« Lo de las actrices acostándose sistemáticamente con directores para conseguir papeles y al cabo de diez años denunciarlos po...

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         «Lo de las actrices acostándose sistemáticamente con directores para conseguir papeles y al cabo de diez años denunciarlos porque si no se acostaban con él no les daba papeles cómo se llama» (leído en Twitter. No digo su nombre porque me niego a darle más bombo. La ausencia de puntuación también es suya, conste).

        Pues violación y abuso sexual, hijito mío. Así se llama y hoy vamos a ver algo que se llama «consentimiento viciado», que implica que no sólo importa que nos digan que sí, sino en qué condiciones lo decimos o nos lo dicen.

 
No, llevar escote tampoco implica que quiera nada. 

        Debido al vídeo de cierto actor español hablando de la idoneidad de denunciar un ataque sexual con rapidez o no hacerlo, han vuelto a saltar a la palestra las declaraciones del movimiento ME TOO y todo lo relacionado con productores y directores que dieron papeles obligando para ello a las actrices a corresponderles sexualmente a cambio. Partamos de un principio muy sencillo: todo lo que implique una contra presta de servicios a cambio de sexo es un trato sucio y quien LO PROPONE es el culpable, jamás quien se ve en la obligación, necesidad o simplemente tesitura de aceptarlo o no.


Es que la culpa es de ellas por aceptar, no tienen dignidad. Por su culpa, no conocimos a buenas actrices que se negaron a aceptar.

        CiprianitoJosé, tú pide que nunca te haga elegir nadie entre tu supuesta dignidad y llenar el estómago o llenárselo a tus hijos, porque lo mismo cuando descubras que la dignidad suena muy bien pero tus tripas suenan más fuerte, te llevas una sorpresa. La culpa nunca, jamás, bajo ningún concepto, la puede tener la víctima. Y si alguien ha consentido una relación sexual porque sabe que si no consiente se queda sin empleo, sí, es una víctima. Por favor, si vas a culpar a alguien, culpa a aquél que, teniendo poder, prefirió darle un gustito al cimbel -con perdón- y EXPLOTAR sexualmente a una persona en lugar de escoger a alguien simplemente por su valía.

        Segundo: hablamos de mujeres que perseguían un sueño, que necesitaban trabajar. Vamos a ser claros: a NADIE le gusta que su hija sea artista. En cierta viñeta de Sarah Anderson (No crezcas, ¡es una trampa!) aparecen sus padres diciéndole «puedes ser lo que quieras, te apoyaremos en todo». Cuando ella contesta que quiere ser artista, se corrigen: «te apoyaremos en todo MENOS en eso». Cuando al fin llegas a un cásting y pueden cogerte, y ves que estás a punto de lograrlo, la disyuntiva es «hacer lo que hacen todas, esto es normal, tú me gustas, eres especial» o volver a tu casita con el rabo entre las piernas sabiendo que nunca más te darán trabajo (porque las promesas quizá se cumplan o quizás no; las amenazas se cumplen siempre) y teniendo que escuchar toooooda tu vida a los tuyos diciéndote «te lo dije. Yo te lo advertí, no me quisiste hacer caso, esa profesión es morirse de hambre o ser puta, no tiene futuro», mientras ves a otras personas cada momento de tu vida que sí lo han conseguido. Es entendible querer pensar que es «lo normal» y acceder a cambio de cumplir tu sueño, de demostrar a todo el mundo que sí podías, que sí valías. Eso no te convierte en alguien indigno. El indigno será siempre quien propone el trato, no quien se ve entre aceptarlo o morirse de hambre.

