasarle otra vez con la operadora automática, a ver si la máquina le atendía mejor que yo. Ni que decir tiene que se dio cuenta de su error y se metió la lengua en el culo. Como decíamos en el primer punto, un escritor de erótica no escribe «en broma» ni «juega a ser escritor», sino que se lo toma tan en serio como cualquier otra persona que le dedique su tiempo o su vida a las letras. El erotismo, como pueden atestiguar Almudena Grandes, Corín Tellado o Gabriel García Márquez, es literatura de verdad. Que a ti no te guste (o que no tengas mucha idea de lo que hablas), es otro cantar.

 

                «¿Lees erótica? ¡Eres un guarro/un putón!»

                El erotismo es más, mucho más que dos personas manteniendo relaciones sexuales. La literatura erótica nos cuenta toda una historia acerca de emociones y sensaciones, aunque también puede incluir intrigas, venganzas, humor, aventuras, terror, acción… todo lo que el escritor desee. El episodio sexual forma parte del argumento, con frecuencia no se puede disociar del resto, pero eso no implica que sea lo único que busca nuestro lector (no nos engañemos: si así fuese no creo que viniese a leer; se iría a Pornhub, que es más rápido). Una persona que lee erotismo busca una buena historia, no un mero calentón. Busca algo que no sólo le excite, sino que le ofrezca un placer lector que pueda disfrutar más de una vez. Desde luego, lo que no busca es que un mente estrecha le encasille por tener, oh escándalo, deseo sexual como cualquier hijo de vecino. Más leer y menos meterse en la vida de los demás, por favor, o -como dicen por ahí- jodan menos, y follen más.

 

                «Oooh, una mujer que escribe erotismo, ¡seguro que es un putón desorejado, ¡voy a mandarle una fotopolla y la volveré loca de pasión!»

                ….

                No os podéis imaginar cuántas veces se repite este pensamiento. Que, cuando se produce el natural rechazo subsiguiente, se continúa con el «pues tampoco te lo tengas tan creído, eres una calientapollas, seguro que escribes erótica porque no te comes un rosco, no te tocaba ni con la mano de otro». Piensa un poco, Carlos Juan, aunque tengas falta de costumbre: a un escritor de policíaca, ¿le mandarías fotos del último que asesinaste? A un escritor de terror, ¿crees que le va a gustar ver una foto tuya en la que llevas puesta una sábana y dices que eres un fantasma? NO. Pues entonces, ¿por qué te figuras que una escritora erótica va a tener alguna curiosidad por verte el pitín? Escribo erótica, sí, me considero tirando a liberal en lo que a sexo se refiere, vale. Eso NO IMPLICA que tengas ganas de sexo siempre ni -lo siento mucho- que carezca de criterio y que me gustes tú. Aunque admito que he hecho amistad con alguno de mis lectores y que hasta alguna vez ha surgido algo, eso ha sido después de conversar, congeniar, de tener charlas, bromas… desde luego, que me salte un correo y encontrarme un nardo con fondo de cuarto de baño mugriento alicatado con azulejos de los años setenta no, no me hace arder en deseos de conocerte. Por favor, a no ser que os las pidan, fotopollas no. De verdad. Salvo que sean de mutuo acuerdo, no conseguís el efecto que buscáis, sino el radicalmente contrario.

 

                «Escribes bien, ¿por qué no escribes algo que valga la pena de verdad? / ¿Por qué no lees algo bueno de verdad en vez de eso?”

                Gracias. Me he esforzado mucho en escribir de forma un poco decente, me alegra de todo corazón que lo aprecies y sí, escribo otras cosas aparte de erótica (entre otras cosas, estos artículos), pero lo hago porque me gusta escribir otros géneros, diversificarme y ponerme a prueba, pero no estoy obligada a hacerlo. Un escritor puede ser la repera escribiendo y aún así hacerlo de un género que tú consideres «menor», como es el erotismo (o el humor, o el terror… porque, puestos a sacar pegas, hay quien considera que todo lo que sea ficción es malgastar talento y un escritor que se precie sólo debe escribir ensayo, tesis doctorales, investigación y cositas del estilo). Escribir erotismo vale la pena tanto como cualquier otro género que te guste, porque todos son eso: géneros. Y ninguno vale más que el otro, ni te da más puntos de experiencia, ni nada semejante.

                La mayor parte del mundo lee con el noble objetivo de distraerse, olvidarse un poco de la porquería de día que ha tenido, relajarse antes de dormir, evadirse… Déjales que lean lo que les dé la gana, de verdad. Si alguien quiere leer erotismo, o fantasía, humor, juvenil, o novelas del Oeste del Estefanía, por favor, deja que lo hagan. Es su tiempo de ocio y lo gastan como quieren, ¿acaso alguien viene a decirte a ti algo como «y ya que ves tanta tele, ¿por qué no ves documentales y conciertos, en lugar de fútbol y series?»? Las personas trabajan unas ocho horas al día, a veces salen de casa a las siete de la mañana después de tender la ropa y pasear al perro, comen fuera de casa en un tupper recalentado, vuelven a sus casas reventados a las nueve de la noche, sólo ven a sus hijos dormidos… si en el tiempo que les queda antes de que el sueño les venza quieren leer erótica, se han ganado que les dejes hacerlo sin enmendarles la plana.

 

                De momento, lo dejaremos aquí, pero si tenéis algún otro ejemplo de prejuicio sufrido por leer o escribir erotismo, déjamelo en Twitter, ¡lo trataremos la semana que viene!



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