Todas las escritoras eróticas somos así. Y lo sabes.    Te has lanzado a escribir. Tienes tu principio , tu escaleta, tu trama, te has ...

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Todas las escritoras eróticas somos así. Y lo sabes. 

 

Te has lanzado a escribir. Tienes tu principio, tu escaleta, tu trama, te has preparado unos personajes estupendos, un final de infarto… y llega La Escena. La escena erótica, esa que a la vez temes y deseas, porque quieres que quede más que perfecta. Porque  sabes que es lo que tu lector más ansía, la que ha estado esperando durante capítulos y páginas, quizá durante más de un libro incluso. Si ahora le decepcionas, tirará el libro por la ventana y correrá a las redes para ponerte a parir. Te juegas mucho con esa escena. Por eso vamos a dar hoy unas pautas de cómo tratarla.

 

No tengas prisa.

No quieras correr para llegar a esa escena, deja que tus personajes se conozcan y alimenta el morbo todo cuanto puedas. Tu lector tiene que ilusionarse con los personajes, soñar con ellos y sentirse tan impaciente como ellos, pero para que todo salga bien, también tiene que sentirse tan seguro como ellos para llegar a la cama. Nadie quiere que La Escena, el encuentro por el que llevan esperando diez capítulos, sea un polvo rápido de dos empujones contra la puerta de un pútrido baño de discoteca, ¿verdad que no? Claro que no. Pues no tengas prisa por llegar, deja que la propia historia y tus personajes te marquen el ritmo que, si están bien definidos, lo harán sin problema.

 

Usa un tono coherente con la historia.

Si tu novela es seria, no hagas una escena llena de chistecitos tontos o rimas picantes; si tu novela es cozy, no le metas un montón de pensamientos filosóficos para intentar engrandecerla; si se trata de una historia divertida, no le metas un drama espantoso para tratar de darle profundidad. Cada escena y La Escena han de ser coherentes con el tono general que uses. De acuerdo que puede suceder algo que pretexte ese cambio de tono, pero esto ha de estar justificado, se ha de volver al tono anterior cuanto antes y es preferible no incluir cambios de tono general en La Escena.

«¿Y eso por qué, Dita?»

Pues porque si un lector se acerca a una historia cozy, divertida, ligera… quiere que lo siga siendo y no que le metan moralidad o tristeza justo en el momento al que lleva toda la historia esperando llegar, es un fastidio. La sensación es la misma que si te prometieran un postre delicioso para la cena, se pasasen el día entero hablándote de su exquisitez, contándote cosas acerca de crema, nata, bizcocho ligero, hojaldre crujiente, esponjosidad, suavidad, dulzura… y cuando al fin llegas a la hora de la cena, te planten una infusión de limón y todavía te digan «es que esto es mejor, lo otro es insano y engorda». NO. Ese cambio de tono en La Escena suele esconder dos cosas: moralina (y por favor, no te metas a escribir erótica si no te gusta el sexo) e incapacidad del autor para llevar a cabo la escena. No estafes así a tu lector, no es jugar limpio.

 

No te eternices.

Tan malo es el defecto como el exceso. Ni pongas el fundido en negro, ni te pases ocho páginas hablando de un encuentro sexual. Ni es realista, ni queda bien. Si tienes muchas ideas para usar, es preferible que hagas varios encuentros de duración moderada en lugar de uno solo que aburra a tu lector y hasta a las ovejas, y le haga saltarse páginas. Piensa un momento: ¿alguna vez has estado con una pareja que tardara hora y media en llegar al clímax? Agotador, ¿verdad? Pues no hagas que tu lector pase por ese mismo agotamiento.

 

No te flipes.

El sexo es sexo. Es algo muy agradable, puede colmar a la vez el cuerpo y el corazón, deja muy a gusto, cansa, hace reír… y ya. No es una experiencia mística a través de la cual se desbloquean Los Siete Chakras del Conocimiento Absoluto, ni un viaje astral, ni separa la mente del cuerpo, ni provoca deshidratación, ni… vamos, que ya hay que PASARSE MUCHO para que te dé una pájara chuscando, ¿eh? Que no es una maratón. Y lo mismo para las Revelaciones que parece que algunos tienen y he visto en relatos varios, que en lugar de un revolcón parecía que habían tomado LSD. No. El sexo puede hacerte entender que amas a una persona, que precisas algo de ella, que eres feliz, que tu cuerpo funciona así o asá… pero no vas a ser consciente del sentido de la vida ni a desentrañar los misterios del universo

 

No te flipes, segunda parte.