        Tercero: estamos hablando del espectáculo, vale, pero muchas veces esta relación se da también en niveles laborales mucho menores. En bares, en oficinas… es muy cómodo juzgar a la víctima y exculpar al agresor bajo la palabra dignidad cuando no tenemos ni idea de las circunstancias de una persona. Pongamos un ejemplo:

        Marisa y Silvia trabajan en un concesionario. Marisa vive con sus padres que aún trabajan, tienen el piso pagado y su sueldo lo usa casi todo para caprichos, aunque ahorre una parte para pagarse el máster que quiere hacer. Silvia está divorciada y tiene un hijo pequeño, su pareja lleva dos meses sin pagarle la pensión y está en trámites de denunciarle, le han subido la hipoteca y se las está viendo negras para llegar a fin de mes, su madre da de cenar a su hijo muchas noches, pero tampoco puede abusar de ella ni de su pensión. Un día, el jefe llama primero a una y luego a otra. Las felicita por su buen trabajo y les asegura que tienen un gran porvenir en la empresa… si están dispuestas, claro está, a hacer algunos sacrificios, dice mientras se abre la cremallera del pantalón. Si no, pues, en fin, hay mucha gente ahí fuera que estaría dispuesta a hacer este trabajo por la mitad y harían cola para pedirlo.

        Esto no es exagerado, sucede más a menudo de lo que creemos, yo me he encontrado con dos casos en dos empresas distintas. ¿Qué sucedería con Marisa y Silvia? Pues que Marisa tiene cierto colchón para decir que no. Silvia en cambio, lo más fácil es que, cuando salga del despacho, necesite un chicle. ¿Eso significa que Silvia es «indigna, es una puta»? NO. Eso significa que el jefe es un abusador y un cabrón. Silvia pasa por una situación de necesidad y su jefe se aprovecha de ello.

 

         Es que ellas eligieron libremente, no me sirve.         

                No, Silviojosé ni Amadeamaría de mi vida. Elegir libremente implica una serie de conceptos que no incluyen el chantaje ni la coacción. En el momento que estos aparecen en la ecuación, ya no es una elección libre, sino viciada. Déjame que te cuente una historia: una mujer tenía dos hijos y dos manzanas que darles para merendar. Una de las manzanas era visiblemente más grande que la otra, y le dijo al niño mayor:

                —Pepito, dale a elegir a tu hermanita, a ver qué manzana quiere.

                Poco después, vio a la niña muy compungida con la manzana más pequeña y llamó al orden a su hermano.

—¿Cómo es que tiene tu hermana la manzana más pequeña? ¿No te dije que le dieras a elegir?

                —Y lo hice. Yo le dije que podía elegir la más pequeña o ninguna, y ha elegido esa.

                Eso es lo que se llama consentimiento viciado. Si la elección hubiera sido «ya has hecho la prueba. Tienes el papel-no tienes el papel, puedes acostarte conmigo si quieres porque me gustas y que lo hagas o no, no va a influir en nada», SÍ habría consentimiento. Si la elección es «ya has hecho la prueba, tienes el papel, pero si no te acuestas conmigo no te lo doy», NO HAY LIBRE ELECCIÓN, es un consentimiento viciado porque está supeditado a una coacción. Y eso, queridos amiguitos, tiene un nombre muy feo llamado abuso sexual o violación.

 

Pero es que una violación implica abuso de fuerza, si ellas acceden, no las violaron.

                Vamos a ver, Jacintito. Suponte que yo secuestro a tu gatito y te digo que a no ser que te dejes mansamente encular con mi arnés de treinta centímetros, no lo volverás a ver. Tú, en un intento de recuperarlo, te dejas, y yo te devuelvo a tu gatito. ¿Te parece que, como te has dejado, como no ha habido fuerza, ya no es una violación, ya deja de ser un acto execrable? Di conmigo que no. Una violación no siempre implica fuerza, igual que un robo no siempre es violento. Lo que implica violación es ausencia de voluntad. Si una persona no quiere darnos sexo o contacto físico de cualquier índole y le forzamos a ello mediante un abuso de poder, de autoridad, etc., le estamos violando y no hay más.

 

Es que se han esperado a ser ricas y famosas para denunciar.

                Primero: un ataque sexual es algo muy-muy-muy incómodo. Para sufrirlo, para llevarlo encima, para recordarlo y sobre todo para admitirlo delante de los demás y de uno mismo. Hay personas que no lo dicen jamás, prefieren callarlo para no ser sometidos a juicio, para no tener que enfrentarse a un hecho tan doloroso, para que nadie les diga «¿y tú por qué no te defendiste, por qué no gritaste, no lo contaste, no hiciste tal o cual?». Es algo que uno dice y denuncia cuando está preparado para ello. Y meterse a valorar el tiempo que ha tardado o dejado de tardar, es un paso más para que sea más difícil decirlo a otra víctima, porque siempre partimos de la base «nadie me va a creer. Todo el mundo va a decir que es culpa mía».

                Segundo: una persona rica y famosa siempre va a tener más alcance que Serafín el cajero del Mercadona. Es muy positivo que precisamente ellas, nuestras modernas diosas, hayan saltado a denunciarlo en masa, para que así todos nos concienciemos de esta dolorosa realidad. La existencia del abuso de poder. Esencialmente sobre mujeres, pero esencialmente sobre personas y peor aún: sobre niños. Sí. Corey Feldman («Bocazas» en Los Goonies) dijo en cierta ocasión que igual que las mujeres tenían que pasar por el sillón, también tenían que hacerlo los niños y niñas actores, algo mucho más sangrante porque sus padres son conocedores de esa realidad pero suelen hacer la vista gorda a cambio de que su niño siga obteniendo papeles. Así que contestadme a esto, adalides de la dignidazzz, ¿también los niños son «muy listos, son putas, se les da muy bien el zorrerío»…? Porque no hablo de niños de seis años -que también- sino adolescentes de dieciséis-diecisiete que ya saben que los niños no vienen de París, ¿ellos también?

 

Es que siempre ha habido gente que se ha acostado con el jefe para medrar y ahora les van a denunciar, pobrecitos.

                ¿Sabes cuál es la mejor manera de evitar ese problema? Echar mano del refranero español, que es la mar de sabio, y dice «donde tengas la olla, no metas la po…», eso. Tener un lío en el trabajo es el camino más rápido para buscarse problemas y malos rollos, porque si sale bien vais a acabar hasta el pepe de veros todo el santo día, pero como salga mal, prepárate a tener un ambiente laboral más tóxico que Chernobil, por lo menos hasta que a los dos se os pase el resentimiento, algo que puede llevar meses o años. Pero si encima uno de los dos es superior al otro, ya es el remate: si se merece un ascenso y se lo das, todo el mundo te dirá que has sido favoritista, que ya saben qué hay que hacer para subir en esa empresa… si no se lo das, tu pareja se va a cabrear… Si tú eres el inferior todo el mundo va a cuestionar tu trabajo y dirán de ti que vives gracias a tirarte a tu pareja por más que demuestres las cosas tres veces, nadie querrá confiar en ti porque pensarán que se lo cuentas todo, se te arrimarán los más pelotas para ver si sacan algo por ser amiguitos… demasiados inconvenientes.

                Si eres un jefe y te acuestas con alguien de tu plantilla, es lo mismo que si tienes pareja y te acuestas con otra persona: qué duda cabe que lo puedes hacer, pero te estás buscando un bollo. Si te estalla en las narices no vengas a mí a quejarte.

               

                Por favor, vamos a recordar que, para que el consentimiento sea libre y válido de verdad, no puede haber coacción ni chantaje de por medio. Lo único que hemos de conseguir dos personas de un rato de sexo, es placer y orgasmos, no trabajos, ni regalos, ni ascensos ni dinero. Y no olvidemos poner el foco en el verdadero responsable: el abusador. El que tiene el poder, el que dice «o te abres de piernas o te vas a la calle y despídete de volver a trabajar». Él es el indigno, no la persona que sufre un ataque sexual. Da igual cuánto tarde en denunciarlo, que se haya enriquecido o que haya sacado algún provecho. Puedo aseguraros que, sea el que sea, siempre será poco. Siempre será una miseria a cambio de recordar que te puso los dedos encima o que llegue alguien a cuestionarte porque, horror de los horrores, sufriste un ataque sexual y ahora te atreves a contarlo.                         



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