A ver, cuidado con las exageraciones en lo que a cuerpecitos serranos se refiere, porque nadie quiere -ni se cree- un pene descomunal, ni unos senos germánicos y perdonad la alusión. Cualquier mención respecto a tamaños, formas, turgencias, debe ser ocasional y no ocupar un nivel protagonista o quedará ridículo.

 

Gritos infinitos.

«Me corroooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo». Vale, ha gritado mucho, ha sido un orgasmo largo y estupendo, lo hemos entendido. ¿Sabes qué? Con menos oes, también nos hubiera quedado claro. Si quieres alargar un grito de placer, con cuatro o cinco vocales, basta. Algo como «aaaah…» queda sugerente. En cambio, un «aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah», queda falso y saca de la acción.

Corolario: la cháchara sin final. Autores hay que usan los diálogos para dar color al encuentro, hacerlo más vivo, y eso está perfecto. En su medida. Cuando nos pasamos y más de media escena es diálogo, eso se convierte en cháchara que sólo sirve para ocultar (mal) a nuestro lector que no sabemos llevar la narración de un momento íntimo y en su lugar ponemos frases tópicas que parecen sacadas del doblaje de una cinta X:

—¡Oooooooh, cuánto me gusta, agárrame las tetas!

—¡Síííííííííííííí, mira cómo te pellizco los pezones!

—¡Uuuuuuf, no tan fuerte!

—¡Qué mojada estás, mira cómo entro y salgo!

—¡Más, dame máááááááááááááááááááááááááááás!

Abusar de los diálogos para que sean los personajes y no el autor quienes cuentan lo que sucede produce el Efecto de la Habitación Blanca (en la mente del lector el escenario se desvanece porque el escritor no añade información que rodee a los personajes, de modo que estos parecen estar en una habitación vacía), pero cuando esto sucede en una escena erótica el efecto es mucho más alarmante, la sensación rezuma falsedad y la inmersión se pierde, de modo que cuidado con eso. Diálogos sí, diálogos bien; cháchara no, cháchara MAL.

 

Conclusión: cuidado, mimo y naturalidad. Escribir escenas eróticas no es más difícil ni más fácil que cualquier otra escena, sólo requieren su cuidado especial, como todas. Práctica y lectores betas nos ayudarán. Y si tienes alguna duda, puedes dejármela en comentarios.



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2 comentarios:

  1. Añadir un par de cosas, el sexo al igual que los protagonistas suele ser siempre entre gente normal, las escenas de trapecismo sexual es casi seguro que sacarán sal lector de escena.
    Y muchas veces no es importante la escena en sí, se puede terminar en un párrafo, y que luego más tarde la protagonista se lo cuenta a su amiga con pelos y señales y detallando todas las sensaciones y estar varias páginas descubriendo lo maravilloso del encuentro.
    O el chico que le cuenta a los colegas que se ha a tirado a una jaca despampanante y que ella no era capaz de tenerse en pie al acabar y estar otras tres páginas describiéndolo con todo tipo de exageraciones mientras los amigos piensan que está todo multiplicado por diez y le felicitan por haber durado está vez más de tres minutos.

    Es mucho mejor pasar por la escena de sexo sin demasiados detalles, y buscar como contarlos después. El momento del encuentro no es el momento de pensar es que se siente sino en disfrutar de lo que se está sintiendo. Y así debe contarse ya he dicho como pueden contratar las sensaciones son desvirtuar la narración.
    El resto es practicar, fijarse en lo que nos ha gustado de otros autores para hacer algo parecido y en lo que no nos ha gustado para evitarlo.
    Suerte y que lo que escribas le guste a mucha gente, seguro que no le gustará a todos, e intentar que les guste a todos es un error muy frecuente.

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    1. Sí, exageraciones siempre MAL. Recordemos: lo poco gusta, lo mucho cansa. Y también depende de qué grado de erotismo queramos dar a nuestra historia, si una pizquita o todo el tarro de pimentón.

      ¡Gracias por leer y comentar!

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